Cuando Howard Carter abrió la tumba y el sarcófago de Tutankamón en 1923, rodeado por 58 ‘elegidos’, seguro que notó un olor peculiar. Lo mismo pasa cada vez que se descubre otra de las centenares de momias del Antiguo Egipto. Todas presentan un aroma peculiar, que hasta ahora nadie había estudiado.
Investigadores del University College de Londres y la Universidad de Ljubljana han realizado un pionero análisis combinando técnicas instrumentales y sensoriales, incluida una “nariz” electrónica y “olfateadores” humanos entrenados, para descubrir las fragancias que desprenden los cuerpos momificados.
¿El fétido olor de la muerte?
Sorprendentemente, lo que han hallado es que esos cuerpos de hace miles de años no desprenden el fétido olor de la muerte y la putrefacción. Sus aromas son mucho más suaves, según detallan en un artículo publicado este viernes en la revista Journal of the American Chemical Society.
“Las esencias de los cuerpos momificados ha atraído durante años un interés significativo por parte de los expertos y el público en general, pero hasta ahora no se había realizado ningún estudio científico combinado químico y perceptivo”, indica el profesor Matija Strlič, autor principal de la investigación.

La momia de un niño del Antiguo Egipto afectado por anemia
El olfato era un factor clave para los antiguos egipcios durante el proceso de embalsamamiento, ya que los olores agradables se asociaban con los cuerpos de las deidades y su pureza, mientras que los olores desagradables se consideraban indicios de la corrupción y la descomposición de un cuerpo.
Incluso hoy en día, unos 5.000 años después, los conservadores suelen describir el aroma de estos cuerpos momificados como “agradable”, ya que es el producto de resinas y aceites de coníferas (como pino, cedro y enebro), resinas gomosas (como mirra e incienso) y ceras.
Los nuevos datos obtenidos ofrecen pistas sobre los materiales utilizados durante la momificación y cómo evolucionaron las prácticas y los ingredientes, además de revelar detalles sobre cómo los museos han conservado posteriormente los restos del Antiguo Egipto.
La mayoría de estudios anteriores sobre cuerpos momificados se habían realizado, además, en museos europeos. En esta ocasión, sin embargo, se trabajó en estrecha colaboración con expertos egipcios que aportaron su experiencia y sus percepciones sobre las momias.

La momia de Ramsés II
Los olores son moléculas químicas suspendidas en el aire emitidas por una sustancia. Los arqueólogos utilizaron un cromatógrafo de gases acoplado a un espectrómetro de masas para medir y cuantificar las esencias químicas emitidas por nueve cuerpos momificados que se exhiben y almacenan en el Museo Egipcio de El Cairo.
Además, un panel de “olfateadores” humanos entrenados describió los olores en términos de calidad, intensidad y agrado. Los investigadores pudieron identificar así si un olor químico era emitido por el objeto arqueológico, por productos de conservación o pesticidas agregados posteriormente, o por el deterioro natural del objeto a lo largo de los años debido a mohos, bacterias y otros microorganismos.
Preservar el cuerpo y el alma
"Para los antiguos egipcios, la momificación era una práctica mortuoria importante destinada a preservar el cuerpo y el alma para la otra vida a través de un ritual detallado de embalsamamiento del difunto utilizando aceites, ceras y bálsamos”, señala el profesor Ali Abdelhalim, coautor del análisis.
Esta práctica del embalsamamiento evolucionó con el tiempo, y la identificación de las diferentes técnicas y materiales utilizados ofrece información sobre la época, la ubicación y el estado socioeconómico del individuo que fue momificado.
Se espera que el uso de este tipo de análisis químico pueda ayudar también a los conservadores a proteger los artefactos antiguos y preservar su herencia olfativa. “Esta investigación nos ayuda a planificar mejor la conservación y a comprender los antiguos materiales de embalsamamiento”, concluye Strlič.