Las ballenas son los animales más grandes del mundo. No solo ahora, sino también en toda la historia del planeta, superando en tamaño y masa a cualquiera de los dinosaurios conocidos. La ballena azul (Balaenoptera musculus), por ejemplo, puede alcanzar los 30 metros de longitud y las 200 toneladas de peso.
Con esas dimensiones no es de extrañar que estos cetáceos hayan sido para los humanos una fuente importante de alimento y otros recursos básicos como el aceite y los huesos. Los arqueólogos incluso creen que desempeñaron un papel clave en la supervivencia de muchas comunidades costeras.
Hace 20.000 años en el Golfo de Vizcaya...

Punta de proyectil hecha con hueso de ballena gris del Abrigo rocoso de Duruthy, en Landes (Francia), datada entre 18.000 y 17.500 años atrás
Las últimas investigaciones señalan que los seres humanos ya fabricaban herramientas con huesos de ballena hace 20.000 años, apunta un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y la Universidad de Columbia Británica.
Según explican los expertos en un artículo publicado este martes en la revista Nature Communications, se han analizado 83 herramientas óseas excavadas en yacimientos alrededor del golfo de Vizcaya, así como otros 90 huesos procedentes de la cueva de Santa Catalina, también situada en la misma provincia vasca.

Excavaciones bajo la dirección de Christian Normand en 2022 en la cueva vasca de Isturitz, donde se descubrieron varias decenas de objetos hechos con hueso de ballena
El equipo dirigido por Jean-Marc Pétillon (CNRS) y Krista McGrath (ICTA-UAB) utilizó espectrometría de masas y datación por radiocarbono para identificar las especies y la antigüedad de las muestras.
“Nuestro estudio revela que los huesos pertenecían a al menos cinco especies de grandes ballenas, y los más antiguos datan de hace entre 19.000 y 20.000 años. Estos huesos son algunas de las evidencias más antiguas conocidas del uso humano de restos de ballena como herramientas”, afirma Pétillon.
Rastrear los orígenes de la interacción entre humanos y ballenas es complicado, dicen los arqueólogos, ya que los yacimientos costeros son especialmente frágiles y vulnerables al aumento del nivel del mar. Eso dificulta la preservación de evidencias sobre las relaciones tempranas entre las comunidades prehistóricas y estos mamíferos marinos.
“Logramos identificar especies como el cachalote, la ballena común y la ballena azul (todas ellas aún presentes en el golfo de Vizcaya hoy en día), así como la ballena gris, una especie ahora mayoritariamente restringida al Pacífico norte y los océanos Árticos con una técnica llamada ZooMS”, añade Krista McGrath.

Fragmento de vértebra de rorcual común del yacimiento vasco de Santa Catalina (España), de entre 15.500 y 15.000 años atrás, localizado durante las excavaciones bajo la dirección de Eduardo Berganza
Este sistema, según detallan los especialistas en un comunicado, es una herramienta muy potente para investigar la diversidad pasada de mamíferos marinos, especialmente cuando faltan elementos morfométricos (de la forma) diagnósticos en los restos y objetos óseos, algo común en los artefactos fabricados con huesos.
Los datos químicos extraídos de los útiles estudiados sugieren, además, que los hábitos alimenticios de estas ballenas antiguas diferían ligeramente de los de sus homólogas modernas, lo que apunta a posibles cambios en su comportamiento o en el entorno marino.

Uno de los investigadores, analizando fragmentos de hueso de ballena
“En conjunto, este descubrimiento no solo mejora nuestra comprensión del uso humano temprano de restos de ballena, sino que también arroja luz sobre el papel que desempeñaron los cetáceos en los ecosistemas del pasado, ofreciendo información valiosa sobre la ecología marina de la época”, concluyen.