La Vía Láctea puede salvarse del choque con la galaxia de Andrómeda que se creía inevitable
Astronomía
Una nueva simulación, que incorpora las perturbaciones generadas por otras galaxias cercanas, rebaja la probabilidad de colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda y la sitúa en el 50%
Fotografía de la colisión entre NGC 4038 y NGC 4039, dos galaxias en espiral similares a la Vía Láctea y a Andrómeda
Hace más de un siglo que los astrónomos detectaron que la galaxia que habitamos, la Vía Láctea, y la vecina Andrómeda se encontraban en trayectoria de colisión. Atraídas por su mutua gravedad, estas dos ciudades cósmicas se acercan a gran velocidad y todo apuntaba a que su destino sería una fusión de enormes dimensiones para formar una nueva galaxia gigante dentro de unos 5 mil millones de años.
Sin embargo, un nuevo estudio que se acaba de publicar en Nature Astronomy ha realizado simulaciones de ordenador que han tenido en cuenta las perturbaciones ejercidas por otras galaxias cercanas y menores, así como los mejores datos disponibles hasta ahora y provenientes de las observaciones de los telescopios espaciales Hubble y Gaia. El resultado es sorprendente, ya que pone en duda el escenario de choque, que se creía inevitable, y estima que la probabilidad que la Vía Láctea y Andrómeda acaben evitando el encuentro es del 50%.
Nuestra zona metropolitana
En la didáctica de la astronomía, es usual comparar las galaxias con ciudades del espacio. Estos objetos concentran gran cantidad de soles y de planetas, de forma similar a como nuestras urbes agrupan edificios. Las similitudes no acaban ahí: las galaxias tienen estructura interna y fronteras, y además es habitual que las más grandes acaben absorbiendo a las menores que se encuentren en su cercanía.
La gravedad no sólo mantiene unidos los objetos que forman una galaxia, sino que también da lugar a agrupaciones de galaxias que llamamos cúmulos. Así, la ciudad cósmica que habitamos, la Vía Láctea, pertenece al denominado Grupo Local, una colección formada por más de un centenar de galaxias.
Representación del tamaño relativo de los mayores miembros de nuestro Grupo Local de galaxias
Esta gran zona metropolitana está dominada por las dos galaxias de mayores dimensiones: la Vía Láctea (se estima que contiene unos 300 mil millones de estrellas) y la de Andrómeda (que podría albergar más de 1 billón de soles). También forman parte del Grupo Local objetos como M33 (una galaxia bastante menor que la nuestra, con 40 mil millones de astros) y la Gran Nube de Magallanes (un satélite de la Vía Láctea, con estructura irregular y que agrupa unas 30 mil millones de estrellas). Y ha sido justamente la inclusión de estas estructuras en los cálculos lo que ha conducido a unas conclusiones inesperadas.
Una colisión que parecía segura
Cuando a principios del siglo XX, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble calculó las velocidades aparentes con las que se desplazaban las galaxias que en aquel momento se conocían, notó que Andrómeda se movía hacia la Vía Láctea. Este hecho fue posteriormente confirmado y en la actualidad los científicos han podido estimar que el ritmo de acercamiento entre las dos galaxias es de unos 110 kilómetros por segundo.
Esta representación artística muestra cómo aparecería el cielo la colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda en caso de producirse
Así que el modelo de la colisión se consolidó y pasó a formar parte del discurso científico más aceptado. El destino parecía estar escrito: la Vía Láctea y Andrómeda continuarían su carrera hacia una fusión total que se consumaría en unos 5 mil millones de años. El acontecimiento progresaría por fases: debido a su gran velocidad, las dos galaxias se encontrarían pero el impulso las separaría de nuevo, en un ciclo de acercamientos y alejamientos cada vez más estrechos hasta la colisión definitiva.
Nuestra galaxia podría sobrevivir
La nueva simulación ha incluido las perturbaciones ejercidas por las galaxias M33 y la Gran Nube de Magallanes sobre la trayectoria que siguen Andrómeda y la Vía Láctea. Aunque no es la primera vez que los astrónomos tienen en cuenta estos objetos en los cálculos, el reciente estudio ha incorporado los datos más precisos sobre las galaxias implicadas, unas informaciones proporcionadas por los telescopios espaciales Hubble y Gaia (este último, perteneciente a la Agencia Espacial Europea, ha mapeado, con extremo detalle, más de 2 mil millones de estrellas de la Vía Láctea). Y los resultados que se han obtenido dibujan un futuro incierto para nuestra galaxia.
Esta es la galaxia M33, la tercera más grande de las que componen el Grupo Local (después de Andrómeda y de la Vía Láctea)
En concreto, si sólo se consideran la Vía Láctea y Andrómeda, el estudio arroja una probabilidad de colisión un poco inferior al 50%, un valor que aumenta hasta el 66% cuando se incluye M33 en el análisis. Sin embargo, este incremento se anula con la incorporación de la Gran Nube de Magallanes en el modelo, y la posibilidad de choque vuelve a situarse en el rango del 50% para los próximos 10 mil millones de años.
Los autores de la investigación señalan que en el caso que finalmente se produjese la fusión, ésta tendría lugar en unos 8 mil millones de años, y el resultado sería una galaxia con forma elíptica sin los brazos espirales que decoran la Vía Láctea y Andrómeda. Además, en cualquiera de los escenarios consideran casi segura la incorporación de la Gran Nube de Magallanes en la Vía Láctea, y con alta probabilidad (86%) la de M33 en Andrómeda.
Una mezcla de vacíos
Cuando se produce una colisión entre galaxias, a pesar de las ingentes cantidades de estrellas y planetas que las componen, la eventualidad de un choque directo entre objetos es ínfima. Esto es debido a que las distancias que separan los soles de una galaxia son tan enormes que los auténticos dominadores de estas estructuras son los espacios vacíos.
Sin embargo, este tipo de acontecimientos modifica drásticamente las formas de las galaxias y puede cambiar las órbitas de sus estrellas. De hecho, los astrónomos han identificado, en la Vía Láctea, flujos de astros cuyo movimiento apunta a fusiones pasadas en las que nuestra galaxia fagocitó e incorporó otras estructuras menores.