Núria Sebastián Gallés lleva más de tres décadas estudiando cómo procesa el cerebro humano el lenguaje, cómo aprendemos a hablar y qué ocurre cuando, desde la cuna, convivimos con más de una lengua. La psicóloga e investigadora de la Universitat Pompeu Fabra ha transformado la manera en que entendemos la adquisición del lenguaje en entornos multilingües. Su trayectoria ha sido galardonada con el Premi Nacional de Recerca, otorgado la Generalitat y la Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació (FCRI), que le entregará hoy el president Salvador Illa en un acto en el Teatre Nacional de Catalunya.
¿Cómo acabó estudiando Psicología, si le gustaban las ciencias?
Para fastidiar a mis padres. Era un poco rebelde. Empecé arquitectura porque me gustaban las matemáticas y la física, pero era un desastre dibujando. Al final la dejé y no sé ni por qué escogí psicología, supongo que creía que era lo que más iba a molestar a mi familia. En tercero de carrera les dije que la dejaba, y mis padres me contestaron: “Tú haz lo que quieras con tu vida, pero no con nuestro dinero”. Me encontraron un trabajo y, cuando vi que tendría que madrugar todos los días y que se acabaría mi juerga universitaria, decidí acabar la carrera. Fue en cuarto cuando descubrí la asignatura de psicología experimental, y ahí me hice la pregunta que todavía me acompaña: ¿cómo puedo hacer lo que estoy haciendo, que es hablar? ¿Y cómo tú puedes estar entendiendo lo que digo? Desde entonces no he parado.
¿Qué podemos aprender sobre el cerebro si entendemos cómo adquirimos el lenguaje?
Nos ayuda a entender cómo funciona el cerebro humano. Para saber cómo se aprende, hay que saber hacia dónde vamos. Aunque me he hecho conocida por los estudios con bebés, la mayoría de mi investigación es con adultos. Y al estar en Barcelona, mucha gente que estudiaba era bilingüe. Comencé a investigar cómo hacen los bebés que crecen en un entorno bilingüe para aprender el lenguaje, pero con métodos experimentales, no solo observacionales como se había hecho hasta el momento. Los estudios que había estaban centrados en la producción del lenguaje: qué dicen los niños y cuándo. Pero para cuando dicen algo, ya saben mucho. Nosotros quisimos ir al principio de todo.
¿Cómo se investiga a un bebé que aún no sabe hablar?
Con medidas conductuales, como la atención visual. En un experimento típico, el bebé tiene una pantalla delante y altavoces a los lados. Cuando mira hacia un lado, se activa un estímulo: por ejemplo, suena una frase como “Miró por la ventana y vio que estaba nevando”. Los bebés aprenden rápido que al mirar, pasa algo. Y siguen mirando, pero llega un momento en que se cansan. Entonces introducimos un cambio: una frase nueva, o una lengua distinta. Si el bebé nota la diferencia, vuelve a mirar. El interés se reactiva. Esto nos permitió ver, por ejemplo, que un bebé de cuatro meses y medio criado solo en catalán es capaz de distinguir perfectamente entre catalán y castellano, igual que uno expuesto a ambas lenguas. Incluso cuando las lenguas son muy parecidas, como el catalán de Barcelona y el catalán de Tortosa, pueden discriminarlo gracias a que cambia la distribución de las vocales.
¿También distinguen idiomas que nunca han escuchado?
Sí. Ya se sabía que algunos monos, como los titíes, o incluso ratas de laboratorio, pueden discriminar entre el holandés y el japonés. No es un disparate pensar que los bebés humanos también. Pueden distinguir lenguas muy distintas en ritmo lingüístico desde el nacimiento, pero si el ritmo es parecido, como entre catalán y español, no las distinguen al nacer. Por eso estudiamos qué pasaba a los cuatro meses y medio, y vimos que ahí ya discriminan perfectamente.
¿Crecer en un entorno multilingüe cambia la forma en que los bebés aprenden?
Hay diferencias, pero son muy pequeñas. Tanto los bebés monolingües como los bilingües discriminan lenguas, pero lo hacen de forma distinta. En un experimento vimos que los bebés monolingües se orientaban más rápido hacia su lengua materna que hacia una extranjera. Pero los bilingües hacían justo lo contrario: tardaban más en orientarse hacia su lengua materna que hacia la extranjera. Lo repetimos con distintos grupos, edades y lenguas, y siempre salía igual. No sabíamos por qué. Después lo medimos con EEG (electroencefalograma), y vimos que los bilingües procesaban con más intensidad su lengua materna, es decir, dedicaban más recursos, como si la analizaran más profundamente. La diferencia eran milisegundos, pero el patrón era claro y se repetía en todos los experimentos realizados por otros equipos. Como si para ellos fuera un estímulo que exige más atención. Sin embargo, no hay ninguna evidencia de ventaja en el aprendizaje de un bilingüe frente a un monolingüe, ambos llegan al mismo punto aunque de forma diferente.
¿Qué tecnologías permiten hoy observar el cerebro de un bebé en acción?
El EEG no permite saber con precisión qué zonas del cerebro están implicadas. Así que, en un próximo estudio en colaboración con el ICFO (Institut de Ciències Fotòniques), utilizaremos técnicas que miden el nivel de oxígeno en sangre mediante un rayo de luz para saber qué áreas están más activas. Combinaremos eso con comportamiento y EEG para ver qué ocurre.
¿Un bebé bilingüe domina sus dos lenguas por igual?
No. Siempre hay una lengua dominante, la que se establece antes, casi siempre la materna. Todos estos procesos de aprendizaje de una lengua ocurren en los primeros meses de vida. Es donde se sientan las bases.
¿Es cierto que los bebés bilingües mezclan los idiomas?
No, es un mito. Tienen el mismo número de palabras conceptuales que los monolingües. Puede que digan “silla” cuando están hablando en catalán porque no saben “cadira”, pero no hay confusión. Saben perfectamente quién habla qué lengua. Mi madre siempre decía que yo nunca le hablé en español ni a mi padre en catalán.
¿Hay lenguas más fáciles de aprender para un bebé?
Todas las lenguas son igual de fáciles para los bebés. Lo que cambia es dónde está la dificultad. Algunas codifican mucho en una sola palabra, como el español. Dices “regresarán” y ahí está el sujeto, el tiempo verbal y el concepto de retorno. En inglés necesitas cuatro palabras para expresar este concepto: “they will come back”. Y en lenguas como el navajo toda la frase puede estar en una sola palabra. No hay una lengua más difícil que otra, el cerebro humano puede con todas.
Entonces, ¿el cerebro de un bebé es como una esponja?
No. A mí esta metáfora no me gusta. El cerebro de un bebé cambia estructuralmente y va adquiriendo capacidades. No es una esponja, es una orquesta que se afina. Comienza siendo un cuarteto de cuerda y poco a poco pasa a ser una orquesta de cien personas. Las zonas auditivas maduran pronto, y eso hace que se ajusten al tipo de estímulos que oyen. No es que los bebés lo absorban todo, es que se sintonizan, como una radio. Luego, cambiar esa sintonización cuesta mucho más. Por eso de pequeños, con una corta exposición podemos aprender mucho.
¿Influye el tono con el que hablamos a los bebés en su aprendizaje?
Sí, y este tema genera bastante discusión. Por ejemplo, cuando las madres hablan a sus bebés, usan un tono exagerado, muy marcado. Porque suena más atractivo. Si tú estás en una conferencia y el ponente es plano, te duermes. Pero si cambia el tono y es dinámico, aguantas más. Pues esto es igual: al bebé le hablas con mayor musicalidad porque es más estimulante y se mantiene más atento.
¿Las pantallas pueden afectar al desarrollo del lenguaje en la infancia?
Imagina que llegas a casa, el bebé llora desconsoladamente, tienes que hacer la cena. Le pones la tele cinco o diez minutos. Eso te da tranquilidad y, después, probablemente una interacción más sana con el niño. El problema, evidentemente, es si el niño pasa el día entero con la tablet. Eso es malo, para la vista, para el desarrollo... Pero no es distinto de lo que pasaba antes con la televisión. El punto está en el equilibrio y el sentido común. Se ha demonizado mucho la pantalla, pero ¿el problema es la pantalla o lo que viene con ella, como la falta de interacción, el no moverse, el no tocar? Hay un estudio que lo ilustra muy bien. Lo hicieron con tres grupos de bebés. Al primero, lo expusieron a una mujer que les contaba un cuento en persona. Al segundo, la misma señora les contaba el mismo cuento a través de una televisión enorme. Al tercero, solo se les ponía el audio. ¿En cuál de los tres grupos los bebés aprendieron algo? Solo en el primero.
