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España triplica el consumo de ultraprocesados en 20 años y se aleja de la dieta mediterránea

Salud pública

La ingesta creciente de alimentos industriales comporta más riesgo de enfermedades crónicas, alerta un consorcio científico internacional

Un bodegón de productos ultraprocesados

Getty Images

El consumo creciente de alimentos ultraprocesados (AUP) está desplazando las dietas tradicionales, como la mediterránea en España, y comporta un aumento de enfermedades crónicas, advierte un consorcio científico internacional en un informe publicado ayer en la revista médica The Lancet.

Los expertos detallan cómo los AUP dañan la salud y cómo las multinacionales alimentarias los diseñan y promocionan para que los consumidores los prefieran a otros productos. “Tenemos datos de 93 países y en todos está en aumento el consumo de ultraprocesados. Si tenemos algo que es dañino y que está aumentando en todas partes, tenemos una emergencia”, declaró ayer en rueda de prensa Carlos Monteiro, de la Universidad de Sao Paulo, que ha liderado el consorcio.

En España, uno de los países analizados con más detalle, el consumo de AUP se ha triplicado en dos décadas. Ha pasado de representar el 11% de las calorías consumidas al 32%. De los 93 países analizados, es uno de los que ha tenido un incremento más rápido en el consumo de AUP.

Un consorcio científico internacional denuncia que la industria alimentaria actúa en contra de la salud pública como la del tabaco

“Los alimentos ultraprocesados están modificando nuestra forma de alimentarnos y afectando a la salud de la población”, declara en un comunicado Maira Bes-Rastrollo, catedrática de medicina preventiva de la Universidad de Navarra y coautora de la parte del informe sobre los efectos de los AUP sobre la salud.

El consorcio científico, formado por 43 especialistas de 10 países, reclama una regulación más estricta de los AUP- Proponen que sea obligatorio indicar en los envases qué alimentos son ultraprocesados, prohibir que se publiciten a la infancia, restringir su venta en lugares públicos como escuelas y hospitales y gravarlos con más impuestos para sufragar alternativas más saludables.

Los alimentos ultraprocesados se definen como aquellos que están elaborados de manera industrial buscando un coste mínimo (con ingredientes baratos como grasas hidrogenadas, aislados proteicos o jarabes de glucosa o fructosa) y un beneficio máximo (con aditivos que los hacen más atractivos como colorantes, aromatizantes y emulsionantes). Se diseñan para ser lo más apetitosos posible, de manera que sean consumidos de manera recurrente y desplacen a otros alimentos, y se promocionan de manera agresiva.

“La industria de los AUP es emblemática de un sistema de alimentación que está controlada de manera creciente por corporaciones transnacionales que priorizan los beneficios corporativos por delante de la salud pública”, denuncia The Lancet en un editorial que acompaña los seis artículos del informe.

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Las personas que consumen más AUP tienen más riesgo de sufrir enfermedad de Crohn (un riesgo un 90% mayor que las personas que consumen menos), obesidad abdominal (33%), exceso de colesterol y/o triglicéridos (26%), depresión (23%) o enfermedades coronarias (19%), entre otras. La mortalidad es un 18% más alta para las personas que consumen más AUP, en comparación con las que consumen menos.

Los posibles mecanismos que explican estos daños incluyen un consumo excesivo de algunos nutrientes como azúcar o sal, un consumo insuficiente de otros nutrientes como los fitoquímicos de vegetales frescos, la tendencia a comer en exceso o la ingesta de sustancias potencialmente dañinas como -entre otras- microplásticos o algunos aditivos.

Los autores del informe reconocen que hay incógnitas científicas aún por resolver en torno a los AUP. Advierten que faltan estudios para distinguir entre diferentes tipos de ultraprocesados, para comprender mejor sus efectos biológicos y para analizar sus efectos a más largo plazo. Pero consideran que las evidencias acumuladas hasta la fecha son suficientes para empezar a actuar.

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Las acciones “deben asegurar que los alimentos frescos o mínimamente procesados sean accesibles y asequibles, no solo para quienes tienen tiempo de cocinar, sino para personas y familias ocupadas que dependen de opciones de conveniencia”, destaca en un comunicado Gyorgy Scrinis, de la Universidad de Melbourne (Australia).

Deben complementarse, según los autores del informe, con una regulación más estricta de los AUP porque las multinacionales alimentarias “están aplicando el mismo manual que la industria del tabaco y la de los combustibles fósiles”, señaló ayer en la rueda de prensa Philip Baker, de la Universidad de Sídney (Australia). “Primero dicen ‘si nos reguláis, será malo para la economía’. Después dicen ‘confiad en nosotros, nos autorregulamos’, mientras continúan aumentando las ventas de productos perjudiciales y apuntando a los niños. Y, al igual que la industria del tabaco, utilizan a científicos para sembrar dudas y confundir el debate”.

La iniciativa para poner coto a los AUP cuenta con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Unicef, que aportan sendos artículos al dossier de The Lancet destinado a concienciar sobre las prácticas de las multinacionales de la alimentación.