Casi el 90 % de la población metropolitana vive expuesta a una oferta de comida poco saludable

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La dependencia de alimentos importados, la escasez de productos frescos y el predominio de opciones procesadas elevan tanto las emisiones contaminantes como la generación de residuos

La dieta contribuye a prevenir hasta un tercio de los cánceres más comunes

Supermercado en Barcelona

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Àlex Garcia

El 88,65 % de la población metropolitana vive en lo que se conoce como “pantanos alimentarios”: zonas con una alta concentración de productos poco saludables —como comida rápida y alimentos ultraprocesados— accesibles en menos de cinco minutos a pie. Así lo revelan los estudios presentados esta mañana durante la jornada Los caminos de la alimentación, organizada por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB).

El encuentro, que ha reunido a expertos del Instituto Metrópoli y del Instituto de Investigación Urbana de Barcelona (IDRA), ha puesto de relieve que los entornos alimentarios de la metrópolis reflejan profundas desigualdades sociales y ambientales.

El problema se agrava aún más cuando se cruzan los datos con los niveles de renta. Más del 9 % de esa población también reside en áreas con un elevado riesgo de pobreza, lo que evidencia que la mala alimentación no es solo una cuestión de elección personal, sino también de accesibilidad económica y territorial.

En los últimos 60 años hemos perdido el 60 % del territorio destinado a producir alimentos”

Janet SanzVicepresidenta de Acció Climàtica del AMB

El estudio Actualización de la cartografía y caracterización de los entornos alimentarios locales en el ámbito del AMB  traza un mapa de los entornos alimentarios del área metropolitana. Según el informe presentado, aunque los “desiertos alimentarios” –zonas sin acceso cercano a productos frescos– son casi inexistentes en la metrópolis, la gran amenaza para la salud pública y la equidad social son los pantanos alimentarios, que combinan oferta poco saludable con contextos de precariedad. Barrios como Ciutat Meridiana, la Ribera o la Mina son ejemplos, donde la totalidad de la población está expuesta a entornos desfavorables para una dieta equilibrada.

La concentración de alimentos procesados no solo afecta la salud, sino que está ligada a un sistema alimentario que acentúa la emergencia climática. La dependencia de productos importados y el escaso peso de los productores locales incrementan las emisiones por transporte, el consumo energético por conservación, y los residuos por embalaje.

“En los últimos 60 años hemos perdido el 60 % del territorio destinado a producir alimentos. Los datos e información demuestran que si seguimos en esta dirección, tendremos un problema de abastecimiento porque seremos muy frágiles y dependientes”, explicó la vicepresidenta de Acció Climàtica del AMB, Janet Sanz. El sistema alimentario actual no solo contribuye a profundizar las desigualdades sociales, sino que también agrava la crisis climática. La dependencia de alimentos importados, la escasez de productos frescos y el predominio de opciones procesadas elevan tanto las emisiones contaminantes derivadas del transporte y la conservación, como la generación de residuos por el uso de envases.

Un hombre trabaja frente a un puesto de frutas en Mercabarna, en Barcelona, Catalunya (España), a 9 de diciembre de 2020. Hoy ha tenido lugar la inauguración de Biomarket, el primer mercado mayorista de España y el segundo en Europa exclusivamente dedicado a productos bío, principalmente de frutas y hortalizas.

Un hombre trabaja frente a un puesto de frutas en Mercabarna, en Barcelona

David Zorrakino - Europa Press / Europa Press

En ese sentido, el proyecto europeo FoodCLIC, del que el AMB forma parte, ha servido para impulsar soluciones concretas en barrios como Sant Cosme y Fondo. Iniciativas como Cuina de Barri —que ofrece comida saludable a precios accesibles y genera empleo local— o los grupos de consumo ecológico en zonas vulnerables muestran que es posible revertir esta tendencia con políticas coordinadas y acción comunitaria.

Otro de los estudios presentado, Anticiparse a las crisis alimentarias, elaborado por Rubén Martínez y Adrià Rodríguez del Institut de Recerca Urbana de Barcelona, apunta a la pérdida de protagonismo de los alimentos de proximidad en la red de distribución. En las últimas décadas, la presencia de producto catalán en Mercabarna ha caído del 53 % al 15 %, lo que ha debilitado la soberanía alimentaria del territorio.

Para revertir esta situación, el AMB propone transformar Mercabarna en un motor de transición agroecológica, mediante inversiones verdes, compra pública para productores locales y una red de mercados mayoristas de proximidad.

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La nueva cartografía de entornos alimentarios elaborada por el Instituto Metrópoli permite identificar dónde es más urgente actuar. Esta herramienta muestra, por ejemplo, que si bien hay “oasis ecológicos” en algunos barrios, muchos de ellos son “espejismos alimentarios”: lugares donde hay oferta saludable, pero los precios son inaccesibles para las rentas más bajas. En barrios como la Torrassa o Fondo, más del 90 % de la población vive en este tipo de espejismos.

“El objetivo del inicio de estas jornadas es darle la vuelta a ese 90 % de mal acceso a una alimentación sostenible, saludable y de proximidad”, explicó Sanz. “Plantear un horizonte en el que podamos, desde las administraciones públicas, garantizar que el 90 % de nuestro territorio metropolitano esté bien alimentado desde una perspectiva de salud y de vida es el objetivo para hacer frente a la crisis climática”.

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