Si hace un año le hubieran dicho a Tessa Hulls que haría historia en los Pulitzer, no lo habría creído. No en vano se enteró de su hazaña casi por casualidad. Mientras preparaba bocadillos en el Capitolio de Juneau (Alaska) —donde trabaja como cocinera estacional durante la sesión legislativa para desconectar de la vida freelance—, un congresista se le acercó con un bombazo: Alimentar a los fantasmas, su primera novela gráfica, acababa de convertirse en el segundo cómic de la historia en ganar un Pulitzer. El primero fue Maus, de Art Spiegelman, en 1992.
No es poca cosa: hablamos de un premio que suele reservar su gloria para las memorias tradicionales, no para relatos ilustrados que navegan entre el dolor familiar y la catarsis personal. Cierto es que el libro de Hulls, publicado en 2024 y recién llegado al mercado literario español, ya venía cosechando premios dentro del mundo del cómic... Pero el Pulitzer juega en otra liga. Y ganarlo es tocar el cielo con los dedos.
La novela gráfica que arrasa en ventas alrededor del mundo:
Alimentar a los fantasmas
Tessa Hulls

'Alimentar a los fantasmas', una novela gráfica publicada por Reservoir Books
Con casi 400 páginas de ilustraciones intensas en blanco y negro, referencias literarias y un despliegue emocional abrumador, la obra ha sido reconocida por el jurado como una pieza “conmovedora” que convierte el trauma familiar en una experiencia artística poderosa. No es solamente un cómic, sino que va más allá; se trata de una inmersión profunda en la herencia emocional, una historia que salta de generación en generación y que, ahora, llega al olimpo de la literatura.
El argumento se construye como un collage íntimo en el que la autora recorre el legado emocional de tres mujeres —ella misma, su madre y su abuela— unidas por una línea invisible de dolor, exilio, enfermedad mental y fortaleza callada. Es una historia de mujeres que huyen, callan, cuidan y explotan. Que sobreviven, al fin y al cabo, con la premisa de seguir adelante.
La obra es también un viaje: desde la China de la Revolución Cultural hasta la América del desarraigo, pasando por los pasillos de hospitales y los silencios familiares. Hulls no solo dibuja escenas, sino atmósferas; crea una narrativa híbrida en la que se cruzan cartas, recuerdos, citas literarias, crónicas de viaje y viñetas que respiran tensión por todos los costados.
En este sentido, la novela gráfica no sigue la estructura clásica de principio, nudo y desenlace: se mueve como lo hace la memoria, en espirales, con fogonazos que se repiten y magnifican. La lectura se vuelve una experiencia emocional y estética, como si uno paseara por un diario ilustrado de otra persona… Y descubriera que, en el fondo, se parece al suyo.

La novela gráfica que está arrasando en ventas alrededor del mundo
Ahí reside la magia de Alimentar a los fantasmas: en su capacidad para tocar fibras universales a través de una historia personal. Lo que podría haberse quedado en un vaivén de emociones íntimas se convierte, gracias al talento narrativo y gráfico de Hulls, en una reflexión potente sobre la herencia emocional, la maternidad, la salud mental y la identidad.
Una obra que no solo merece su Pulitzer, sino el lugar que ya se está ganando en el corazón de miles de lectores. Son cientos las reseñas que la ponen por las nubes, y que la catapultan a repetir el éxito monumental de Maus, el original cómic sobre el Holocausto que publicó Art Spiegelman. Si será capaz de llegar o no al mismo nivel de prestigio, lo sabremos con el tiempo.
La novela gráfica que hizo historia antes que la de Tessa Hulls
Maus (1992)
Art Spiegelman

Maus, de Art Spiegelman
El camino que sigue Alimentar a los fantasmas fue abierto en 1992 por Maus, la novela gráfica de Art Spiegelman que se convirtió en la primera de la historia en ganar el Pulitzer. Un antes y un después no solo en el mundo del cómic, sino en la literatura contemporánea. Publicada originalmente en dos volúmenes entre los años 80 y principios de los 90, narra la historia real del padre del autor, un judío superviviente del Holocausto, pero lo hace con una metáfora visual inolvidable: los judíos son ratones, los nazis gatos y los polacos cerdos.
Con un estilo sobrio en blanco y negro, Art Spiegelman convirtió el lenguaje del cómic en una herramienta poderosa para abordar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad, mostrando que el medio podía ser tan profundo y conmovedor como cualquier novela o ensayo. Una historia sobre la supervivencia, pero también sobre la culpa, la identidad y la difícil tarea de entender a los padres desde la distancia de los años.
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