Miguel Alcubierre, físico teórico mexicano conocido por su contribución a la teoría de propulsión por curvatura (el “motor de Alcubierre”), ha compartido un análisis riguroso sobre las probabilidades de vida extraterrestre. Su aproximación, basada en datos astronómicos concretos y en el conocimiento de la evolución terrestre, combina escepticismo científico con fascinación cósmica.
Cientos de miles de millones de oportunidades
La abundancia planetaria. Alcubierre parte de una base astronómica sólida: “nuestra galaxia tiene como cuatrocientos mil millones de estrellas, y hoy sabemos que prácticamente todas esas estrellas seguramente tienen planetas”. Esta abundancia significa que “estamos hablando de cientos de miles de millones de planetas”.

Ilustración que imagina un sistema con planetas habitables.
Ante esta inmensidad, el físico concluye que “pues en ellos algunos de ellos seguramente habrá condiciones similares a la Tierra donde haya surgido vida”. Su estimación es que “la vida debe ser más o menos común, sobre todo la vida simple, vida tipo bacterias, organismos unicelulares”.
La rareza de la vida compleja
El científico introduce un matiz crucial basado en la historia terrestre: “las primeras plantas y animales complejos surgieron apenas hace como seiscientos, setecientos millones de años. Eso quiere decir que durante tres mil millones de años en la Tierra solo había bacterias”.
Esta línea temporal sugiere que “animales y plantas deben ser bastante más raros” que la vida microbiana. La evolución hacia la complejidad requiere no solo condiciones adecuadas sino también tiempo y estabilidad planetaria excepcionales.

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La contingencia de la inteligencia
El factor asteroide. Alcubierre presenta un argumento fascinante sobre la rareza de la inteligencia: “El hecho de que existamos es una contingencia muy poco probable”. Ilustra este punto con el ejemplo de los dinosaurios: “Los dinosaurios se extinguieron en la Tierra hace sesenta y cinco millones de años porque nos chocó un asteroide grandote”.
El físico especula: “tendríamos un planeta lleno de dinosaurios todavía y sin ninguna cultura, si nomás si no nos pega ese asteroide”. Este evento fortuito, que eliminó a los dinosaurios y permitió el ascenso de los mamíferos, sugiere que el desarrollo de inteligencia tecnológica requiere circunstancias excepcionales.

Recreación del impacto de un enorme meteorito sobre la Tierra
La juventud humana
Alcubierre contextualiza nuestra posición en el cosmos: “El ser humano como especie tiene doscientos mil años, apenas que surgió”. Esta juventud contrasta con la escala temporal cósmica y sugiere que “si existe algún tipo de vida inteligente allá afuera, lo más probable es que también sean mucho más viejos que nosotros”.
El físico argumenta: “La civilización humana es muy reciente en el planeta Tierra. Entonces casi casi con seguridad, si existe otra civilización allá afuera, es mucho más antigua que nosotros”.
Encuentros con civilizaciones avanzadas. Esta disparidad temporal no desanima a Alcubierre, sino que le entusiasma: “me encantaría conocerlos, porque si existen, todos tendríamos mucho que aprender de ellos”. La posibilidad de encuentro con civilizaciones más antiguas representaría una oportunidad única de aceleración cultural y científica para la humanidad.
El equilibrio entre probabilidad y rareza. La conclusión de Miguel Alcubierre presenta un equilibrio fascinante: mientras la vida simple probablemente abunda en la galaxia (“seguramente hay millones y millones de mundos en la galaxia donde eso existe”), la vida inteligente tecnológica sería extremadamente rara debido a las múltiples contingencias evolutivas requeridas.