La inteligencia es un concepto complejo que va más allá del coeficiente intelectual o del rendimiento académico. Según la psicoterapeuta Krumma Jonsdottir, hay una sencilla costumbre que las personas más inteligentes practican cada día y que influye directamente en su capacidad para resolver problemas, gestionar emociones y afrontar los desafíos de la vida.
Un hábito clave para desarrollar la inteligencia
A menudo, se asocia la inteligencia con el conocimiento académico o la rapidez mental, pero los expertos en psicología destacan que la verdadera inteligencia se construye a lo largo del tiempo a través de experiencias, emociones y relaciones sociales.
Jonsdottir señala que un hábito fundamental en las personas con mayor inteligencia es fomentar diariamente emociones positivas como la gratitud, el optimismo y la alegría. Esto no solo mejora la capacidad para afrontar problemas, sino que también ayuda a reflexionar sobre los errores sin caer en la frustración.

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Cómo influyen las emociones positivas en el desarrollo cognitivo. El desarrollo de la inteligencia no es un proceso estático, sino que evoluciona a partir de la interacción con el entorno. Combatir las emociones negativas como el miedo, la ira o la frustración es clave para evitar quedarse atrapado en ciclos de pensamientos repetitivos que impidan el progreso personal.
Por el contrario, practicar emociones positivas cada día facilita la adaptación a nuevas situaciones, mejora la toma de decisiones y fortalece la inteligencia emocional, un aspecto clave para el bienestar personal y el éxito en la vida.

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Según Jonsdottir, este hábito permite que las personas desarrollen resiliencia, empatía y autoconciencia, habilidades fundamentales para gestionar de forma eficaz las exigencias diarias.
El entorno también influye en tu inteligencia
Otro factor relevante en el desarrollo de la inteligencia es el círculo social. Rodearse de personas positivas y motivadoras ayuda a fortalecer el pensamiento crítico y a ver el lado constructivo de cada situación.

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Las actitudes optimistas de los demás pueden ser contagiosas, favoreciendo una mentalidad que impulsa la creatividad, el aprendizaje continuo y la resolución de problemas de manera más efectiva.
Vía Krumma Jonsdottir