Apenas tenía dos años cuando sorprendió a su maestra escribiendo los nombres de todos sus compañeros de clase sin que nadie se lo hubiera enseñado. “¿Vosotros le habéis enseñado a leer y a escribir?”, preguntó la docente a los padres de Javier. La respuesta fue clara: “No”. Así empezó la historia de uno de los talentos más excepcionales de nuestro país.
Javier Martínez, hoy con 17 años, no solo ha demostrado ser un niño superdotado, sino también un joven extraordinariamente maduro y emocionalmente equilibrado. Ha saltado varios cursos durante su etapa escolar y, actualmente, estudia el doble grado de Física y Matemáticas en la Universidad de Edimburgo, una de las instituciones más prestigiosas del mundo, donde ha accedido directamente al segundo curso. Así lo recoge el periodista Pedro Simón en El Mundo, en una extensa entrevista que dibuja el perfil de un joven brillante, pero también humilde y con los pies en la tierra.
Un joven superdotado... y emocionalmente estable
La historia de Javier no es solo la de un coeficiente intelectual elevado. Su madre, Eva Pinel, explica que desde pequeño sorprendía por su madurez emocional: “Desde muy niño demostró un equilibrio emocional como pocos”. No era solo la rapidez con la que aprendía o su insaciable curiosidad por cualquier tema, sino también su capacidad de empatía y su habilidad para relacionarse con niños y adultos por igual.

Niño leyendo
A los seis años ya había sido evaluado para confirmar sus altas capacidades. A los ocho, Javier era consciente de su diferencia con el resto: “Cuando la profe hace una pregunta siempre me sé la respuesta… Pero aunque levanto la mano, no siempre me pregunta a mí. He decidido que voy a levantar la mano una de cada cinco veces”, le confesó un día a su madre.
Saltos académicos. Desde entonces, el joven fue saltándose cursos: de 3º a 5º de Primaria, de 2º a 4º de ESO. Con solo 16 años accedió directamente al segundo curso del exigente doble grado de Edimburgo. ¿La razón? Su nivel estaba muy por encima de lo habitual.
Una de las anécdotas más reveladoras. “Cuando tenía ocho años, vino un día a casa y vi que le pasaba algo. Le pregunté. 'Es que me pasa una cosa…'. '¿El qué, hijo?'. 'Que cuando la profe hace una pregunta siempre me sé la respuesta... Y, aunque levanto la mano, no siempre me pregunta a mí'. 'Es normal, Javier'. 'He decidido que voy a levantar la mano una de cada cinco veces... Creo que, si la levanto una de cada cinco veces, a lo mejor sí que me pregunta a mí'”.
Más allá de su intelecto brillante, Javier siempre ha demostrado una madurez emocional poco común. “Desde muy pequeño ha sido como si tuvieses un adulto delante”, señala su madre, también fundadora de la fundación Indifferent Minds, dedicada a apoyar a jóvenes con altas capacidades.

Edimburgo al anochecer
Su presente en Escocia
Madurez, cafés y notas sobresalientes. Instalado en una residencia universitaria en Edimburgo, rodeado de estudiantes mayores que él, Javier asegura que no se siente distinto: “Aquí no soy consciente de que todos me sacan dos o tres años. En el instituto no se me olvidaba, porque las diferencias físicas eran muy evidentes. Ahora ya no tanto”.
Estudia con intensidad, juega al baloncesto, sale con amigos, y —como él mismo reconoce— no siempre optimiza el tiempo en los exámenes porque es demasiado tranquilo. Pero aún así, obtiene las notas más altas.
Objetivos. Entre cafés, cartas y libros de Física de la materia, Javier apunta hacia su siguiente meta: entrar en el prestigioso máster Part III of the Mathematical Tripos en la Universidad de Cambridge.

Universidad de Cambridge
La realidad de los niños con altas capacidades en España. Según datos del Ministerio, en España hay más de 51.000 alumnos identificados como de alta capacidad. Pero los expertos estiman que el 90% de estos talentos no están ni siquiera detectados. El sistema educativo, lamentablemente, sigue sin estar preparado para absorber la excelencia. Y como en el caso de Javier, muchos acaban buscando fuera del país un entorno que les permita desarrollarse plenamente.