Para Álex Rovira Celma, escritor y conferenciante barcelonés de 56 años, presumir no solo es inútil, sino que puede convertirse en una de las estrategias más fallidas en las relaciones humanas.
En un reciente vídeo publicado en TikTok, el autor desmonta la idea de que hablar constantemente de nuestros logros nos hará más admirados. Al contrario, sostiene que “presumir actúa como un repelente invisible, genera desconfianza, incomodidad y finalmente rechazo”.
La autenticidad como valor escaso
Rovira explica que, cuando una persona se esfuerza demasiado por demostrar su valor, termina logrando el efecto opuesto: deja de escuchar a los demás, convierte la conversación en un monólogo y genera una sensación de irrelevancia en su interlocutor. Esto provoca que la conexión auténtica desaparezca y que, poco a poco, la relación se desgaste.

Captura de vídeo
Según el escritor, cuanto más tratamos de impresionar, menos auténticos parecemos. Y la autenticidad, recuerda, “es magnética porque es escasa”. Las personas detectan con facilidad la impostura y la exageración, lo que genera desconfianza. De hecho, para Rovira, la verdadera confianza “es silenciosa y serena, no necesita megáfonos ni escaparates”.

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Detrás de la necesidad de presumir, asegura, suele esconderse una profunda inseguridad: el miedo a ser subestimado. Paradójicamente, este impulso termina garantizando precisamente lo que se intenta evitar. “Quien presume revela mucho más de sus carencias que de sus virtudes”, apunta.

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Lo que realmente se recuerda
El autor recuerda que los momentos más valiosos con otras personas no son aquellos en los que nos hablan de sus hazañas, sino los que nos hacen sentir acompañados, inspirados o comprendidos. La humildad, afirma, es mucho más atractiva que la ostentación, porque deja que las acciones hablen por sí solas.
En su reflexión, Rovira lanza un consejo claro: cuando aparezca la urgencia de presumir, conviene recordar que la gente no retiene tanto lo que decimos de nosotros, sino cómo la hacemos sentir. Y advierte que el exceso de autoelogio puede llevar a la soledad, no por envidia de los demás, sino por puro agotamiento.