Muchos se preguntan cómo puede ser que ayer fuese el final del verano y mañana prácticamente Navidad. Lo curioso es que, conforme pasan los años, los días pasan incluso más rápido. El psicólogo y filósofo alemán Marc Wittmann, de la Universidad de Munich, ha empleado casi 20 años en investigar este fenómeno.Sorprendentemente, han conseguido dar con la verdadera razón que lo explica, y todo tiene que ver con nuestro cerebro.
Durante sus investigaciones, Wittman se dio cuenta que observar el paso del tiempo durante la última década resulta especialmente revelador. “Llega un momento en el que simplemente hemos ‘aceptado’ que el tiempo pasa deprisa”, reconoce el psicólogo. Como explica, tras su trabajo detrás de los estudios realizados en los últimos 20 años, todos los participantes comentaron lo mismo: “La última década de la vida se siente cada vez más rápida a medida que envejecemos”.
Esta percepción subjetiva no está relacionada con el tiempo real, sino con la manera en que nuestro cerebro procesa la información y almacena los recuerdos. Es precisamente este hallazgo el que más llamó la atención del investigador. “Nuestra percepción retrospectiva del tiempo se basa en la memoria: los periodos ricos en experiencias novedosas y significativas se perciben como más largos, mientras que la rutina comprime la duración”.
Para Wittmann, este principio podría explicar el efecto de la edad en la percepción subjetiva del tiempo. “La infancia, la adolescencia y la adultez temprana están repletas de primeras veces, cada una de las cuales añade peso a la memoria”, explica el especialista en salud mental. “Con el paso de los años, la rutina desplaza gradualmente la novedad, e incluso los cambios de trabajo o los viajes no pueden recrear la intensidad de los primeros hitos”, añade. “Al experimentar menos eventos significativos, la percepción subjetiva del tiempo se acelera a medida que envejecemos”.
Wittmann: “Con el paso de los años, la rutina desplaza gradualmente la novedad, e incluso los viajes no pueden recrear la intensidad de los primeros hitos”
Wittmann y su equipo se propusieron comprobar si la hipótesis de la memoria que subyace al efecto del envejecimiento era válida, algo que nunca se había examinado directamente. El estudio consistió en entrevistas y pruebas cognitivas a 120 adultos de entre 20 y 91 años en centros educativos de las ciudades de Friburgo, Zúrich y Roma. Además de evaluar la velocidad a la que había transcurrido el último año y la última década, los investigadores analizaron recuerdos autobiográficos de esos periodos y medimos el funcionamiento cognitivo.
“¿Sentimos que el tiempo pasa más rápido porque recordamos menos acontecimientos de nuestra vida? Sorprendentemente, la respuesta es no”, apunta Wittmann. A medida que envejecemos, parece que no perdemos la riqueza de nuestras experiencias; incluso podemos llegar a saborearlas más. En cierto modo, es un gran recordatorio para disfrutar del momento y que envejecer no solo no empaña nuestros recuerdos; los profundiza.
“Con el paso de los años, la rutina desplaza gradualmente la novedad, e incluso los cambios de trabajo o los viajes no pueden recrear la intensidad de los primeros hitos”, comenta Wittmann.
Sin embargo, el especialista señala el factor clave: el declive gradual de ciertas capacidades cognitivas, que comienza después de los 30 años, de forma leve pero perceptible, y se intensifica después de los 50.
“Este estudio es un excelente ejemplo de cómo la ciencia funciona mediante la falsabilidad. Los datos demostraron que estábamos equivocados”, apunta el experto. “En cambio, descubrimos que el deterioro cognitivo relacionado con la edad ayuda a explicar por qué la última década puede parecer que pasó volando”.
“Es el deterioro cognitivo relacionado con la edad ayuda a explicar por qué la última década puede parecer que pasó volando”, explica el psicólogo
Según el psicólogo John Wearden, una explicación común es que cuando somos niños, cada año representa una proporción significativa de nuestra vida, lo que hace que cada periodo temporal se sienta más largo. En cambio, para un adulto de 50 años, un año es solo una pequeña fracción de su vida, y por eso parece pasar más rápido.
“Este estudio es un gran recordatorio para disfrutar del momento y que envejecer no solo no empaña nuestros recuerdos; los profundiza.
Desde la perspectiva neurocientífica, estudios sugieren que la velocidad con la que nuestro cerebro procesa los estímulos y nuevas experiencias también afecta la percepción del tiempo. Cuando somos jóvenes, el cerebro está expuesto a más experiencias novedosas. Sin embargo, a medida que envejecemos, las rutinas y la familiaridad reducen la cantidad de nuevas experiencias. Sobre esto, Wittmann insiste que esta reducción en la novedad influye directamente en nuestra percepción temporal.
Aunque el tiempo físico es constante, nuestra experiencia subjetiva cambia con la edad, lo que ha sido documentado en numerosos estudios y respaldado por expertos en psicología y neurociencia. Entender este fenómeno puede ayudarnos a valorar más el presente y buscar nuevas experiencias que hagan que el tiempo se sienta más enriquecedor.
