La muerte es un elemento universal en todas las culturas, sin embargo, cada sociedad la aborda de manera particular. Mientras algunas la festejan, otras la incorporan a su rutina diaria y otras, como ocurre en una porción significativa de España, optan por eludirla, disimularla o experimentarla en la más absoluta privacidad. En una nación donde la conversación sobre el padecimiento aún constituye una prohibición social, entender el modo en que manejamos el adiós a alguien cercano se torna esencial para potenciar nuestro bienestar emocional.
Para considerar esta cuestión, la tanatopractora Soraya Toro dialogó recientemente con Alberto Herrera en COPE y compartió una perspectiva franca y esencial sobre nuestra vivencia de la muerte en la actualidad.
Tanatopraxia: una ocupación humana.
Toro explica que su labor va mucho más allá de los cuidados técnicos que recibe un cuerpo tras el fallecimiento.
Tanopraxia
“La tanatopraxia es muchas cosas a la vez. Es una de las profesiones más bonitas que existen porque es muy humana”, afirma. Su trabajo se basa en una combinación de empatía y serenidad: “Nos ponemos en la piel de la persona que acaba de perder a su ser querido y mantenemos la tranquilidad necesaria para gestionar algo que esa persona no podrá manejar por sí misma”.
En un momento tan delicado como la pérdida, su papel implica sostener emocionalmente a quienes atraviesan un duelo y no tienen la capacidad, ni la claridad, de gestionar lo práctico.
Tanopraxia
Vivir de espaldas al sufrimiento. La tanatopractora afirma que en España se ha extraviado la espontaneidad con la que antiguamente se afrontaba el deceso: “Desde que la sanidad avanzó, nos alejó de algo que antiguamente se vivía en tu propia casa”, detalla.
De acuerdo con su opinión, hemos cultivado una inclinación casi instintiva a eludir todo encuentro con el dolor: “Huimos de todo tipo de dolor… Yo creo que eso lo estamos haciendo mal. El dolor se tiene que vivir y se tiene que transitar”.
Su reflexión coincide con investigaciones en psicología del duelo que apuntan a que evitar el contacto emocional con la pérdida puede traducirse en duelos patológicos o bloqueados a largo plazo.
El tanatorio de Sancho de Ávila está ubicado en el barrio del Poblenou
¿Es apropiado que los niños asistan a un velatorio?
Uno de los puntos más contundentes de su intervención llegó cuando se le preguntó si los niños deberían estar presentes en un tanatorio cuando fallece un familiar cercano. Su respuesta no deja lugar a dudas: “Yo creo que sin duda sí”.
La experta afirma que ocultar la muerte a los pequeños puede generar consecuencias emocionales profundas: “Hay muchos traumas por esconder a un pequeño que su abuelito no va a volver más”. El error más habitual, señala, es inventar explicaciones fantasiosas: “El abuelo se ha ido a París”.
Para un niño, esa frase no es un consuelo: es una espera eterna. “Ese niño se queda esperando que su abuelo vuelva. Y eso se queda en su consciente y subconsciente”, advierte.
Las falsedades inocentes pueden parecer protectoras, pero en verdad obstaculizan que los jóvenes asimilen el duelo de forma clara y segura.
Normalizar la muerte para aprender a vivir mejor. El mensaje de Soraya Toro concuerda con la opinión de numerosos especialistas en duelo: es fundamental que la muerte se pueda nombrar, experimentar y comprender desde la infancia. Incorporar su realidad, en vez de ocultarla, fomenta la adquisición de herramientas emocionales más saludables para la vida adulta.
