Es una escena común: un perro pequeño ladra con intensidad o intenta morder, y la reacción general suele ser una mezcla de tolerancia y condescendencia. “Es que los perros pequeños son los más agresivos”, se suele escuchar. Sin embargo, Alejandro Carreño, etólogo, sale al paso de esta idea para desmontarla por completo.
A través de sus redes sociales, Carreño argumenta que este comportamiento no es una cuestión de genética o raza, sino el resultado directo de una serie de errores humanos muy concretos: la sobreprotección, la humanización extrema y la falta de socialización. Una explicación que traslada la responsabilidad del animal al dueño y ofrece una hoja de ruta para solucionarlo.
El origen del mito
La creencia de que los perros de talla pequeña son más propensos a la agresividad está profundamente instalada en la cultura popular. Frente a la reacción que provocaría un pastor alemán o un rottweiler mostrando la misma conducta, la de un chihuahua o un yorkshire terrier a menudo se minimiza o incluso se ve como algo gracioso.

Chihuahua
Carreño es tajante al respecto: “Esto sucede, pero no es por la raza ni por el perro, es por errores que cometemos nosotros con este tipo de perritos”. Según el etólogo, el problema no reside en el animal, sino en el mensaje que recibe de su dueño y en el entorno que este le construye. “Recordemos que la interpretación del mundo de nuestros perros está muy marcada por lo que nosotros les trasmitamos”, añade. El perro, en definitiva, actúa en respuesta a los estímulos y límites que se le marcan.
Los 3 errores humanos que crean un perro reactivo
1. El primer y más importante error es la sobreprotección. Al percibirlos como más vulnerables por su tamaño, los dueños tienden a interferir en todas sus interacciones, impidiendo que el animal aprenda a gestionar situaciones por sí mismo y generándole una ansiedad constante al transmitirle una sensación de peligro perpetuo.

Una dueña acaricia a su perro
2. El segundo error es la humanización extrema. “Tendemos a tratarles como peluches”, señala Carreño. Este trato consiste en someterlos a constantes achuchones y manoseos sin su consentimiento, ignorando sus señales de incomodidad. “Ellos también necesitan su espacio como cualquier otra raza y hay interacciones que les gustan y otras que no les gustan tanto”, recuerda el experto. Negarles este derecho deriva en frustración y, eventualmente, en agresividad como mecanismo de defensa.

Perro durmiendo en la cama
3. El tercer error crucial es el aislamiento. Muchos dueños de perros pequeños caen en la falsa idea de que su mascota “está hecha solo para estar dentro de casa”. Carreño alerta de que esta práctica es tremendamente dañina: “Aislarles solo causará problemas de conducta y ansiedad”.
La solución, por tanto, es todo lo contrario: “dejarles ver mundo”. La socialización temprana y continua con otros perros, personas y entornos diferentes es fundamental para que el animal gane confianza, sepa comportarse y no reaccione con miedo o agresividad ante lo desconocido.