En la intimidad de un consultorio psicológico, donde el tiempo se mide no por minutos, sino por revelaciones, hay gestos que dicen más que cualquier discurso. Uno de ellos, tan simple como poderoso, ocurre cuando el psicólogo extiende una caja de pañuelos a su paciente. No es un acto trivial. Es un momento cargado de humanidad, permiso y presencia.
El psicólogo Ángel Macías, a través de su cuenta de TikTok, ha hablado sobre la importancia del momento en el que un paciente se permite bajar la guardia para mostrar sus verdaderas emociones: “Una de las armas más poderosas que tenemos los psicólogos en consulta es la caja de pañuelos”, empieza diciendo.

Un hombre emocionado mientras hace terapia
“Es como clavar con el martillo un clavo en un corazón que se está convirtiendo en piedra para protegerse”
Experiencia. Macías explica que muchas veces en consulta, los profesionales notan que los pacientes se ponen tensos: “El paciente empieza a mirarte fijamente con los ojos abiertos. Aunque sigue hablando, lo hace en piloto automático, notas que no está”, comenta.

Llorar siempre es bueno
Un gesto liberador. Ofrecer una caja de pañuelos suele derribar todos los muros en el corazón de muchas personas: “Es un gesto que lo cambio todo, se derrumban. Es como clavar con el martillo un clavo en un corazón que se está convirtiendo en piedra para protegerse. Pero al resquebrajarlo pasa algo maravilloso”, explica.

Lo importante es saber qué terapia es más adecuada para cada uno
Los efectos de llorar. El experto afirma que al ofrecerles los pañuelos les esté dando permiso para llorar, algo que no se permiten ellos mismos: “Retenemos con un esfuerzo desgarrador la expresión de ciertas emociones porque en algún momento de nuestra vida aprendimos por las malas que mostrarse vulnerable es sufrir y es algo negativo“”, cuenta.
Mostrarse vulnerable no es un gesto de debilidad. Mostrarse vulnerable puede parecer contra intuitivo. Pero es, paradójicamente, uno de los actos más potentes: abre la puerta a relaciones más honestas, a liderazgos más humanos y a una vida con menos máscaras: “Mostrarse vulnerable es muy doloroso. Nunca tanto como la contención de mis emociones en el tiempo. Pero es un estado muy importante para sanar, que merecer ser aprendido”, termina diciendo Macías.