Durante generaciones, castigar ha sido visto como un método legítimo para educar. Muchos padres recurren a este recurso con la esperanza de corregir conductas y formar adultos responsables. Pero cada vez más voces en psicología infantil advierten: castigar no siempre educa. Y puede, incluso, dañar. Numerosos estudios han demostrado que el castigo reiterado genera miedo, resentimiento o desconexión emocional, más que aprendizaje genuino.
Alfonso Navarro es psicólogo especializado en adolescentes y, en uno de sus vídeos más recientes de TikTok, habla de los problemas que puede comportar castigar severamente a nuestros hijos: “Los castigos no sirven de mucho”, empieza diciendo.

Un padre intentando razonar con su hijo
“Puede que a corto plazo obedezca, pero no estarás consiguiendo una obediencia por respeto”
Consecuencias. El psicólogo habla de los efectos perjudiciales que puede tener este método: “Puede que a corto plazo obedezca, pero no estarás consiguiendo una obediencia por respeto. Déjame decirte que lo estás educando a través del miedo y tendrás un problema cuando sea mayor”, advierte.

Un padre con su hija
¿Cuál es el método más efectivo? Navarro afirma que la mejor manera de corregir a un niño adolescente es establecer un sistema de normas y límites: “La norma es lo que puedes o no puedes hacer y el límite es lo que sucede cuando transgredes esa norma. Si no terminas las tareas de la casa, no te doy el mando de la consola. Si las haces, puedes jugar.
Eliminamos la sensación de ansiedad. El experto explica que crear un sistema predecible contribuye a eliminar la sensación de ansiedad que sienten los adolescentes en casa: “De esta manera, ellos sienten que tienen el control acerca de sus acciones y de las consecuencias que ocurren”, termina diciendo. La forma en que educamos importa más que nunca. Castigar puede parecer efectivo a corto plazo, pero educar con respeto deja una huella que dura toda la vida.