En la vorágine cotidiana, entre prisas, pantallas, horarios fragmentados y expectativas superpuestas, hay un gesto cada vez más necesario: pararnos a pensar. Reflexionar, sin prisa ni culpa, sobre cómo criamos y educamos a nuestros hijos. No como un ejercicio teórico, sino como una pausa vital para mirar de frente aquello que muchas veces automatizamos sin darnos cuenta.
El psicólogo Javier de Haro recomienda a todos los padres tomarse unos minutos para reflexionar sobre cómo quieren educar a sus hijos: “Parar de vez en cuando para reflexionar y preguntarnos algunas cuestiones sobre cómo criamos y educamos a nuestros hijos debería ser un imprescindible para poder darnos cuenta de muchas cosas y, sobre todo, para no perder el norte y ser los padres que queremos ser para nuestros hijos”, empieza diciendo.
Es importante que los padres prediquen con el ejemplo y busquen otros métodos para divertirse con sus hijos
Cinco preguntas ancla que nos ayudarán a ser mejores padres
¿Qué era lo que menos me gustaba de mis padres? Evítalo para no repetir con tus hijos aquellas cosas y actitudes que te dolieron cuando eras pequeño. Repetir patrones negativos puede causar heridas emocionales similares a las que sufrimos. Evitar esas conductas dolorosas es un paso fundamental para construir relaciones más sanas y romper ciclos que afectan a nuevas generaciones.
Muchos padres aprovechan las épocas vacaciones para pasar más tiempo con sus hijos
¿Qué era lo que más te gustaba? Esta invitación a reflexionar sobre lo positivo en la crianza resalta la importancia de reproducir los buenos ejemplos que marcaron nuestra vida. Imitar esas cualidades no solo honra nuestra historia, sino que también ayuda a construir relaciones familiares más fuertes y auténticas, transmitiendo valores que perduran: “Imítalo porque eso deja huella”, afirma el experto.
Padres corrigiendo su actitud a los hijos
¿Cómo me ve mi hijo? Escucharle es una gran forma para comprenderle y conectar con él. Preguntarnos cómo nos perciben nuestros hijos nos abre la puerta a entender su mundo interior y sus emociones. Escuchar activamente sus palabras y sentimientos fortalece el vínculo afectivo, fomenta la confianza y permite una comunicación más auténtica y profunda dentro de la familia.
Es importante hablarles desde la tranquilidad
¿Si mi hijo el día de mañana estuviera hablando con un amigo suyo qué diría de su padre? Pensar en cómo nos describen frente a sus amigos nos ayuda a evaluar nuestra conducta, valores y la calidad de la relación. Es un ejercicio que impulsa a ser conscientes y mejorar el ejemplo que ofrecemos como padres.
¿Estoy orgulloso del padre que soy? Javier de Haro afirma que es la pregunta más difícil de responder porque solemos ser muy críticos con nosotros mismos: “Si algo no te gusta, puedes cambiarlo. Puedes cambiar porque nos pasamos todo el día diciéndoles a nuestros hijos que tienen que aprender. No tenemos que olvidarnos que con el tiempo aprendemos a ser buenos padres gracias a ellos.

