En una era obsesionada con el PIB, los mercados y los recursos naturales, la lúcida reflexión del filósofo español Antonio Escohotado emerge con más vigencia que nunca. Su definición de riqueza, divulgada de nuevo por Jero García, no contempla diamantes ni petróleo.
La auténtica prosperidad, argumenta, es intangible: reside en la educación, el conocimiento y el respeto ilimitado por los demás que demuestran sus ciudadanos en los actos más simples de la vida diaria.
La educación como antídoto contra la corrupción y el egoísmo
Escotado estableció desde el primer momento una premisa fundamental que va más allá de la acumulación de capital. Para él, la base de un país próspero es ética. “Educación significa que aunque puedas robar, no robas”. Esta poderosa frase encapsula la idea de que la verdadera educación no es solo académica, sino moral.

Antonio Escohotado y Sánchez Dragó 'Sesenta semanas en el trópico' TVE 2004
Se trata de un código de conducta internalizado que prioriza el bien común y la integridad por encima del beneficio personal inmediato. Un pueblo educado en este sentido construye instituciones sólidas, mercados justos y una sociedad donde la confianza es la norma, no la excepción. Esta es la base sobre la que se puede edificar una economía realmente sólida y sostenible.
La cortesía: el termómetro de la riqueza social. El filósofo español llevó su concepto de educación al terreno de lo concreto, a los microgestos que definen la convivencia. Para él, la riqueza se medía en la acera: “Educación significa que tú vas pasando por la calle, la acera es estrecha, y tú te bajas y dices, 'disculpe'”.

Antonio Escohotado Espinosa fue un pensador, ensayista y profesor universitario español
Este simple acto de ceder el paso y pedir disculpas es, en su visión, un síntoma de una sociedad avanzada. Denota conciencia del otro, empatía y una voluntad de armonía que facilita la vida en comunidad. Es una muestra de que el individuo valora al colectivo y se reconoce como parte de un todo.
Gratitud y reconocimiento: la economía del respeto
Escotado profundizó en su idea con un ejemplo paradigmático: la interacción en un comercio o restaurante. Detalla un ritual de gratitud que para él es indicativo de una sociedad educada y, por tanto, rica:
“Educación es que, aunque vas a pagar la factura de una tienda o de un restaurante, dices gracias cuando te la traen, das propina y cuando te devuelven lo último que te devuelven, vuelves a decir gracias”.

El filósofo Antonio Escohotado
En esta secuencia, el filósofo ve mucho más que buenos modales. Ve el reconocimiento del trabajo ajeno, la valoración de un servicio y la comprensión de que toda transacción económica es, en el fondo, una relación humana. La propina y el “gracias” repetido son la currency del respeto, una moneda que fortalece el tejido social.
“Cuando un pueblo tiene eso, cuando un pueblo tiene educación, un pueblo rico. O sea, en definitiva, la riqueza es conocimiento y sobre todo un conocimiento que le permite el respeto ilimitado por los demás”.