Jaime Palomera, analista económico especializado en mercado inmobiliario, ha revelado una de las paradojas más sorprendentes de la España contemporánea: la enorme desconexión entre la percepción social sobre las okupaciones y su impacto real. Según la información que maneja, los datos muestran una distorsión colectiva que tiene consecuencias concretas en cómo vivimos y nos protegemos.
La brecha percepción-realidad
Palomera presenta números contundentes: “Hoy las okupaciones afectan al 0,057% de las viviendas. Pero el 51% de la población cree que afectan a una mitad del país”. Esta diferencia representa que “la percepción es 893 veces mayor que la realidad”.

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Esta desproporción, casi de mil a uno, explica comportamientos aparentemente irracionales: “España es el país europeo con más alarmas instaladas, aunque tengamos una de las tasas de criminalidad más bajas”. Gastamos en protección contra una amenaza estadísticamente mínima mientras ignoramos riesgos mucho más probables.

Un técnico instala una cámara de vigilancia en el exterior de una casa.
Okupas como cortina de humo. El economista va más allá del análisis numérico para adentrarse en el terreno de la psicología social y política: “El okupa y el inquilokupa funcionan como un dispositivo ideológico”. Según su análisis, “sirven para cambiar el foco, para que dejemos de hablar de desahucios, de alquileres abusivos o de casas vacías”.
Palomera describe el mecanismo de distracción: “Si estás todo el día temiendo que alguien pueda ocupar tu casa, en cuanto bajes a comprar el pan, quizá dejas de pensar en que tu hijo de 30 años aún vive contigo en tu casa. O en que tú mismo no puedes pagar el alquiler en tu propio barrio”.

Carteles de 'Se alquila' pegados en un edificio, a 28 de diciembre de 2022, en Madrid (España).
El circo mediático
El análisis de Palomera señala a los medios de comunicación como amplificadores de esta distorsión: “Mientras tanto, en los platós de televisión, ¿qué vemos? Historias de usurpadores y okupas, tertulianos con pisos turísticos, economistas diciendo que hay que construir más y que eso lo resuelve todo”.
Esta sobrerrepresentación mediática crea una realidad alternativa donde el problema de la okupación parece omnipresente, despite su insignificancia estadística. Palomera completa el panorama: “Y políticos que te dicen que intervenir el mercado es puro comunismo”.
La resignación como estrategia. El objetivo último de esta distorsión, según Palomera, es la resignación: “Todo para normalizar lo inaceptable, para que pienses que esto es lo que hay”. Se trataría de hacer aceptable una situación de crisis de vivienda que debería ser inaceptable en una sociedad desarrollada.
Frente a esta resignación inducida, el economista lanza un mensaje: “Pero no, esto no es lo que hay, porque hemos llegado a un límite y hay que actuar”. Su análisis invita a recuperar la perspectiva real sobre los problemas de vivienda y a exigir soluciones para los desafíos auténticos.