A los 78 años, Stephen King revela su estrategia para mantener su salud física y mental: “Desayuno, camino 3,5 kilómetros y escribo durante 4 horas”
Rutinas
El escritor mantiene una rutina diaria para su bienestar físico y mental, sin emplear métodos complicados ni soluciones milagrosas.

Stephen king

Stephen King no solo se cuenta entre los autores más populares de las últimas décadas, sino que también representa un modelo poco común de perseverancia y dedicación sostenida. A sus 78 años, el creador de It, El resplandor o Misery mantiene mantiene un régimen diario tan simple como firme, lo que le posibilita continuar redactando con claridad, vigor y una capacidad productiva que muchos escritores más jóvenes admiran.
Lejos de rarezas o procedimientos intrincados, su rutina diaria se basa en costumbres sencillas, practicadas con constancia a lo largo del tiempo. En una conversación escrita para el blog Go Into The Story (The Black List), difundida en 2014, Stephen King detalla de esta manera su jornada habitual cuando se dedica a escribir una novela: “Me despierto. Desayuno. Camino unos tres kilómetros y medio. Vuelvo, voy a mi pequeña oficina, donde tengo un manuscrito, y la última página con la que estoy satisfecho está arriba del todo. La leo, y eso pone en marcha el motor, por así decirlo. Luego quizá escriba texto nuevo durante unas dos, dos horas y media.”
Dar un paseo diario como base inicial
La actividad física es un componente clave de su día a día. Antes de dedicarse a escribir, King realiza una caminata de aproximadamente 3,5 kilómetros cada día, una práctica que contribuye a su bienestar físico y a la organización de sus pensamientos. El objetivo no es someterse a rutinas extenuantes ni batir récords atléticos, sino mantener el cuerpo en movimiento de manera continua y equilibrada.

Este paseo diario funciona como un puente entre la rutina diaria y la labor creativa, promoviendo la concentración y la lucidez mental necesarias para abordar la página en blanco.
Trabajar como una rutina diaria, no como un momento de inspiración.
Después de su paseo, King se retira a su estudio y se dedica a escribir por un lapso de aproximadamente cuatro horas, sin importar si es domingo, un día festivo o una jornada ordinaria. Su propósito no es aguardar la llegada de la inspiración, sino ejercitar lo que él percibe como un músculo creativo.
El propio autor ha explicado en numerosas ocasiones que suele escribir entre 1.000 y 2.000 palabras diarias, no por obsesión con la cifra, sino para no perder el ritmo. Para él, dejar de escribir implica que los personajes se enfríen y que la historia pierda tensión.

Leer para seguir escribiendo mejor. La lectura, además de la escritura, es fundamental en su existencia. King percibe la lectura como una preparación esencial para todo autor. Él mismo ha declarado: “No puedes esperar deslumbrar a alguien con la fuerza de tu escritura hasta que eso mismo te haya ocurrido a ti… Si no tienes tiempo para leer, no tienes tiempo para escribir”.
Se estima que lee aproximadamente 80 volúmenes anualmente, pues está convencido de que la lectura continua nutre el vocabulario, la creatividad y la habilidad para identificar conceptos valiosos al surgir.
Un entorno laboral libre de interrupciones
Otro de los pilares de su rutina es su despacho. King subraya la necesidad de disponer de un área apartada, tranquila y sin distracciones, donde la mente pueda acceder a lo que él denomina un “sueño creativo”. El autor considera que este sitio trasciende la mera funcionalidad laboral, constituyendo un santuario para el pensamiento.
Al finalizar la primera versión de una novela, es común archivarla por varias semanas sin revisarla. Posteriormente, se retoma con una perspectiva renovada, como si se tratara de la obra de otro autor, facilitando así la identificación de fallos y el perfeccionamiento de la estructura de manera más imparcial.

Disciplina antes que talento. Stephen King's routine illustrates that enduring creativity isn't solely about innate talent, but rather about consistent, long-term practices. Daily walks, regular writing sessions, continuous reading, and adhering to a set schedule have been his methods for maintaining peak physical and mental condition at 78 years old.
Without miraculous formulas or shortcuts, his approach serves as a lesson in persistence, applicable not just to literature but to any life endeavor aiming for longevity.