El rock and roll, único protagonista

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The Eagles of Death Metal, testigos de la matanza en el Bataclan, actuaron finalmente en la sala Apolo

Deuda saldada y gran noche de rock energético para celebrarlo. Los miembros de Eagles of Death Metal no cabían en sí de gozo tras ofrecer un suculento concierto en la sala Apolo, una velada que para ellos sobre todo y también para los asistentes había sido bastante más que un concierto de rock al uso.

Para su pesar, la fama les llegó de una forma trágicamente involuntaria, que con el paso de los meses se fue acrecentando. Y es que la solvencia musical del quinteto siempre había sido un secreto a voces hasta que de forma tan inesperada como luctuosa devino en comentario planetario tras el atentado que vivió la sala Bataclan de París el pasado 15 de noviembre: 89 aficionados fallecieron mientras la banda californiana se desgañitaba sobre el escenario.

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El grupo estadounidense, en un momento de su entregado concierto de anoche en la sala Apolo

Como se sabe, a los pocos días tenían que haber actuado en la sala del Paral·lel barcelonés, pero, lógicamente, cancelaron lo que faltaba de gira europea. La reemprendieron, y volvieron a cerrar fecha en el local de Nou de la Rambla para el 3 de marzo, pero nuevamente la intención no pudo materializarse porque el guitarrista y colíder de la banda, Jesse Hughes, se fracturó un dedo. Y así, unos cuantos meses más de espera hasta anoche, en donde ángeles y hados se pusieron de acuerdo para que la gente finalmente pudiera escuchar en vivo potentes descargas en forma de I only want you –con la que abrieron la noche– o Wannabe in L.A.

Musicalmente, la noche fue proteínica, como lo ha estado siendo hasta ahora este The Nos Amis Tour que los está acercando por escenarios de toda Europa homenajeando a aquellas víctimas como mejor saben. Y todo sin concesiones, como ya pusieron en solfa los teloneros del reencuentro, el dúo austriaco White Miles, que demostró poco matiz pero sí mucha contundencia.

Una ceremonia efervescente de aquellas en las que el rock más o menos clásico se encuentra con su espíritu y se funde con él en un fraternal abrazo. Y con la socarronería de la que han hecho gala desde sus primeros balbuceos –anoche aparecieron en el escenario a los sones del Soy minero de Antonio Molina– y las arengas del a menudo deslenguado e inoportuno Hughes, que agradeció por activa y pasiva la asistencia y proclamó la inmensa felicidad de él y sus colegas de haber podido por fin tocar en la ciudad. Porque Hughes no estuvo solo en ese karma particular, sino que parecieron compartirlo todos, comenzando por el también guitarrista Dave Catching, con sus Ray-Ban y sus profusas barbas blancas.

Fue una nada impostada ceremonia de intercambio, unos ofreciendo contagiosos ritmos y melodías (.

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