Cuando Luiso Soldevila era adolescente se entusiasmó con la novela negra. Leía y leía y su madre, Beatriz Roger, no podía hacer otra cosa que recomendarle libros. “Me encantaban las historias de Henning Mankell sobre Kurt Wallander porque era un inspector duro y resistente, pero sin llegar a ser borde y, además, mostraban la oscuridad de un país nórdico, algo que siempre me ha llamado la atención”, recuerda Luiso.
El chico se aficionó también a los libros de Ian Rankin y el inspector John Rebus y más tarde empezó a leer las aventuras de Harry Hole que escribe Jo Nesbø, aunque “con el tiempo me despegué un poco”. De tanto leer, a Soldevila le picó el gusanillo de la escritura y tuvo “muy claro que quería escribir la historia de un detective joven ambientada en la Costa Brava, en Llafranc, un lugar que conozco bien porque es donde veraneamos”.
“Cada uno escribe su parte y después se los pasa al otro por si quería hacer alguna modificación”
Como su madre siempre le había recomendado lecturas, cuando Soldevila tuvo unas páginas escritas se las dio a ella para que las valorara: “Me hizo unos comentarios y no sé cómo le propuse que podíamos escribir juntos. Ella me dijo que sí”.
Arrancó así una colaboración inusual en la literatura. Roger y Soldevila, madre e hijo, publicaron hace un par de años su primera novela negra, Marismas (Planeta), protagonizada por el detective Nico Ros y ambientada en Llafranc, que resultó un éxito.
Como todo detective que se precie, las aventuras de Ros han tenido continuidad con Padrenuestro (Planeta), que llega ahora a las librerías españolas. Una inquietante segunda parte. Un asesino muy peligroso anda suelto. Mata sin piedad a hombres de la comarca, los desmembra y cose sus cadáveres a cuerpos de animales muertos. Ros se ve obligado a enfrentarse a la maldad en el desapacible invierno ampurdanés.
La pareja de autores ya tenía a su detective y un escenario. Tampoco les faltaban ideas para los crímenes: “No nos regodeamos en el morbo, aunque en Padrenuestro hay escenarios macabros”, señala Roger, que es graduada en Criminología. Solo les faltaba buscar la manera de compaginar el trabajo.
“No queríamos dividirnos por personajes, deseábamos formar ambos parte de todo y enseguida vimos que era complicado”, dice Roger. Encontraron una solución consistente en “dividir la historia en bloques de unos cuantos capítulos”. “Cada uno escribe su parte y después se los pasa al otro por si quería hacer alguna modificación. No se nota la diferencia de estilo, porque cuando la novela está acabada, la leemos ambos de arriba a abajo puliendo lo que sea necesario. De esa manera hemos ido unificando el lenguaje”.
Soldevila puntualiza que previamente “nos reunimos y preparamos un guion donde definimos la historia, los giros, los personajes y su evolución. También centramos la trama y detallamos las fechas y los sucesos importantes para que no se nos escape nada”.
Lo que les da más quebraderos de cabeza es decidir el final: “Es decepcionante cuando una novela negra acaba con una explicación que el autor se saca de la chistera, por eso dedicamos mucho tiempo a resolver el crimen para que haya una explicación lógica donde todo encaje, que satisfaga al lector”, concluye este excepcional dúo de escritores.