Al salón del Manga le crecen los niños

Una afición que pasa a las siguientes generaciones

El certamen celebra 30 ediciones con más metros cuadrados y un público rejuvenecido

En el salón Manga Barcelona cada vez es más familiar

En el salón Manga Barcelona cada vez es más familiar 

Xavi Jurio

Si existieran las máquinas del tiempo y se pudiera viajar hasta el primer Manga Barcelona, uno podría darse cuenta de que el famoso salón nada tiene que ver con el actual, más allá del amor de sus visitantes por las viñetas y la animación japonesa. Para empezar, por el cambio de público. La directora de Ficomic, Meritxell Puig, explica a La Vanguardia que, por primera vez, “hemos creado unos packs familiares de entradas para dos adultos y dos niños. Esto tiene ahora más sentido que nunca porque cada vez son más los menores que nos visitan. Especialmente, después de la pandemia, porque muchos la aprovecharon para engancharse al anime y al manga. Una gran mayoría fueron guiados por sus padres, aquellos adolescentes que venían a los primeros salones y que aprovecharon el confinamiento para revivir la nostalgia. Algunos de estos adultos habían perdido también la costumbre de leer cómics y han regresado al salón con sus hijos, ayudando a hacer el salón más grande y familiar que nunca”.

No menos reseñable es la ampliación de las dimensiones: ha pasado de un modesto espacio en la estación de França al mastodonte que supone la Fira Gran Via de l’Hospitalet, con 92.000 m ocupados. Antes tuvo los pasos intermedios de La Farga y la Fira Barcelona, en Montjuïc.

“Había la idea de que el manga era violento. Hoy se evidencia la variedad de temáticas”, dice Sánchez-Navarro

saló manga antic

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REDACCIÓN / Otras Fuentes

Han pasado 30 años hasta llegar a este punto. Jordi Sánchez-Navarro, uno de los predecesores de Puig, estuvo al frente en 1996 y gestionó el primer cambio de espacio un año más tarde, a La Farga, en l’Hospitalet. Antes, fue la mano derecha de Carles Santamaría, que dirigió este certamen y el del Cómic durante doce ediciones. “Detectamos, por un lado, que las editoriales estaban empezando a producir un nuevo producto. Y luego, nuevas formas de consumo. Mucha gente, por ejemplo, empezaba a disfrazarse. Esto no estaba tan interiorizado en el mundo de los superhéroes, pero con el manga surgía de forma natural. Además, notamos un rejuvenecimiento del público, ya que muchos adolescentes empezaron a venir en masa al salón del cómic interesados en el universo japonés. Niños había, sí, pero nada que ver con ahora. Había la idea de que el manga era violento y sexual. Hoy se evidencia la variedad de temáticas que cubre, de ahí su éxito, ya que es para todos los públicos”.

Onachan, la mascota del Manga Barcelona, en una habitación otaku de los 90

Onachan, la mascota del Manga Barcelona, en una habitación otaku de los 90 

Andrea Martínez

Si algo en lo que todo el mundo está de acuerdo, es que, lo que popularizó el manga entre el público español, especialmente el catalán, y provocó que las viñetas japonesas tuvieran un salón propio fue Dragon Ball . “En 1992, Planeta inició su línea de manga con Bola de Drac . De ahí que se hiciera una exposición en el salón del Cómic, que fue un antes y un después. Recuerdo que había una fotocopiadora en la que se repartían fotocopias oficiales. Un concepto que hoy me parece muy gracioso”, recuerda Estrada.

Un stand de 'Dragon Ball', en los inicios del salón del Manga

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Ficomic
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Ambiente en el pasado salón Manga Barcelona

El historietista Cels Piñol, que esos años estuvo por los stands de Planeta, se acuerda de cómo la gente “se volvía loca” con las fotocopias. “Todo el mundo quería conseguir una. Hasta que aterrizaron los mangas oficiales, se había creado la cultura de intentar tener cualquier cosa de Dragon Ball , pirateada claro, porque hasta ese momento no había llegado a Catalunya. Por eso, que empezaran a existir artículos oficiales era reseñable y el furor que se generaba alrededor dejó entrever un público que tenía sus diferencias con los consumidores de otro tipo de cómics. Venían los otakus ”. Al año siguiente, en el 93, el salón del Cómic tuvo a Japón como país invitado y trajo a multitud de mangakas . “Se confirmaba una fiebre que muchos creyeron que era una moda pasajera pero que el tiempo ha demostrado que no, pues ha sabido pasar a las nuevas generaciones”, añade David Hernando, director editorial de Planeta Cómic.

'Dragon Ball' supuso un antes y un después para el desarrollo del manga en Catalunya

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Andrea Martínez

Fidel de Tovar era uno de esos otakus . Acudió por primera vez como redactor y, años más tarde, cumplió el sueño de regresar como autor. “Vayas en el rol que vayas, el salón sirve, más allá de para conocer novedades, para conectar con gente de tus mismos intereses, ya no solo de viñetas y de anime; también, de cultura japonesa”. Anabel Espada, de Norma Editorial, le da la razón y explica que “es el momento del año en el que más feedback recibimos de nuestros lectores, más allá de las redes sociales. De hecho, en los inicios del certamen, no existían. Por eso, que surgiera esta oportunidad de encuentro, fue clave para la industria”.

También lo fue “la apuesta personal de TV3 y de otras cadenas autonómicas por el anime. Los dibujos de la infancia de la generaciones de mediados de los 80 en adelante eran japoneses. La cultura nipona llegaba a nuestras vidas para quedarse y con la covid ha traído un público todavía más joven, que pasa del anime al libro y viceversa de forma constante”, señala Manuel Guerrero, de la distribuidora y productora Selecta Visión, que ha visto evolucionar el certamen desde el día uno. “En su momento, se llamaba el salón del Manga, del anime y del videojuego. La palabra manga por sí sola daba cierto respeto. Hoy, lo es todo”.

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