De entre todas las personalidades de la efervescente Barcelona del primer tercio del siglo XX, una ciudad convulsa en lo social y brillante en lo cultural, destacan un puñado de nombres que quisieron proyectar la ciudad hacia Europa y la cultura europea hacia la capital catalana. Entre ellos se encuentra Isabel Llorach (1874-1954), millonaria, gran dinamizadora cultural, mecenas y uno de los máximos exponentes de la burguesía ilustrada barcelonesa. Una mujer que fue una de las caras más conocidas de la alta sociedad de la época, pero que hoy el gran público ignora. Ahora, coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, se celebra el año Isabel Llorach en el que diversas iniciativas, como exposiciones, conferencias y debates, rescatan a una de las grandes personalidades de la Barcelona de los años 20 y 30.
Su vida corre paralela a la de la expansión de la gran burguesía de la ciudad, cuya fortuna había crecido gracias al desarrollo de finales del siglo XIX e inicios del XX. En su caso, la riqueza procedía del negocio familiar de aguas medicinales Rubinat Llorach, que le permitió disfrutar de un estilo de vida acomodado que, al menos hasta la primeras décadas del siglo XX, podría considerarse relativamente frívolo aunque, en cualquier caso, homologable al de la de la aristocracia europea.

Isabel Llorach retratada por Ramon Casas en 1901
Pero aunque su figura fue definida por el periodista Eugeni Xammar como “elegante entre las elegantes del todo Barcelona elegante”, tenía otra cara. “Desde muy joven –escribió- he tendido a romper el muro que incomunicaba el mundo elegante de las artes y las letras”. De la misma manera que ella, esa burguesía que había incrementado su riqueza durante las décadas anteriores “no tenía suficiente con acumular capital sino que aspiraba a convertirse en una élite social culta como la francesa o inglesa”, explica Núria Llorach, comisaria de las conmemoraciones. En ese contexto, Isabel terminaría por convertirse en un motor de la proyección cultural de la ciudad para una clase que quería convertir a Barcelona en una gran capital europea.
El escenario donde desplegó su actividad fue en gran parte la propia casa familiar de la calle Muntaner, construida a principios de siglo por Puig i Cadafalch, donde celebraba sus famosas cenas y encuentros con artistas de primer nivel internacional. También allí se estrenaban obras teatrales, incluso de títulos que en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera no eran precisamente bien vistos.
Las clases altas barcelonesas se habían enriquecido con la expansión industrial, pero querían también acercarse culturalmente a las de París o Londres
En otro terreno, a partir de 1929 presidió el Conferentia Club, una iniciativa impulsada junto a Francesc Cambó, Carles Soldevila y otras personalidades del momento, que consistía en charlas impartidas por primeras espadas de la intelectualidad local y europea, con el fin de elevar el nivel cultural de las clases altas barcelonesas. Si Barcelona debía ser una ciudad de primer nivel, debía atraer a figuras de primer nivel.
Y así fue. Por el salón del Ritz donde se desarrollaban las conferencias pasaron un centenar largo de intelectuales como André Maurois, Ortega y Gasset, Paul Valéry, Walter Gropius o García Lorca. El éxito entre el público fue rotundo, más de 500 personas, el límite de miembros que se había impuesto la asociación, abarrotaron las conferencias durante los siete años en los que se celebraron.
Un año para recordar a la mecenas
El año Isabel Llorach celebró ayer su acto central en el Ateneu Barcelonès con un coloquio en el que participaron, además de Javier Baladía, Núria Llorach y Rafa Burgos, el presidente de la Fundació Rocamora, Eduard Rocamora y Laia Soler, profesora de Historia del Arte. En el transcurso de los próximos meses se realizarán también exposiciones en torno al mecenazgo y a la figura de Isabel Llorach. Una de ellas tendrá lugar a partir de febrero en el Palau de la Música, donde además se llevará a cabo un concierto en recuerdo de la mecenas barcelonesa.
¿Cómo logró la asociación atraer a estas grandes figuras a Barcelona? Por una parte, obviamente había recursos suficientes pero, por otra, conexiones. “Ella era un animal social”, afirma Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento Cultura|s, de La Vanguardia, que se inspiró en Isabel Llorach para el personaje protagonista de su novela Una heredera de Barcelona (Destino). En su opinión, el círculo social y cultural que creó era abierto e integrador, pues en él se encontraban personalidades de muchas tendencias políticas distintas y tradiciones diferentes.
De entre los aspectos de la vida de Isabel Llorach, el historiador Rafa Burgos destaca que fuera precisamente una mujer, con las limitaciones impuestas en la época, la que asumiera tanto protagonismo en la promoción de la ciudad. “Que una mujer se dedicara de esta manera a poner a Barcelona a la altura de las grandes capitales europeas es excepcional para la época”, asegura. “Siempre actuó con una gran independencia”, indica Núria Llorach, “de hecho, no le importaba demasiado qué decían los demás”. Josep Maria de Sagarra se inspiró en ella para el emblemático personaje de Hortènsia Portell de Vida privada.
La Guerra Civil y el franquismo acabaron con el entramado cultural y social tejido por Isabel Llorach
Sin embargo, ese mundo rutilante entró en decadencia al llegar la Guerra Civil. Con el consiguiente estallido revolucionario en Barcelona, muchos miembros de la burguesía huyeron de la zona republicana, entre ellos la propia Isabel Llorach, y su denso tejido cultural y social dejó de existir. Y, tras la guerra, el franquismo asfixió la efervescente vida de la capital catalana de antes del conflicto. “A Isabel la guerra la afectó de forma muy profunda, incluso físicamente, para ella ya nada volvió a ser igual”, explica Javier Baladía, bisnieto de una de sus hermanas.
Llorach ya no vivía en la casa construida por Puig i Cadafalch, pues había tenido que vender el terreno por dificultades económicas para que se construyera en él un bloque de pisos, en cuyo ático vivió sus últimos años. Su proyección pública descendió notablemente. Una de sus pocas iniciativas, aunque no menor, fue su participación en la Asociación de Amigos del carrer Montcada, que logró salvar algunos de los palacetes de esta calle. Posteriormente su figura se fue olvidando, salvo por un homenaje recibido poco antes de su fallecimiento.

Carles Soldevila, Andre Maurois e Isabel Llorach en el hotel Ritz en un acto organizado por Conferentia Club
¿Por qué hoy es tan poco conocido un personaje que llegó a ser tan importante? El franquismo no estaba interesado en recuperar lo que pudiera recordar a los tiempos anteriores a la Guerra Civil, ni a figuras que se pudieran vincular con el catalanismo de la época. Y tampoco a partir de la transición política, la izquierda probablemente tuvo un especial interés en una personalidad de la aristocracia.
A ello se añade la falta de documentación que se perdió tras su muerte. Javier Baladía ha realizado una labor detectivesca para reunir información sobre su familiar de cuya relevancia tomó conciencia en su juventud. “En casa se hablaba de ella, pero no se le daba mucha importancia. Un día, mi abuela explicó que Vaslav Nijinsky había actuado en su casa, y entonces empecé a ver quién era y su trascendencia”.
Baladía, autor de Antes de que el tiempo lo borre (Juventud) en el que rememoraba la historia de sus familiares, entre ellos Isabel Llorach, cree que ella y su círculo querían crear una verdadera aristocracia barcelonesa, “pero no en el sentido nobiliario, sino en el de los antiguos aristoi, los mejores, es decir, la excelencia”. En su opinión, creían que mejorando su nivel cultural terminarían arrastrando también al conjunto de la sociedad barcelonesa y catalana. “Hay quien puede considerar que no lo lograron, pero yo creo que sí, la Barcelona de hoy, puntera en muchos aspectos, no se puede entender sin ellos”.