Antes de las Navidades, una amiga me dice que quiere celebrar una cena con un grupito de gente que la hace sentir bien. Cenar con ella y su marido, que cocina como los ángeles, siempre apetece, y enseguida encontramos una fecha entre Año Nuevo y Reyes. Mi amiga, con un punto de misterio, no me dice quiénes son los otros invitados. Como vivimos en una comunidad pequeña, no me preocupa mucho saberlo, aunque tengo mis hipótesis. Llegado el día, convergemos en su casa ocho personas, con una horquilla de edad de treinta años, y no he acertado ni una. Las he tratado poco, pero tienen la garantía de haber sido escogidas por mi amiga.
Durante la prolífica sobremesa, aparecen todo tipo de temas. Algunos de manera espontánea, otros buscados por la anfitriona, como cuando nos pide que contemos algo de nosotros que no sepa nadie más de la mesa. Una comensal recuerda que, cuando era niña, estrenó un pichi de una ropa que le picaba. Como no le hacían caso y no se lo quitaban, se orinó encima y se lo tuvieron que cambiar. Otra de las invitadas plantea un acertijo: “Pasado mañana tres hombres hablarán con palabras mías”. Y revela que acaba de escribir los discursos que el día 5 los Reyes Magos leerán en la plaza del pueblo.
Serendib era el nombre árabe de la isla de Ceilán, el país que hoy denominamos Sri Lanka
Junto al fuego del hogar, alguien también habla de la palabra serendipia, que cuando la descubrió fue toda una serendipia. El diccionario la define así: “Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”. A partir de aquí, los hablantes lo aplicamos a cualquier descubrimiento positivo inesperado.
Los estudiosos de la serendipia apuntan que hay que tener la mirada abierta para captar las cosas nuevas, por ello se usa como sinónimo la expresión casualidad buscada. El vocablo nos ha llegado a través del inglés y se hizo popular a raíz de la película romántica Serendipity, de Peter Chelsom, protagonizada por John Cusack y Kate Beckinsale en el 2001.
¿Pero qué origen tiene? Refiere el diccionario Merriam-Webster que la creó Horace Walpole a partir de un cuento persa del siglo XVIII, quizá de origen hindú, llamado Peregrinación de los tres príncipes del rey de Serendib, “un cuento de hadas tonto”, dice Walpole, en el que los personajes protagonizan casualidades increíbles. La isla de Serendib es el nombre árabe de Ceilán, hoy Sri Lanka.
Les puedo asegurar que el descubrimiento humano de aquella velada fue una verdadera serendipia. Y dicen que hay que repetirla. Les deseo muchas serendipias para este 2025. ¡Feliz año!