Con el fallecimiento el pasado 1 de enero de David Lodge, a los 89 años y víctima de un cáncer, podría decirse que el 2025 empezaba con un pésimo augurio en el ámbito de las letras, aunque conociendo el sentido del humor del finado, agudísimo y profundamente irónico como british de la cabeza a los pies que era, seguro que habría celebrado el hecho de que, puestos a tener que marcharse al haber alcanzado una edad ya provecta, qué mejor que hacerlo inaugurando el año, cuando todo son buenos deseos y planes de renovación, ¡ja!
La marcha de Lodge supone la pérdida de una peculiar combinación de novelista satírico que se desdobló en maestro del análisis perspicaz y cercano de su propio oficio. Imposible volver a leer de la misma forma tras haberse sumergido en ese delicioso clásico de la reflexión literaria que es El arte de la ficción (Península/ Labutxaca), en cuyo prólogo el autor Eloy Tizón apuntaba con acierto que su responsable devenía “uno de esos aliados que pueden enseñarnos a comprender mejor qué es la literatura”, incorporándose a esa “noble tradición británica de novelistas metidos a pensadores (o viceversa) que combinan la teoría y la práctica, entre los que cabe incluir, por ceñirnos tan solo a dos de sus máximos exponentes, a E.M.Forster en Aspectos de la novela o a Henry James en tantos de sus prefacios”. (Al coloso americano, por cierto, Lodge lo puso a escribir teatro y lo dibujó como un envidioso enfermizo en su novela ¡El autor, el autor! ).
No dejó de reírse de todo y de todos, cada ficción es un dardo contra alguna faceta ridícula del ser humano
Criado en una fe católica que tendría peso en sus novelas –ahí está, sin ir más lejos, la jocosa La caída del Museo Británico , donde el rechazo de los métodos anticonceptivos traerá no pocas complicaciones a sus protagonistas– y licenciado en Filosofía y Letras en el University College de Londres en 1959, seguramente la experiencia más determinante de su trayectoria profesional fue ejercer de profesor de Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad de Birmingham entre 1960 y 1987. Esta labor docente –uno no puede evitar imaginárselo como un trasunto del profesor John Keating, papel interpretado por Robin Williams en El club de los poetas muertos , ese “!Oh, capitán, mi capitán” que inspiraba a sus alumnos con su amor por la literatura y su invitación al carpe diem – obviamente no solo pondría las bases de sus ensayos literarios sino que le prestaría la ambientación y los tipos de gran parte de sus ficciones, incluyendo su más célebre ciclo literario, conocido como la “Campus Trilogy”. Traducida en España por Anagrama con los títulos Intercambios El mundo es un pañuelo y Un buen trabajo , es una desternillante disección de las miserias, extravagancias y puerilidades detrás de la fachada de respetabilidad e intelectualidad del mundo académico, donde el autor abordó los malentendidos culturales entre Inglaterra y Estados Unidos, el intercambio de cuchilladas entre colegas y los bajos instintos de grandes eminencias, entre muchos otros temas, todo ello aderezado con una crítica, burlona y repleta de escenas vodevilescas, de la pomposidad y el vacío detrás de buena parte de las escuelas y corrientes literarias del momento.
Su 'Campus Trilogy' es una desternillante disección de las miserias, extravagancias y puerilidades detrás de la fachada de respetabilidad e intelectualidad del mundo académico
En cierta forma, Lodge no dejó de reírse de todo y de todos, cada ficción es un dardo contra alguna faceta ridícula del ser humano (la angustia pequeñoburguesa en Terapia , la obsesión por la celebridad en Trapos sucios , el donjuanismo en Pensamientos secretos , que asimismo tocaba la posible conciencia de una inteligencia artificial, el miedo a la vejez en En sordina ...), pero al mismo tiempo nos reveló de forma brillante los mecanismos, el arsenal de trucos, de su pasión ( La conciencia y la novela , El arte de la ficción , The Practice of Writing ). No andan errados los que lo sitúan en la línea sucesoria de la insigne troupe de la Carcajada Inteligente Made in Britain de los Waugh, Wodehouse o Kingsley Amis.