Calixto Bieito, un visionario de la tecnopolítica en la Ópera de París

CANTO

El coliseo francés marca el paso al estrenar una 'Tetralogía' wagneriana del siglo XXI que anuncia la desaparición de todo lo humano

L’OR DU RHIN Compositeur : Richard Wagner Livret : Richard Wagner Direction musicale : Pablo Heras-Casado Mise en scène : Calixto Bieito Décors : Rebecca Ringst Costumes : Ingo Krügler Lumières : Michael Bauer Vidéo : Sarah Derendinger Dramaturgie : Bettina Auer Orchestre de l’Opéra national de Paris Distribution: Wotan : Iain Paterson Donner : Florent Mbia Froh : Matthew Cairns Loge : Simon O’Neill Fasolt : Kwangchul Youn Fafner : Mika Kares Alberich : Brian Mulligan Mime : Gerhard Siegel Fricka : Ève-Maud Hubeaux Freia : Eliza Boom Erda : Marie-Nicole Lemieux Woglinde : Margarita Polonskaya Wellgunde : Isabel Signoret Flosshilde : Katharina Magiera Giselda (rôle muet) : Juliette Morel

L’or du Rhin... robots con forma de mujer, anillos de perro y el big data como otro nuevo oro maldito  

Herwig Prammer

Vaya por delante que Calixto Bieito no está interesado en el teatro social o político. Nunca se cansa de recordarlo: “yo solo observo lo que hay, sin juzgar, nunca he tenido una mirada moralista”. Y es justamente esa cualidad de anticiparse a la realidad ampliando el foco lo que ha hecho de él un referente de la dirección escénica.

El mago catalanoaragonés estrenó este miércoles en la Bastille L’or du Rhin (en su título en francés), la primera entrega de esta nueva producción de la Tetralogía de Wagner del Anillo del Nibelungo que la Ópera de París ofrecerá en dos temporadas, con Pablo Heras-Casado a la batuta.

El dios Wotan es aquí un trasunto de Donald Trump, si bien Bieito no lo pretende: “No hago teatro social”

Con ella, el teatro francés marca el paso y agita a la inteliguentsia europea al recrear la forma en que el mundo de la tecnopolítica actual avanza hacia la desaparición de todo lo humano. La ovación fue contundente. El público, entre el que se encontraban ex ministros de cultura franceses, desde Jack Lang a Roselyne Bachelot-Narquinen, era el de una Europa que pide oxígeno. Bieito, no obstante, no salió a saludar. Prefiere hacerlo al final de los cuatro títulos.

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Es tal la fuerza escénica contemporánea, que hasta la partitura y el texto tienen la pulsión del aquí y el ahora. 

Herwig Prammer

“La tecnología y la política se están uniendo para seguir avanzando, pero no se sabe hacia dónde...”, indica el director e escena tras un estreno en el que demuestra saber leer a Wagner en todos sus planos, también en el del inconsciente. “En El oro del Rin Erda lo vaticina, cuando dice que todas las especies vamos a la extinción, pero yo no lo sé”.

Al igual que el mundo de Wagner cambiaba con la revolución industrial, también Bieito se hace eco de una eventual desaparición de la conciencia. Una pérdida de memoria que desencadenará en escena de manera sutil, con un gran agujero negro. Tanto el libreto como la música –gran cuidado ha puesto Heras-Casado en la dicción de los cantantes– parecen secundarle en este viaje. Y es tal la fuerza escénica contemporánea, que hasta la partitura y el texto tienen la pulsión del aquí y el ahora.

El dios Wotan (Iain Paterson) es aquí un trasunto de Donald Trump, por mucho que Bieito no lo pretenda. “Y un poco de Boris Johnson también tengo”, bromea el barítono escocés apuntando a su pelo rubio y elogiando al director. “Todo en Calixto es energía, tiene que ser real. Y tiene el coraje de darnos libertad, cosa que no pasa con todos los directores de escena”.

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Las similitudes entre los protagonistas wagnerianos y algunos dirigentes mundiales son evidentes 

Herwig Prammer

A su lado, Fassolt (el potente bajo Kwangchul Youn), uno de los gigantes que construyen el castillo del Walhalla para los dioses, recuerda en escena al líder norcoeano, Kim Jong-un. Hasta Fricka, la esposa de Wotan (la mezzo Ève-Maud Hubeaux), cuya relación es aquí de mayor crudeza, tiene aires de Melania Trump...

“¿Melania? ¿Esta es la checa?”

Bieito vive ajeno al actual statu quo internacional. Pero este L’or du Rhin llega en un momento mundial delirante. La disputa por el oro entre los personajes de la ópera encuentra un inquietante paralelismo en los gestos de los nuevos líderes neototalitarios.

El oro, el big data y el petróleo, las principales fuente de riqueza en la que los países quieren invertir, están ahí. Por eso entran con la cámara en el Banco Nacional de Francia y Alberich (Brian Mulligan) vive la ilusión de la utopía del oro, de ese oro que acabará atrapándolos a todos, según la maldición wagneriana. ¿Y el anillo? Es un collar metálico de perro.

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“Tengo la fantasía disparada”, comenta Bieito, dejándose arrastrar por los tres títulos que le quedan por delante. Eso sí, ha de ser coherente con una estética y un pensamiento unitarios. Y uno de los elementos clave en el prólogo que constituye El oro del Rin es la creación de vida por parte de uno de los personajes: ese robot-bailarina al que da vida Alberich.

“Hoy hay personas que se creen dios. Siempre ha sido así, ya Calígula se creía dios. Y cada vez que nosotros escribimos algo en Google o en la IA, estamos creando una biblioteca de Alejandría que combina todos nuestros pensamientos, y sucede  aquello que pasó hace unos años con el juego go, que la máquina acabó actuando de manera intuitiva y ganó, y el jugador se retiró. Pero no tengo una mirada crítica al respecto”, añade. 

Entonces, si los humanos son dioses, La caída de los Dioses será la desaparición de lo que define la conciencia. Y será la nada. O la aparición de algo distinto.

La ópera resiste al borrado de la memoria que propone esta fase tecnopolítica en la que estamos entrando”

Hèctor ParraCompositor, ha colaborado con Bieito en diversas óperas 

“La ópera resiste al borrado de la memoria que propone esta fase tecnopolítica en la que estamos entrando”, valoraba a la salida el compositor Hèctor Parra, residente en París, con quien Bieito ha llevado a escena óperas como Les bieveillantes (de Jonathan Littell) o la reciente Orgia (Pasolini). Y también estaba presente Sir Brian John McMaster, el otrora director del Festival de Edimburgo, que descubrió a Bieito de joven con La verbena de la paloma y ya nunca dejó de seguirle la pista...

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