¿Qué nombre tiene una ciudad que creció gracias a la pujanza de su puerto; que celebró en 1929 una gran exposición cuyo legado en forma de patrimonio monumental y de modernización urbana aún pervive; que volvió a organizar por todo lo alto en 1992 un evento internacional y que se ha proyectado siempre hacia el exterior gracias a su cultura? Una ciudad que ahora se dispone a celebrar el centenario de aquella gran exposición y que afronta con desazón la saturación turística, la desnaturalización del centro histórico, la carestía de la vivienda, la precarización de algunos barrios y los primeros zarpazos serios de la crisis climática... Una ciudad, en la que, además, se puede escuchar muy buen flamenco en los tablaos...
La respuesta correcta depende de qué puerto hablemos: del fluvial de Sevilla o del mediterráneo de Barcelona. Depende de a qué grandes acontecimientos de 1929 nos refiramos: a la Exposición Iberoamericana de la capital andaluza o a la Internacional de la catalana. De qué evento de 1992: de la Expo o de los Juegos Olímpicos. Y depende también de si los tablaos están en el centro de Sevilla o en la Rambla y el Poble Espanyol de Barcelona, donde, por cierto, también hay una Giralda.
Ambas ciudades celebran en 2029 el centenario de sus exposiciones: una excelente ocasión para el reencuentro
Barcelona y Sevilla, ciudades con más de dos mil años de historia, tienen todo eso en común y mucho más. Como la prestigiosa condición de ciudades cervantinas (de Rinconete y Cortadillo a la visita crepuscular de Don Quijote) y machadianas (de la primera morada del poeta a la última en España antes del exilio). En los 70, estuvieron más unidas de lo que parece en lo cultural, con el artista Ocaña ejerciendo de embajador de la subversión en la Barcelona más underground.
Pero, al margen de los paralelismos, la historia reciente nos habla más bien de desencuentros. La lógica de la España radial no juega a favor de una articulación de la periferia que está todavía pendiente, pero no hay duda de que ha sido la desafección política, acentuada en los años álgidos del procés , lo que ha ampliado la distancia afectiva entre las dos ciudades más allá de las horas de AVE –vía Madrid– que las separan.
Mientras la presencia de turistas catalanes sigue siendo muy evidente cuando se camina por el centro de Sevilla, el magnetismo que ejercía Barcelona en el resto de España como capital cultural se ha resentido, al tiempo que seguía atrayendo, eso sí, a cada vez más visitantes y expatriados extranjeros.

La plaza de España, herencia de la Exposición Iberoamericana de 1929
Precisamente, la cocapitalidad cultural de Barcelona estaba concebida para extender la influencia en el conjunto del Estado de la cultura barcelonesa que trasciende el ámbito local, pero en los últimos años se ha empleado sobre todo en apuntalar un sector que salió debilitado de la pandemia.
Resulta llamativo que en ningún frente de negociación de los muchos que se han abierto en los últimos años entre el Gobierno y los partidos catalanes haya surgido la demanda de aumentar una partida de 20 millones de euros anuales que se ha quedado muy corta.
Pero, en el caso de las relaciones Barcelona-Sevilla, hay un hito que debería propiciar el acercamiento mediante, tal vez, la celebración de algún tipo de acto conjunto. En 2029, las dos ciudades conmemorarán el centenario de sus dos grandes exposiciones de 1929. Barcelona lo hará con la reforma del MNAC, una modernización total de los espacios feriales, mejoras urbanísticas y eventos culturales y deportivos. Sevilla, con una apuesta por reforzar su vínculo con Latinoamérica (otra aspiración común de las dos ciudades), una renovación de su discurso cultural y, también, nuevos desarrollos urbanos.
Hablando del MNAC y del recinto barcelonés de 1929, el vínculo barcelonés-sevillano arrancará de hecho cuando el 20 de marzo se inaugure la exposición Zurbarán (sobre) Natural. El museo ha reunido las tres versiones del cuadro San Francisco de Asís según la visión del papa Nicolás, una obra cumbre de un artista que nació en Extremadura pero que desarrolló casi toda su carrera en Sevilla. ¿El primer escarceo de una nueva relación?
El acercamiento
La política no debería ser un obstáculo
En las relaciones entre territorios influye mucho el factor personal. Por ello, cuando se constata el perfil de políticos dialogantes que tienen los actuales presidentes de Catalunya y Andalucía, o los alcaldes de Sevilla y Barcelona, se llega a la conclusión de que, pese a militar en partidos opuestos, los tiempos son propicios para una mejor relación entre los dos territorios. Salvador Illa tiene previsto verse con Juan Manuel Moreno Bonilla (nacido en Barcelona) en su ronda con el resto de presidentes autonómicos
Las sedes
Decorados que perduran
Los edificios feriales no siempre perduran, pero algunos se salvan pese a haber sido concebidos como decorados. Entre los que han tenido una vida más inesperada figura el Palau Nacional de Barcelona, que acoge ahora el MNAC. Los edificios de la plaza de España de Sevilla, algunos de ellos también en uso –como la Delegación del Gobierno en Andalucía–, han servido curiosamente de decorados de cine: Lawrence de Arabia, el segundo episodio de Star wars y El dictador contienen planos filmados aquí.
La oportunidad
La importancia del Hay Festival
Sevilla ha sido siempre una ciudad capaz de seducir a personalidades relevantes de todos los ámbitos. Pero en los últimos tres años ha añadido a su encanto su condición de sede del Hay Festival España, que comparte con Segovia. La presencia en la ciudad de personajes como James Ellroy –que ayer paseaba sus llamativas camisas por las calles sevillanas–, Stephen Frears, Odile Decq, Greg Clark o Michael Ignatieff eleva el nivel cultural de la capital andaluza.