Kiki Morente ★★★★✩
Lugar y fecha: El Molino (15/II/2024)
Kiki Morente, durante el concierto
Con buena entrada y mejores resultados, el cantaor Kiki Morente inició en Barcelona la gira de presentación de su tercer álbum, Azabache. Y lo hizo, precisamente, en el mismo local del Paral·lel en el que su padre, el añorado don Enrique, protagonizó su último concierto un mes antes de fallecer, a finales de 2010. El propio Kiki recordó esa actuación a eso de media gala, justo después de la interpretación de unos tientos de delicada factura, en cuya letra se mencionaban “oscuras flores de duelo”. Pero el recuerdo del artista ausente –que también adivinamos en otros lances del repertorio desgranado– fue cariñoso y agradecido, con puntas de humor incluso, y no lacrimógeno. Así debe ser: lo interesante es que los gigantes que nos dejaron sean una espoleta, nunca un lastre.
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El pequeño de la familia Morente compareció el sábado por la noche muy bien acompañado por los guitarristas Jony Jiménez y Carlos de Jacoba, así como su sobrino, Curro Conde Morente, a la percusión. El recorrido arrancó con alegrías y culminó por bulerías desgranadas fuera de micrófono y con algo de baile. Simpático y exhibiendo siempre una actitud relajada, Kiki Morente es un cantaor dotado de un registro más que elegante, no especialmente sanguíneo aunque a la postre magnético. Su arte nos capturó bien pronto con los tangos granadinos de Chelita. Quedamos definitivamente rendidos ante las virtudes de una malagueña que arrancó de lo más solemne, culminada con trote de verdiales, en cuyos versos se incluía una evocación explícita al arte de Pablo Picasso. Un poco más allá, y redondeando la jugada, el cantaor y sus acompañantes se sacaron del alma una soleá apolá que debemos contar como lo mejorcito de su comparecencia.
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Entre otros detalles adicionales, y además de ceder el protagonismo a De Jacoba para que cantara unos aplaudidos tangos, Kiki tuvo también el buen gusto de homenajear a Joan Manuel Serrat en la fase final del bolo, cantando el Romance de Curro el Palmo… eso sí, repasando la letra móvil en mano, dijo, “para no meter la pata”.