Un absoluto reconocido

Aproximaciones al gran músico estadounidense

Un absoluto reconocido
Rodrigo Fresán
Periodista y escritor

En 1973, en Pat Garret & Billy The Kid de Sam Peckinpah, Bob Dylan (no) actúa de un desdibujado pero preciso personaje llamado Alias. Es decir –y no olvidar que su primer nombre fue el de Robert Allen Zimmerman– Bob Dylan hace de Bob Dylan. Ese completo desconocido de esa por siempre joven canción y de esta flamante y pasajera biopic que vuelve a poner de moda a aquel quien nunca ha dejado de estarlo a lo largo y ancho de múltiples encarnaciones de sí mismo hasta mutar en el que se supone será su último look y estética y ética. La de un cowboy crepuscular de directo en directo siempre sin dirección a casa y, sí, nadie sabe muy bien dónde vive cuando no está en tour). Alguien que, a diferencia de otros veteranos como un ex Beatle o unos presentes Rolling Stones, no se siente ni se ve obligado a cantar greatest hits en sus conciertos apelando a su yesterday para conseguir la satisfaction de su público. Porque, a diferencia de lo de McCartney o lo de Jagger & Richards, su último álbum de canciones originales, el magistral Rough and Rowdy Ways –conteniendo entre muchas joyas la majestuosa y a la altura de lo mejor suyo Key West (Philosopher Pirate)– puede funcionar como todo el repertorio más alguna rareza de reciente gira para lujo de dylanitas y furia de quienes aún lo acusan de haber ganado un Premio Nobel que recogió con atraso porque la noche de la ceremonia tenía que cantar lejos de Estocolmo.

Timothée Chalamet in A COMPLETE UNKNOWN. Photo by Macall Polay, Courtesy of Searchlight Pictures. © 2024 Searchlight Pictures All Rights Reserved.

Timothée Chalamet, en una escena e la película 'A Complete Unknown', en la piel de un joven Bob Dylan 

Macall Polay, cortesía de Searchlight Pictures

Sí: Dylan –como el Billy Pilgrim protagonista de la Matadero-Cinco de Kurt Vonnegut– parece, desde siempre, vivir y revivir en varias épocas/lugares al mismo tiempo y de ahí que su fascinación trascienda generaciones. Quienes lo han visto muy de cerca han dado cuenta de que su rostro por momentos parece de anciano profeta bíblico y milenarista y por momentos se ilumina con la fuerza de aquel casi adolescente y recién llegado al neoyorquino Village. Esta impresionante impresión salta al abundante material fílmico que lo ha mostrado siempre movido e inasible ya sea en magistrales documentales como Don't Look Back/Eat the Document o No Direction Home o Rolling Thunder Revue; en apasionantes caprichos propios como Renaldo & Clara o Shadow Kingdom; en horrores fascinantes como Hearts of Fire (con esa escena en la que le canta a unas gallinas) o su cameo en Catchfire (en la que aparece como escultor/soldador, uno de sus hobbies reconocidos). O en aproximaciones de auteurs más sentidas que cercanas a su misterio y a su entorno como la polimorfa y perversa I'm Not There de Todd Haynes (donde Cate Blanchett lo parodia amorosamente) o en Inside Llewyn Davis de los Coen Bros., en la que su presencia se demora hasta la última escena en la que, recién llegado de Minnesota, invierno del '61, toma por asalto para no dejar prisioneros el escenario del Gaslight Café como Maestro del Juicio Final de tanto folk-singer que se quedará por el camino mientras él dice hola cantando “Farewell”. Pero son, por supuesto, visiones/versiones completa e inevitablemente parciales (como las que le dedicaron en sus ficciones Don DeLillo en Great Jones Street o Scott Spencer en The Rich Man's Table) que vuelven a poner de manifiesto pero a escondidas lo mismo de siempre: la gracia de contar a Dylan es que nunca se lo podrá contar del todo. Y de ahí que, ahora, Un completo desconocido se vea obligada a alterar datos y manipular fechas para que la narración adquiera algo de sentido y dramatismo (lo de Dylan no es tan fácil de dramatizar como se lo hace con Leonard Cohen esa So Long, Marianne: miniserie que combina versos del canadiense con romance à la Sally Rooney; y mucho menos tiene el dramatismo fácil de recientes biopics de Freddie Mercury, Amy Winehouse, Elton John o Withney Houston). Lo de Dylan es ambiguo y líquido e imposible de cotejar del todo. Una calidad y cualidad mítica de aquel que nunca se tomó en serio su propia leyenda definiéndose como apenas un song-and-dance man. Pero –claro, oscuro– haciéndola así incontestable arrojando apuntes autobiográficos encriptados en canciones de Another Side of Bob Dylan, Blonde On Blonde, Slow Train Coming, Blood on the Tracks, Oh Mercy, Time Out of Mind o en esa casi confesión desnuda que no tiene que ser cierta pero así suena en el ya mencionado y casi maníaco referencial Rough and Rowdy Ways donde asegura contener multitudes, haber cruzado el Rubicón, y estar a la espera del ese definitivo Jinete Negro que lo lleve a llamar a las puertas del cielo rezándole a la Madre de las Musas para que lo siga inspirando para hacer lo suyo, frankenstianamente, a partir de partes del todo y de todos mientras se bebe unos shots de Heaven's Door, la marca de bourbon que firma y patrocina.

Mangold le dijo que contaría su vida, Dylan sonrió y preguntó: “¿Y de qué trata?”

Para quienes quieran saber más hay tantas biografías que lo muestran como patriarca secreto, experto en la guerra civil, benéfico aterrorizador de sus bandas y genio de la anécdota espontánea y disparatada, o –acaso más íntimos pero no más fiables– en sus Tarántula y Crónicas / Volumen Uno , o –a partir de lo que cantan otros– en su Theme time radio hour o su reciente Filosofía de la canción moderna , donde, entre tracks ajenos que considera propios, predica que “puede haber muchas sillas, pero aun así siempre tendrás un solo culo”.

Y apunte final pero nunca definitivo que lo explica todo: cuenta James Mangold –director de Un completo desconocido– que, antes de encarar la película, pidió audiencia con Dylan para tener su permiso y bendición para contar y cantar su vida. Y que entonces –en un bar de Los Ángeles especialmente cerrado para la ocasión– Dylan enarcó ceja, sonrió sonrisa dylanesca, y preguntó: “¿Y de qué va a tratar?”

La respuesta, my friend, está y estuvo y seguirá estando blowin’ in the wind.

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