Ciudades como Madrid, Londres o París suelen beneficiarse de las ventajas que conlleva la capitalidad, que tienen mucho que ver con la concentración de poder político y económico. Esta facilidad para atraer riqueza hace que sean menos proactivas en las políticas de promoción o captación de talento que otras grandes ciudades que compiten con ellas sin disponer de herramientas tan determinantes. De ahí que su papel en la diplomacia de ciudades sea menos relevante.
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