'Electra' ★★★★✩
Autores: Esquilo, Sófocles y Eurípides
Dirección: Alícia Gorina
Intérpretes: Ariadna Chillida, Fermí Delfa, Marta Margarit, Clara Mir, Pau Oliver, Àlex Pujol, Joan Sentís y Carla Vilaró
Lugar y fecha: Espai Lliure ( 1/III/2025)
Una misma historia, aunque se trate de una tragedia griega, se puede explicar de muchas maneras. Nos lo demostraron Michael Haneke en Funny games o Raymond Queneau en sus magníficos Ejercicios de estilo. Un proceso, el del francés, juguetón y atrevido, que sigue Alícia Gorina a la hora de enfrentarse al mito de Electra, lo único de la antigüedad que nos ha llegado de la mano de los tres grandes dramaturgos clásicos: Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Albert Arribas ha conseguido reducir las obras de la gran tríada griega a un montaje de hora y media, con ocho intérpretes y en un espacio pequeño, que empieza por el mayor ( Esquilo), sigue por el mediano ( Sófocles) y acaba con el más joven (Eurípides). Y Gorina juega. De entrada, hace que la primera Electra parezca continuación de la Ifigenia que presentó la temporada pasada en la sala Fabià Puigserver, donde el coro tenía un lugar preeminente. Niebla, túnicas, una tarima, imágenes plásticamente impecables...
El acto de Sófocles es de traca, y el de Eurípides tiene una escena aterradora
Con la segunda Electra respiramos. Gorina desmonta la escena y aprieta el acelerador del riesgo. Tiene a su servicio a ocho jóvenes recién licenciados del Institut del Teatre a los que presuponemos ganas de jolgorio. Y decide explicarnos la parte de Sófocles a través de las esculturas que hacen referencia a la tragedia halladas en diferentes museos y lugares del mundo (también una rotonda). El espectáculo se eleva muy arriba. Y casi toca en el cielo en la última Electra , cuando hace entrar el teatro: desviste a actores y actrices, enciende las luces y hace que todo funcione de manera contemporánea. Como si ella misma se hubiera deconstruido. Como si se hubiera puesto en marcha con una puesta en escena de los años ochenta, hubiera seguido con una de hace 20 años y culminara con la cotidianidad actual. Brillante.
El segundo acto es de traca y el tercero tiene una escena aterradora, cuando Orestes y Electra se vuelven una jauría que se abalanza sobre el cadáver de Clitemnestra para degustar su venganza. Ella ha matado a su padre, Agamenón, y los hermanos, pese a las dudas, pese al “sé un hombre” que le espeta ella a él para que cometa el parricidio, acaban devorando a la madre. “Que viva feliz quien pueda estar alegre sin que ninguna desgracia lo agobie”, clama una doncella al final.