¿Quiénes somos y cuánto sabe el mundo de nosotros? Belén Gopegui (Madrid, 1963) está convencida de que más de lo que jamás uno pueda imaginar. Hace décadas que nuestros datos se mueven por internet y que grandes corporaciones saben más de nosotros que nosotros mismos. Bajo esta premisa, la autora escribe la orwelliana Te siguen (Random House).
León trabaja para una pequeña empresa interesada en acceder a los rincones de la vida íntima y social que aún escapan a la vigilancia y es así como se acaba interesando en la vida de los treintañeros Casilda y Jonás. Mientras, la competencia le observa. Minerva, directiva de una empresa mayor que la de León, ha recibido el encargo de observarle a él. Como si de un juego se tratara en honor a su relato, Gopegui accede a hablar con Guayana Guardian a través de un chat online en el que quién sabe si hay terceros leyendo.
La novela, entre otras cosas, habla de la información que desprendemos como individuos. Gran parte de ella queda en internet. ¿No le da apuro atender una entrevista a través de la red?
En general quedan guardadas muchas más cosas de las que imaginamos. Por otro lado, esto es una entrevista cuyo sentido es hacerse pública, así que no me da miedo.
Como escritora y como personaje público, todavía habrá más información sobre usted que sobre otros individuos.
No suelo hablar de mi vida, me cuesta hacerlo en general, cuestión de carácter. Lo que hay en los libros de mi vida aparece filtrado por la ficción, y lo cierto es que me gusta buscar la manera de contar historias que, por algún motivo, me parece que requieren ser contadas. Además, hay ojos públicos muy diferentes entre sí, y nadie puede vivir siempre en la oscuridad.
¿Cómo surge esta novela?
Un día estaba en una terraza y había una chica mirando hacia las ramas de un árbol, y un hombre la observaba, y a mi vez yo les observaba a ambos. Hay muchas historias dentro de cada historia.
El espía espiado.
Hoy el espionaje masivo no lo hacen personas, sino modelos, combinaciones de redes neurales, algoritmos entrenados por personas, una inteligencia híbrida que busca datos que se puedan cuantificar. Me pregunté qué pasaría si una gran plataforma pusiera a trabajar a dos personas a la manera de los viejos espías, en busca de lo que los modelos no pueden conocer, algo así como quiénes somos, qué buscamos, ante qué nos rebelamos. Entonces pensé en dos espías y en dos sujetos espiados, y en como esa relación influiría en quien observa y en quién es observado. El espionaje cuantitativo no se ve afectado por el comportamiento de los sujetos de quienes extrae los datos, pero en el caso del espionaje analógico, sí se puede establecer una relación.
¿Se podría obtener información más precisa sobre los gustos personales si es un humano el espía en vez de una máquina?
Las máquinas correlacionan datos y establecen patrones de comportamiento. Sin embargo, las personas somos todas distintas y todas iguales, eso sucede al mismo tiempo. No es fácil llegar a lo cualitativo solo con cifras. Y a veces el sentido de lo que hacemos reside en lo que no se puede medir con exactitud.
¿Y quién vigila al vigilante?
En la novela, los vigilantes son vigilados a su vez por una gran plataforma. Suele suceder que, quien piensa que tiene derecho a controlar a otras personas, no se da cuenta de que ese supuesto derecho también se le aplicará en algún momento.
Si bien se trata de una ficción, Te siguen tiene cierto tono político y ensayístico.
La política, decía Stendhal, tiene por teatro el corazón de los personajes. Creo que es sobre todo una novela de personajes, cuyo corazón alberga la política, los sentimientos pensados, lo incandescente, lo vulgar, lo raro.
¿Crees que la gente es consciente de lo que conlleva que sus datos circulan por internet? ¿Es usted de las que acepta las famosas cookies?
Contaba Clarissa Véliz en su libro Privacidad es poder que, mucho antes de que se hayan aceptado o rechazado las cookies, ya hay miles de datos viajando hacia las empresas que comercian con ellos. La privacidad es colectiva, una persona sola puede intentar protegerse de algunas intromisiones pero, si quienes están a su lado no lo hacen, apenas servirá.
¿Cuál es el plan entonces?
Mientras existan los monopolios radicales que imponen la obligación de usar determinadas plataformas para el trabajo, la salud, la factura, la nómina, y, en cambio, no haya entidades capaces de garantizar que no se trafique con esos datos, la acción individual será insuficiente.
Apuesta pues por la colectividad...
Creo que pequeñas acciones colectivas que sostengan redes y plataformas distribuidas y que busquen espacios analógicos que pongan coto al tráfico de datos pueden contribuir a que ocurran algunas transformaciones iniciales.
¿Se le ocurre algún ejemplo de acción en grupo?
Mastodon es un ejemplo, el software libre, otro; incluso diría que la lectura de libros puede ser otro.
¿Cómo ayudaría la lectura?
Cuando lees en papel, nadie te mira, nadie sabe lo que subrayas o en qué momento levantas los ojos de la página porque lo leído te ha hecho evocar algo o pensar en algo. Al mismo tiempo, no estás sola porque ese mismo libro está siendo leído en otras habitaciones por otras personas, quizá exactamente a la vez o quizá lo leyeron hace tiempo o lo van leer después. Comparto las observaciones que hace Vicente Monroy en Breve historia de la oscuridad: Estar juntos viendo una misma película, en la oscuridad y sin cámaras, es importante. La lectura es una forma de estar juntas en diferido. No toda lectura es igual, no todos los libros hacen pensar de la misma manera. Quizá baste con que algunos lo hagan.
¿Vivimos en un mundo más controlado que nunca?
No sé si tan controlado. Lo que es cierto es que se está instalando una sentimiento general de impotencia porque parece que hay demasiadas cosas que no se pueden controlar. Esto viene de antes de la inteligencia artificial, del momento en que algunas tecnologías empiezan a producir efectos que ningún ser humano puede imaginar. El filósofo Gunter Anders hablaba del desnivel prometeico y ponía el ejemplo de la bomba atómica: nadie puede imaginar 220.000 muertos, imaginarlos de verdad, con sus miradas y su familia y sus amigas y todo lo que ya no vivirán. El mundo se vuelve así más extraño, más incompresible. Y sin embargo, es importante reconocer las parcelas de control porque, de lo contrario,perderemos el sentido de la responsabilidad, no esperaremos nada del mundo.
¿Cómo influye la IA en todo esto?
La IA en sí misma no es nada, es una mezcla de tecnologías programadas mediante la ilusión de usuario para que, en el caso de los grandes modelos de lenguaje, cada persona piense que es escuchada y comprendida. Las corporaciones que desarrollan estos modelos sí son algo no democrático.
Usted especifica al principio de su novela que se niega a que sus páginas entrenen a ninguna inteligencia.
Sí. Justo hoy me han enviado una web en la que puedes poner tus libros para comprobar si Meta los ha utilizado para entrenar su IA. Y ahí están, los míos como los de decenas de miles de personas. Por eso he puesto esa clausula. Antes los editaba en creative commons para que quien tuviera dificultades para acceder a ellos pudiera hacerlo. Pero ahora se trata de que quienes abusan de su poder no lo hagan.
¿Cree que hay marcha atrás de algún tipo?
Regresar es imposible, el tiempo nunca va para atrás. Creo que habrá que avanzar hacía una relaciones de producción que no destrocen el medio en que vivimos y somos, que fomenten de verdad y no con palabrería, un mundo igualitario y donde nadie se apropie de la autonomía de las personas. Donde la comunicación no se convierta en marketing y donde las maneras de vivir juntos no pasen por la dominación y la manipulación.
