Irene Cordón Solà-Sagalés: La lectura y el viaje

La biblioteca de...

Egiptóloga y doctora en Historia Antigua, sabe que pasado y contexto permiten entender el presente

LA BIBLIOTECA DE IRENE CORDÓN, DOCTORA EN ARQUEOLOGÍA.

Entre

Mané Espinosa

Si solo pudiera quedarse con un libro, Irene Cordón lo tiene claro: sería este litúrgico, de Lalibela, ciudad etíope de la que está enamorada y cuya iglesia es Biet Ghiorgis. Fue un regalo de su padre, que viajó allí con su madre en el 2000. Es de pergamino: “Dentro de 300 o 400 años, cuando el papel haya desaparecido, esto permanecerá”. Está escrito en ge’ez, lengua muerta que se utilizaba hace dos milenios; en rojo, el nombre de dios. Con algunas páginas cosidas, tendrá unos cien años. Para ella es un tesoro. En Etiopía conoció al fotógrafo Toni Espadas (era su país preferido). En Etiopía él murió hace casi un año por un disparo fortuito. Y a Etiopía llevó sus cenizas.

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En casa de Cordón no se veía la tele, leían mucho y eran grandes viajeros. De familia de juristas, ella y su hermana hicieron Derecho. Y mientras se centraba en estudios de género, su hermana le habló de La dama del Nilo , de Pauline Gedge. Le dijo: “Es una novela sobre la faraona Ketchup, o Hot Chicken Soup, o como sea”, refiriéndose a Hatshepsut. Vivían en el Eixample, y Cordón bajó a comprarla a Happy Books. La devoró. Luego fue a la biblioteca de su padre, que era inmensa, con más de 10.000 libros. Y Dioses, tumbas y sabios , de Ceram, le abrió un mundo. La realidad le gustaba más que la ficción. Mucha gente no las distingue, apunta; alumnos suyos creen que a Nefertiti le encantaba la leche de burra porque se lo han leído a Christian Jacq.

La egiptóloga en su biblioteca

La egiptóloga en su biblioteca

MANÉ ESPINOSA

Completó en la American University in Cairo su tesis sobre los derechos de las mujeres en el antiguo Egipto. La egiptología es multidisciplinar, “puedes abordarla desde cualquier campo”. Y la historia antigua permite entender el presente, subraya. Cuando llegó con Toni y su hijo Teo a esta casa en Sabadell, convirtió la buhardilla en su refugio. Es un espacio acogedor donde prepara las clases y escribe artículos rodeada de libros. Muchos son de stocks sobrantes de bibliotecas universitarias, casi todas de Estados Unidos. Prácticamente se los regalan, como uno sobre Nefertiti de Joyce Tyldesley que le dejaron por 30 céntimos; ella paga el transporte. Los mantiene forrados y con su catalogación, recordatorio de que cada uno tiene su historia.

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Cuando llegó con Toni y su hijo Teo a esta casa en Sabadell, convirtió la buhardilla en su refugio; su volumen favorito es uno litúrgico, de Lalibela, escrito en ge’ez

Entre pergaminos Cuando llegó con Toni y su hijo Teo a esta casa en Sabadell, convirtió la buhardilla en su refugio; su volumen favorito es uno litúrgico, de Lalibela, escrito en ge’ez

Por trabajo, Cordón pasa mucho tiempo sola, y le habla al gato, a los libros, las piedras; “de algún modo me contestan”. Tocar un fósil la emociona, igual tiene 70 millones de años. Diferencia entre egiptología y egiptomanía. En los estantes, la réplica de una barca funeraria, un cuadro que le hizo una amiga, la diosa-hipopótamo Tueris, un capitel del claustro gótico de Santes Creus que le regaló a su padre y recuperó cuando él murió, el ángel que ponían en el árbol de Navidad de pequeña; “le falta un ala”.

Una parte de la biblioteca está dedicada al viaje, sobre todo las exploradoras del siglo XIX, como Mary Kingsley; otra, a la prehistoria; hay diccionarios de jeroglíficos junto a “nuestro querido DIEC”, culturas contemporáneas. Mientras estudiaba, de pronto aparecía una carta del rey de Babilonia; fue a Irak y le fascinó. Sumerios, acadios, asirios... Se introdujo en la cultura mesopotámica. “No puedes entender las cosas si no las contextualizas”, explica, “no puedes decir que eres egiptólogo si no sabes a qué huele el Nilo, cómo es su luz”. Entre los libros, una colección de mitología griega y romana. “Hay que leer la Ilíada , que es de donde venimos; prácticamente todas las epopeyas posteriores salen de aquí”. Su canto preferido es el 23, “precioso, de una fuerza tremenda”.

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De adolescente, la literatura catalana la volvió loca. Está en una estantería junto a la escalera. Le gusta leer teatro, Shakespeare, Guimerà. Ha sido forofa de Noah Gordon. Hay libros de Agatha Christie que fueron de su madre, “lectura de verano facilona”. También los hay de Tolkien, Michael Ende, Stephen King, Harry Potter . “La Biblia hay que tenerla”, el Antiguo Testamento le encanta. Desde el golpe del mayo pasado, no soporta la novela negra; no quiere asesinatos ni muerte. En los estantes de Toni, libros sobre tribus africanas, fotografía y animales. Debajo, números del National Geographic.

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Cordón va a Barcelona en Ferrocarrils, lo que le brinda 45 minutos de lectura en cada trayecto, a veces se salta la parada. Le gusta leer después de cenar y al meterse en la cama, aunque sea una página. Es un ritual, solo así es capaz de conciliar el sueño; salvo si el libro es de Harari. Entonces le impacta tanto que no la deja dormir.

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