El último ejemplar conocido de tigre de Tasmania, tilacino para la ciencia, se llamaba Benjamin y murió de hipotermia en el zoológico Beaumaris de Hobart el 7 de septiembre de 1936. Sus congéneres, marsupiales súper depredadores de aspecto similar al de un perro con rayas en el lomo, fueron extinguidos como consecuencia de las intensas cacerías incentivadas por el gobierno australiano, pero a Benjamin, el último superviviente, lo mató la negligencia de una cuidadora que olvidó abrir la puerta del refugio. Sin embargo, desde entonces, y hasta el día de hoy, se han reportado centenares de informes de avistamientos y en los últimos tiempos han aparecido científicos que acarician la idea romántica de la desextinción, esto es, devolverlos a la vida mediante técnicas de ingeniería genética. De momento lo vemos en un holograma , una técnica en vías de extinción.

Uno de los ámbitos de la exposición 'Animales invisibles '
Antoni Muntadas, el más nómada de los artistas, descubrió la existencia de los tigres de Tasmania durante una estancia en Australia en 1993, mientra se tomaba una cerveza en cuya etiqueta estaba estampada la imagen del animal legendario. “Eso le lleva a reflexionar sobre el hecho de que tú to te extingues hasta que no desapareces del acervo cultural de la humanidad”, recuerda Vicente Matallana, el director de la New Art Foundation, que veinte años después le produjo una instalación, Tigre de Tasmania: Caso de Estudio del Museo de la Extinción, que se estrenó en el festival Ars Electronica de Linz y ahora forma parte de Animales Invisibles , una exposición en el Museu de Ciències Naturals que reúne algunos de los animales imaginarios, extintos o poco habituales que el escritor y aventurero Gabi Martínez y el naturalista y explorador Jordi Serrallonga han ido descubriendo en sus expediciones de más de una década por todo el planeta.
‘Animales invisibles’ lleva al formato expositivo el alma del libro de Gabi Martínez
La muestra, comisariada por Martínez y Serrallonga, es el capítulo más visible de un proyecto que nació en 2002 en Uganda, cuando al escritor, al entrar en la cabaña de un guardabosques a las puertas de la sabana llena de paquidermos, leones, o jirafas, le llamó la atención las imágenes de un gran pájaro que llenaban las paredes (el bec d’esclop en catalán o picozapato en castellano). ¿Por qué hay tantos pósters de este pájaro?, preguntó. “¿Porque es el animal que no vemos”, le respondieron. “¿Pero está seguro de que existen?”, inquirió. “Existen cosas que no he visto nunca pero en las que creo. Sería absurdo creer que el mundo es solo lo que veo”.

Maqueta de un calamar gigante que vive en las profundidades abisales y de cuya existencia sabemos
Ahí, recuerda Martínez, nació una intuición que con el paso de los años ha sido compartida por muchísimas personas, ha dado lugar a una web (Animals Invisibles Explores ), a un libro editado por Nórdica Libros ( Animales inviisbles ) que cuenta, como ahora la exposición, con un prólogo de Viggo Mortensen. A través de vídeo-pantalla, el actor nos habla mientras caminamos por un hall de cuyo techo cuelga un ejemplar de calamar gigante, con un ojo del tamaño de una pelota de fútbol, que vive en las profundidades abisales y de cuya existencia sabemos “por las cicatrices que presentan las ballenas o por los restos que encontramos dentro de los cachalotes que aparecen muertos en la orilla”, relata Serrallonga. No están en peligro de extinción, “pero son muy difíciles de ver porque viven en hábitats lejanos”, como los delfines rosas en la selva o el ornitorrinco, esa extraña criatura que llevaba existiendo desde hace algo más de 100.000 años en los lagos y ríos del este de Australia y Tasmania, pero hasta 1798 no obtuvo dimensión real.

Jordi Serrallonga, de pie, y Gabi Martínez, comisarios de la exposición
El Yeti, los chupacabras, los Ts’ikayo (mitad humano, mitad elefante, un animal que por cierto es capaz de reconocerse en el espejo y es consciente de su existencia)... Los comisarios hacen también hueco los animales que solo existen en nuestra imaginación, como las sirenas descubiertas por Joan Fontcuberta, la Sirena de Tormes, hallada en Salamanca.
Y, aún, llaman la atención sobre aquellos que se encuentran en proceso de extinción, como las ovejas merinas negras (Gabi Martínez vivió ocho meses cuidando ovejas en La Siberia), históricamente postergadas por ser menos productivas y hoy en peligro; o los tritones del Montseny, uno de los anfibios más amenazados de Europa, cuyo aspecto y color ha hecho pasar desapercibido en comparación con la salamandra , pero es clave para el ecosistema.
Arte, ciencia y el ciclo de la vida
“La unión de la ciencia y el arte, esa idea que tantas veces repetimos en las sobremesas, pocas veces se materializa como aquí”, señala Gabi Martínez, que ha reunido a un buen número de artistas y científicos en torno al proyecto. El escritor destaca asimismo que todos los elementos utilizados en el montaje son biodegradables, “de tal manera que cuando finalice la exposición [el 17 de mayo del 2026] los materiales pueden ser utilizados para hacer compost, que a su vez puede hacer crecer tomates para alimentar animales que tal vez aparezcan en futuras exposiciones”.