Alfredo Costa Monteiro ★★★★✩
Lugar y fecha: Museu de la Música (15/V/2025)
Iniciado en 1994 por el Laboratorio de Música Desconocida de Víctor Nubla y Juan Crek, y reemprendido un par de años después por Gràcia Territori Sonor, el festival LEM ha alcanzado las 30 ediciones. Una senda en la que la música experimental ha tenido, en esta ciudad que muchos se resisten a dar por perdida, una extraordinaria plataforma de difusión y captación de nuevos públicos. El LEM número 30 se distingue este año bifurcándose en dos tramos. El primero, descorchado este jueves por Alfredo Costa Monteiro, con actividad programada hasta el día 24 de mayo. La segunda parte tendrá lugar en octubre, el mes en el que tradicionalmente se ha ido celebrando este festival.

Alfredo Costa Monteiro, durante su actuación en el Museu de la Música de Barcelona
Portugués instalado en Barcelona desde los primeros noventa, Alfredo Costa Monteiro presentó en el LEM Fragments d’oblit, pieza electroacústica que ha compuesto a partir de grabaciones de instrumentos que forman parte de la reserva –habitualmente oculta– del Museu de la Música barcelonés. Una treintena, desde un piano de cola Broadwood & Sons de 1795 a un órgano eléctrico Casio de 1985. Todo ello coincide con la exposición del mismo artista Fragments d’un segon oblit, que puede verse en el mencionado museo hasta noviembre.
El público presente, sentado esa tarde-noche en bonitos pero no excesivamente cómodos cajones, siguió el contenido de esta creación con una actitud reflexiva de lo más indicada, ya que esos Fragments d’oblit invitaban poderosamente a una cierta introspección por parte del oyente. El recorrido sonoro que se nos propuso, de unos 50 minutos de duración, empezó a andar con tañidos metálicos de largo y mutante eco, dando paso y combinándose en los posteriores desarrollos a singulares caligrafías rasgadas, así como un buen catálogo de secuencias de variados matices, evocando cierta cualidad ora aérea, ora tormentosa, pasando también por tonalidades vamos a llamarlas planeadoras e incluso alguna inflexión catedralicia. Percepciones que iban dando forma a un inusual discurso sonoro que, al menos para quien esto escribe, generaban un extraño estado de ánimo en el que el abismo y lo calmado convivían en estimulante armonía.