Julia Ducournau se subió al olimpo del festival de Cannes hace cuatro años al ganar la Palma de Oro con su segundo largometraje, Titane, una cinta polémica en la que, entre otras cosas, contaba cómo una joven con una placa de titanio en la cabeza, se quedaba embarazada de un coche. La impactante historia de terror corporal dividió a la prensa, que había aplaudido anteriormente su ópera prima Crudo, un retrato sobre el deseo de una joven vegetariana por la carne humana, que participó en la Semana de la Crítica y se llevó el premio Fipresci en el 2016. Así que en la Croisette se esperaba con expectación el siguiente trabajo de la realizadora francesa, Alpha. Pero esta vez el resultado ha sido una decepción absoluta. El filme, que va sobre la pandemia del Sida, es el peor clasificado por la crítica internacional en la competición de esta 78 edición.
Tahar Rahim, Julia Ducournau y Melissa Boros durante el photocall
Y es que el guion, escrito por la misma Ducournau, juega a la confusión con imágenes que parece que solo busquen incomodar al espectador. Ya desde el principio, una niña de nombre Alpha, recorre con un rotulador los pinchazos del brazo de su tío heroinómano. Años después, ya con trece años, a la joven le hacen, sin su consentimiento, un tatuaje en una fiesta con una aguja sucia y se le infecta el brazo. En la escuela, la herida no deja de sangrar y la rechazan porque creen que está enferma. Solo un chico que tiene novia, muestra interés sexual por ella.
El relato se cuenta en dos épocas indeterminadas que se presumen los ochenta y los noventa, y narra tanto la relación de Alpha con su madre, una doctora encarnada por la actriz iraní Golshifteh Farahani, como la de relación de dependencia de ésta con su hermano drogadicto, papel que asume un cadavérico Tahar Rahim. “Quería hacer sentir lo que podría ser un trauma que se transfiere de generación en generación porque el dolor no se ha digerido y el sexo se convierte en una especie de tabú”, ha asegurado Ducournau ante la prensa.
Quería hacer sentir lo que podría ser un trauma que se transfiere de generación en generación porque el dolor no se ha digerido y el sexo se convierte en una especie de tabú”
Los enfermos de sida se acumulan en la entrada del hospital donde trabaja la madre de Alpha. Ducournau los retrata como personas cuyo cuerpo sufre una especie de fosilización progresiva y son observados con rechazo por parte de la sociedad. La película deambula entre “el momento en el que sabemos que hay un virus pero desconocemos hasta qué punto nos va a afectar” y cuando “el miedo se ha introducido insidiosamente en la sociedad y aumenta el aislamiento” de los afectados.
“Durante muchos años, casi décadas, la gente seguía señalando con el dedo a la gente infectada diciendo que es su culpa por su forma de vivir. Eso deja cicatrices, no es bonito mirar así al otro, creo que hay algo traumático en ello que aún no ha desaparecido”, ha incidido. La directora ha escogido una familia de origen bereber porque quería hablar de su origen, que no mucha gente conoce. “Mis abuelos hablaban bereber y algunas de mis tías también, lo que enseña la pantalla es mi Francia, es un sonido muy familiar, más allá de la cultura”, apunta. “Espero que cualquiera pueda reconocerse en ese caos familiar, eso sobrepasa mi caso y mi familia, sentir que perteneces a un lugar y a la vez que te sientes totalmente desplazada”, que es lo que le ocurre a Alpha.
Julia Ducournau y Tahar Rahim durante la rueda de prensa
La cámara de Ducournau exhibe primeros planos de agujas clavadas en el cuerpo y de la garganta de la protagonista. Sin embargo, dice que no busca “deliberadamente incomodar al espectador, es algo colateral” en sus películas. Y considera que el arte y el cine deben ser capaces de hacer que la gente “se meta en la piel de gente que no conoce” para generar una mayor empatía. Con su nueva película, parece que no lo ha logrado.


