“Eppur si muove”. “Y sin embargo se mueve”, dijo Galileo Galilei tras abjurar de la teoría heliocéntrica, algo parecido a lo que pensaron este jueves los impulsores del Sónar cuando la dj catalana Nahoomie puso en movimiento a los primeros asistentes del festival. La música como bálsamo para la polémica de las últimas semanas, cuando se supo que el fondo KKR, propietario en última instancia del festival, se beneficiaba de la tragedia del pueblo palestino con inversiones en territorios ocupados ilegalmente por Israel.
“Delete KKR” rezaba la pantalla gigante del SonarPark durante la actuación de Alizzz, un deseo que posiblemente unía a todos los presentes en la jornada del jueves, como también “¡el Sónar es nuestro!” que gritó el de Castelldefels (Cristian Quirante en su DNI) para mostrar su apoyo al festival que le ha visto crecer, y que en las últimas semanas ha estado en el foco entre acusaciones y contradeclaraciones.
“Delete KKR” pudo leerse en la pantalla durante el concierto de Quirante, que gritó: “¡El Sónar es nuestro!”
Todo este ruido quedó ayer difuminado cuando la música comenzó a hablar, y lo hizo con marcado acento local desde buen comienzo con Tristán! y su repertorio intimista. Cabizbajo y moviéndose en círculo por el centro del escenario, el joven de 19 años parecía actuar para él mismo más que para el público, interpretando sus cadencias pausadas con la voz lánguida que utilizó para desgranar letras intimistas de tintura electrónica, tanto en los ritmos como en la propia voz.
Alizzz fue el siguiente en actuar en el SonarPark, donde presentó Conducción temeraria tras anunciar semanas atrás que donaría a Acnur lo recaudado en el festival. El de Castelldefels no ha escondido su opinión, ni lo hizo ayer en una actuación donde no olvidó dar las gracias al festival. Acompañado por su banda habitual de cinco músicos, el productor y dj ofreció pop alicatado con arreglos electrónicos que en una hora fugaz presentó algunos de los nuevos temas, comenzando por el homónimo Conducción temeraria, para seguir con su repertorio ya conocido, caso de Qué pasa nen, la colaboración con Amaia Qué vamos a hacer o Antes de morirme con saludo incluido a Rosalía y “a Puchito” antes de despedirse con Salir.
Casi al mismo tiempo –por desgracia para los asistentes, que se vieron obligados a elegir– el festival rindió homenaje a uno de los grandes pioneros de la mezcla musical, ni más ni menos que Paco de Lucía (1947-2014). Chano Domínguez puso su experiencia en hibridar flamenco y jazz al piano como eje de una actuación cocinada a medias con el productor Bronquio (bases) y David Leiva, guitarrista y transcriptor de la obra del algecireño.
Al atrevido Paco le habría gustado contemplar la aparición de Domínguez interpretando un psicodélico solo con el keytar junto al cante de Irene Ribas. Pol Díaz a la trompeta y Joaquín de la Cruz a la batería y percusiones (importantes ayer para conjuntar la mezcla) completaban la formación con sello Taller de Músics, que reinterpretó temas como Solo quiero caminar o Almoraima. No pudo faltar Entre dos aguas con el keytar desgranando la famosa melodía a través de texturas que recordaban a los órganos electrónicos de los años 80. Mucha psicodelia y pocas normas definieron la actuación, que por momentos se fue a lo progresivo para regresar al flamenco de la mano del cajón y el cante de Ribas. Mención especial a Monasterio de sal, que Domínguez interpretó al piano en solitario, “un poco raro para el Sónar”, reconoció el gaditano afincado en Catalunya.
El alma experimental del festival pudo verse asimismo en Bialowieza, o mejor dicho escucharse. La propuesta de Chris Watson (Cabaret Voltaire) y la artista polaca Izabella Dłużyk para adentrarse en el último bosque primigenio de Europa, ubicado a caballo de Polonia y Bielorrusia, consistió en una escucha prácticamente a oscuras de los sonidos del bosque. Unas pocas luces iluminaban la nada en el auditorio Complex+D, con los trinos de las aves y croar de ranas como sonido más destacado y los movimientos de quienes huían como única escenografía del espectáculo. Parecido ánimo quietista, pero diferente puesta en escena, es la que propusieron Grand River y Abul Mogard en In uno spazio immenso. El SonarHall se tornó oscura catedral de humo y luces con texturas sonoras que avanzaban al ritmo de las galaxias, lentas pero sin detenerse en un ambiente subyugador.
Afuera, mientras tanto, la fiesta continuaba con el alemán MCR-T y la escocesa Sarra Wild repartiendo juego por los escenarios pequeños, donde también se pudo ver a Blawan en un adelanto de lo que se podrá escuchar el sábado, cuando el inglés pinchará a cuatro manos con Skrillex. Crescendo sonoro que culminó con Mochakk, otro de los upgrades del festival, que ha visto crecer al brasileño con los ritmos cálidos que pusieron el broche a una jornada redondeada con el recital que se celebró en el Palau de la Música, donde el conjunto Frames Percussion dio vida al trabajo conjunto de Steve Reich y Raquel García-Tomás.