“¿Una feria del libro en Ucrania? ¿Ahora?”. El editor Oleksander Krasovytskyy, que estos días ha estado en Barcelona para hablar en la Universitat de Barcelona (UB) sobre cómo ha cambiado el sistema editorial en su país desde la invasión rusa, entiende el tono de sorpresa y de duda, especialmente cuando se la hace alguien que no viene de un país en guerra. Se toma un tiempo para mirar a su interlocutores y responde, pausado: “¿Y por qué no? Una guerra no puede parar el mundo de forma indefinida”.
Igual piensan sus compatriotas, incluido el propio presidente, Volodímir Zelenski, que el pasado fin de semana acudió a la Feria del Libro del Arsenal, donde no solo compró el libro del jurista italiano Aldo Andrea Cassi Matar a un tirano, quien sabe si como mensaje a su homólogo del Kremlin, sino que celebró que “la industria editorial siga creciendo a pesar de lo que ocurre porque es una muestra más de que el mundo escucha a nuestro país”.

Zelenski junto a su esposa en la Feria del Libro del Arsenal, en Kyiv
La poeta y escritora ucraniana Yuliya Musakovska fue una de las invitadas de este año y viajó de Lviv hasta la capital en tren, con las consecuencias que ello conlleva, para asistir a este gran evento, que se celebra desde 2011 y que solo frenó el primer año de invasión. La autora, que en noviembre visitará España para presentar la traducción de algunos de sus poemas, explica a La Vanguardia que “cada vez más gente asiste a eventos literarios. Las salas suelen estar no solo llenas, sino abarrotadas. La mayoría de actos tienen una causa benéfica, principalmente para recaudar fondos para nuestros soldados”.
Pese a que, por razones lógicas, no se alcanzan los números previos a la invasión, este 2025 es el año que más gente se ha animado a asistir desde entonces. En total, han deambulado por sus pasillos 30.000 personas y han participado 111 editoriales y seis de las principales librerías, lo que el sector considera “un gran éxito”, tal y como recoge la prensa local. El escritor Héctor Abad Faciolince, que participó en 2023 y que recoge su experiencia en el libro Ahora y en la hora (Alfaguara), recién llegado a librerías, admite que “uno no se sentía allí en un país en guerra. Pero no hay que olvidar que lo está”.
La mayor demanda de libros eran antes de historia sobre Ucrania. Con el paso del tiempo, lo que la gente desea es una historia de evasión”
En esta última edición, una sirena antiaérea lo recordó. “Por suerte, solo sonó una vez”, indica en su Facebook la editora Rybka Olena. En la web del certamen, se recuerda a los participantes que, “para la seguridad de todos hay disponible un refugio antiaéreo”. El mensaje va acompañado de un pequeño mapa con su ubicación. “Los libros están asegurados”.
Si bien al principio de la guerra, “la mayor demanda de libros eran de historia sobre Ucrania, con el paso del tiempo, lo que la gente desea es una historia de evasión. Lo que más se vende ahora son las novelas románticas y de fantasía”, señaló Krasovytskyy en su presentación en Barcelona. A lo largo de la guerra, el editor ha visto peligrar su negocio, la editorial Folio, en varias ocasiones.

El editor ucraniano Oleksander Krasovytskyy, en su visita a Barcelona
“Hemos sufrido un total de seis bombardeos. El primero fue el 1 de marzo de 2022, Cayó un misil en los alrededores y la metralla rompió todos los cristales del edificio. A partir de entonces, empezamos a teletrabajar. Muchos de los empleados están fuera de Ucrania pero continúan con nosotros. Saben que los libros nos salvarán”.
Uno de estos bombardeos acabó en 2024 con la imprenta Faktor-druk de Járkiv, que imprime uno de cada tres libros en Ucrania. El ataque mató a siete trabajadores, hirió a otros veinte y destruyó unos 50.000 libros. Dejó, además, a muchas editoriales colgadas, entre ellas la de Krasovytskyy. “Por suerte, una gran oleada de solidaridad permitió recaudar fondos y volver a ponerla en marcha. Nos destruyen, nos levantamos”, repite una y otra vez el editor a modo de mantra.

La biblioteca de una escuela, en ruinas, tras la caída de un misil ruso
El hispanista y profesor de historia Bohdan Chuma apunta que “no es casualidad que una bomba cayera allí. Putin tiene mucho miedo al saber. ¿Y dónde se recoge el saber? En los libros. No puede destruirlos todos, pero si acaba con las imprentas, avanza mucho trabajo”. Al igual que el resto de entrevistados, Chuma aplaude el espíritu esperanzador de sus paisanos y no descarta un futuro boom cultural, “igual que ya sucedió con la revolución del Maidán en 2014”.
Una señal de que esto ya podría estar pasando es la apertura de decenas de librerías desde que empezó la invasión. Según señalan a este diario varios editores, nunca antes en el país, en un lapso tan corto de tiempo, habían abierto tantos locales. Uno de ellas es Sens, impulsado por Oleksii Erinchak. Ocupa un imponente edificio acristalado de varias plantas en la calle Jreshchátyk, la principal avenida de Kyiv. En su entrada, un cartel da la bienvenida: “Puedes venir con perros, gatos, ardillas, con amigos reales o imaginarios. Aquí se te permite hacer lo que sea, salvo hablar ruso”. En su interior, los lectores solo hallan libros en ucraniano y en inglés. Nada de ruso, pese a ser la lengua materna del 30% de los ucranianos.
“Antes del 24 de febrero de 2022, el 80% del mercado editorial era ruso. Decidimos conscientemente no vender en este idioma. Es más, organizamos una campaña para recolectar y reciclar libros en ruso. Los beneficios se destinan al ejército ucraniano. Forma parte de nuestra resistencia a la agresión cultural y una forma de promover a las editoriales que publican en nuestro idioma. Ucrania no sólo defiende su territorio; también sus ideas y su voz”, argumenta Erinchak a este diario.
Andréi Kurkov, el aclamado autor de Muerte con pingüino y Abejas grises, anunció el pasado año que dejaría de escribir en ruso, como había hecho hasta el momento. Por una cuestión de convicciones y de práctica. “Entre 2022 y 2023, la mayoría de las librerías decidieron dejar de vender libros en ruso. Esto obligó a algunas editoriales a elegir: vender solo en tiendas online y sitios web o no publicar. En principio, los libros en ruso pueden publicarse y venderse en formato electrónico, pero el mercado del libro electrónico en Ucrania no es muy activo. En ese momento, decidí no publicar mis libros en ruso”.
Antes del 24 de febrero de 2022, el 80% del mercado editorial era ruso”
De todas formas, añade que “en los últimos quince años, mis libros traducidos al ucraniano se han vendido mejor que los mismos libros en ruso. Así que no siento que haya perdido muchos lectores”. Kurkov es consciente de que, como escritor, supone un peligro. “Nos tienen miedo porque invitamos a la gente a pensar”.
A lo largo de la guerra, son cientos los escritores que han sido asesinados. El historiador estadounidense y experto en historia de Ucrania, Timothy Snyder, denunció esta realidad tras conocerse la muerte del escritor Volodimir Vakulenko durante la ocupación rusa de Izium. El diario que relata el terror de aquellos días de incerteza fue encontrado en el jardín de su casa. “Lo escondió sabiendo que no sobreviviría. La escritora Victoria Amélina lo halló. Un año después, también le alcanzó un misil en Kramatorsk”, lamenta Abad Faciolince, que se encontraba junto a ella en el momento del atentado.
Tal y como indica el historiador Andrew Pettegree en su reciente ensayo, El libro en tiempos de guerra (Punto de Vista Editores), “la literatura se ha convertido a lo largo de la historia tanto en arma mortal como en uno de los llamados más poderosos de la historia a favor de la paz. En nuestra mano está que nos quedemos solo con la segunda faceta”.

El escritor Artem Chapaye, en el frente
Los escritores dejan la ficción y se van al frente
“He terminado el borrador de una novela esta mañana mientras había un ataque en mi ciudad. He estado casi tres años sin trabajar, pero ya no puedo retrasarlo más”. Este es el mensaje que Artem Chapaye escribe por Whatsapp a La Vanguardia la madrugada del 1 de junio, hace justo dos semanas, misma fecha en la que Ucrania lanzó un ataque a gran escala con drones contra bases aéreas militares en territorio ruso. Después de febrero de 2022, son muchos los escritores que han cambiado los bolígrafos por las armas. Chapaye es uno de ellos.
“Tomé la decisión tras observar a jóvenes que intentaban poner a sus padres ancianos al frente en lugar de ir ellos”. También tomó partido la escritora Victoria Amélina, que dejó de escribir versos para documentar crímenes de guerra. “En su libro póstumo, escribió que, si algo le pasaba, esperaba que su hijo de once años le comprendiera y le perdonara, pero que se veía con la obligación de hacer esa labor”.
Otro caso es el de Andréi Kurkov quien, si bien no se ha convertido en soldado, sí que se ha acercado alguna vez al frente, y explica que “ahora solo escribo no ficción: ensayos, un diario y artículos para la prensa. Cuando empiece una nueva novela, y espero que sea este verano, la escribiré por la mañana y no ficción por la tarde. La guerra ha cambiado mis prioridades”.