Ni bosquimano ni del Kalahari: el falso mito del Negro de Banyoles

BLUES URBANO

Ni bosquimano ni del Kalahari: el falso mito del Negro de Banyoles
Director adjunto

De entrada, un resumen para no iniciados. Con un aviso: no es apto para personas sensibles. El protagonista de esta historia es un joven fallecido hacia 1830 en la actual Sudáfrica a quien se negó el derecho al descanso eterno: unos naturalistas franceses chapuceros y sin escrúpulos lo disecaron como si fuera un animal (las vísceras se sustituyen por paja y madera) y lo enviaron a París. 

Entre 1831 y 1916, convertido en un maniquí patético, embetunado para parecer más negro y disfrazado de guerrero, deambuló por tiendas y almacenes de la capital francesa y de Barcelona, donde recaló de la mano de un veterinario y embalsamador. 

Su vida como pieza de museo arrancó ese 1916 (cuando este tipo de exposiciones estaban ya obsoletas y muy cuestionadas) en Banyoles, donde se exhibió dentro de una vitrina, como los animales disecados, con un letrero absurdo: “Bosquimano (falso) del Kalahari (falso)”. En el 2000, el cadáver fue repatriado a Botsuana y, pese a recibir un funeral de Estado, se le dio sepultura en un parterre de un desangelado parque público.

De ese entierro se cumplen 25 años en octubre, lo que ha alentado la realización de dos películas. Una de ellas, El Negre té nom , dirigida por Fèlix Colomer, acaba de recibir el premio al mejor documental del festival FIC-CAT. Se estrenará para el gran público el 17 de junio en 3Cat, que la ha coproducido junto a KO. 

El segundo proyecto lo lidera Miguel Ángel Rosales, autor del premiado largometraje Gurumbé. Canciones de tu Memoria Negra . Su película, aún en fase de realización, acaba de completar con éxito una campaña de captación de fondos. Su intención es abordar la historia del Negro de Banyoles, supuesto jefe de tribu, como si se tratara de una fábula, con un hilo conductor que utiliza la figura del capgròs (cabezudo).

Por primera vez en 200 años, alguien renuncia al demoledor sentido de posesión

Es digno de recordarse que siempre, a lo largo de esta historia, han sido periodistas o documentalistas quienes han investigado a fondo la vertiente humana del personaje, ante la pasividad pasmosa de museos y administraciones.

En este contexto, la principal aportación de Fèlix Colomer es sugerir una posible identidad para el hombre conocido hasta ahora como e l Negro . El documentalista sigue la pista apuntada por otros investigadores, quienes –a partir de un breve artículo de Le Figaro de 1831– situaban el posible origen del hombre disecado en la aldea de Litakou (hoy la sudafricana Dithakong).

Colomer viaja hasta allí, contrasta la información con la familia que dirige ahora la aldea y de aquel encuentro surge una información muy relevante: un jefe llamado Molowa el Octavo vivió en los mismos años en que se supone que lo hizo e l Negro y, significativamente, su cadáver es el único de la dinastía de jefes que está en paradero desconocido.

El negro de Banyoles

Detalle de una fotografía del africano disecado en París hacia 1880 

ARCHIVO.

¿Es Molowa el Octavo la zafia construcción cultural conocida como el Negro de Banyoles ? Es imposible certificarlo al cien por cien, pero, si se da por bueno aquel artículo de Le Figaro (se puede suponer que su redactor tuvo acceso directo a los saqueadores de cadáveres Jules y Edouard Verreaux y que estos pudieron informarle sobre dónde habían obtenido el cuerpo), las probabilidades son altas. En cualquier caso, si no es Molowa el Octavo, debió ser alguien muy similar a este.

Por último, hay un detalle del documental que no debería pasar desapercibido, una declaración que es muy relevante tras casi dos siglos de biografía post mortem. Hay que estar atentos al momento en el que los supuestos descendientes de aquel desdichado, ante la cámara, renuncian expresamente a reclamar la repatriación a Dithakong del cadáver, ahora en Botsuana, al entender que ya ha dado demasiadas vueltas por el mundo y que merece descansar.

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En esta larga aventura no han sido frecuentes las muestras de sensatez como esta. Por fin alguien entiende que la dignidad de un ser humano está por encima del interés económico, de los delirios raciales, de las querellas territoriales o del simple pero demoledor sentido de posesión. En tierra equivocada, pero sin aves rapaces describiendo círculos a su alrededor, descansa al fin.

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