La discusión sobre la autenticidad o no de la Sábana Santa de Turín, se disparó en 1898 y decayó 90 años más tarde. A finales del siglo XIX, Secondo Pia reveló en negativo la imagen de un rostro, lo que disparó la devoción popular. Pero en 1988, un análisis con carbono 14 fechado realizado por tres laboratorios ubicó el origen de la sábana entre los siglos XIII y XIV. En todo caso, la Iglesia Católica, que sí admite desde 1506 la devoción y culto a la Sábana Santa, no se ha manifestado sobre su autenticidad, definiendo el objeto como “icono de la Pasión”, pero sin admitir o negar que sea el verdadero sudario que envolvió el cuerpo de Jesús de Nazaret.
No obstante, la discusión sobre la autenticidad de la sábana no es contemporánea. Es lo que demuestra un documento publicado por el Journal of Medieval History, que testimonia que el teólogo y erudito normando Nicole Oresme, fallecido en 1382, ya cuestionó la veracidad de la presunta reliquia. La fecha de la muerte de Oresme es importante, ya que los historiadores fechaban en 1389 o 1390 el primer testimonio documentado sobre la Sábana Santa, y el inicio del debate de su culto. No obstante, en un tratado de fenómenos inexplicables, redactado entre 1370 y 1382, Oresme ya citaba la sábana, y la calificaba de “falsificación patente”.
El texto hallado por los Alain Boureau y Béatrice Delaurenti en uno de los tratados de Oresme, constituye ahora el rechazo formal más antiguo conocido de la Sábana Santa.
Los eruditos medievales eran “verificadores de opiniones dudosas”, aplicando criterios racionales para descartar los rumores
Oresme, que en 1377 fue elegido obispo de Lisieux, trató en sus escritos temas muy diversos, como física, política, filosofía aristotélica y teología. En su Problemata abordaba fenómenos extraordinarios ofreciendo explicaciones racionales, con tal de evitar las supersticiones. En él, califica la Sábana Santa como el ejemplo de que “muchos clérigos engañan a otros para obtener ofrendas para sus iglesias”. “Respecto de una cosa que va contra la razón, como aquella de la que se habla y otras semejantes, no se debe creer absolutamente a ningún hombre”, afirma en su Problemata. Esta referencia demuestra que, ya antes de 1382, circulaba la acusación de que la Sábana era una falsificación.
Hasta ahora se conocía que en 1389, Geoffroy II de Charny pidió autorización a Clemente VII para exponer una “figura o representación del sudario de nuestro Señor Jesucristo”, evitando presentarlo como auténtica reliquia. El obispo de Troyes, Pierre d’Arcis, denunció la exhibición de la sábana, que definió como “una tela fabricada artificialmente para parecer la preciosa Sábana en la que fue envuelto el cuerpo de nuestro Señor”. D’Arcis recordaba que Henri de Poitiers había investigado el caso en torno a 1355, descubriendo que el objeto había sido pintado por un artista y que se habían simulado milagros para atraer peregrinos.
“Respecto de una cosa que va contra la razón... no se debe creer absolutamente a ningún hombre”, escribió Nicole Oresme
Los documentos papales muestran la tensión entre devoción y control eclesiástico. En una bula de 1390, Clemente VII autorizó la exhibición pero con condiciones: debía mostrarse únicamente como “figura o representación” y sin los rituales solemnes reservados a las reliquias, además de anunciar públicamente que no era el verdadero sudario de Cristo. Con el paso del tiempo la sábana ganó credibilidad y los escépticos fueron olvidados.
El hallazgo anunciado en Journal of Medieval History confirma que el debate sobre la autenticidad de la sábana es anterior a lo que se creía, y que las voces que lo denunciaban como fraude más diversas de lo que pensaba. El trabajo de Oresme, además, certifica que los eruditos medievales eran “verificadores de opiniones dudosas”, aplicando criterios racionales para distinguir entre testimonios fiables y rumores.