A favor de la mayor mudanza de arte del siglo

BLUES URBANO

A favor de la mayor mudanza de arte del siglo
Director adjunto

Con permiso del arte de Sijena, el envío del Tapiz de Bayeux a Londres para ser expuesto en el Museo Británico será la mudanza de arte más relevante en lo que va de siglo; no solo por la magnitud del propio traslado, sino por tratarse de un gesto con alto valor simbólico y político (el desenlace judicializado del litigio Catalunya-Aragón, por contra, remite al fracaso de la política).

El tapiz, de 70 metros de largo y 50 centímetros de ancho, data del siglo XI y narra los preparativos y desarrollo de la batalla de Hastings, que culminó la conquista normanda de Inglaterra con la victoria de Guillermo el Conquistador sobre el rey Harold. Está expuesto en una sala subterránea de Bayeux (que será reformada) y se recorre como si se estuviera leyendo un cómic, o como si se visualizara un plano secuencia de una película bélica.

Está previsto que millones de personas desfilen ante esta obra maestra anónima (la hipótesis más fiable apunta que la bordaron monjas inglesas) cuando se exponga en Londres a partir del otoño de 2026. Será su primer viaje a Inglaterra en su larga historia. La historia de una humillante derrota convertida en un apoteósico evento cultural un milenio después. Como si no hubiera mal que mil años durara. 

Pero, más allá del debate sobre la rentabilidad que obtendrá el museo –Londres asume el coste astronómico del transporte y el seguro–, hay que discernir si el gesto político que persigue justifica la mudanza.

Mil años después del Tapiz de Bayeux, aún anteponemos las bombas a las palabras

Emmanuel Macron ha formalizado el acuerdo con el rey Carlos y con el gobierno de Keir Starmer después de una larga negociación. El propósito es recoser las heridas del Brexit, reconstruir puentes entre Londres y la UE que nunca debieron ser dinamitados, aunque nadie contemple ya el regreso de Reino Unido como estado miembro de la Unión.

Uno de esos puentes es, obviamente, el cultural. El Brexit ha dificultado el libre movimiento de artistas y obras de arte y ha cercenado programas de intercambio estudiantil. Una de las consecuencias más dolorosas de aquel divorcio fue la parcelación de un espacio de cultura que ya se había hecho común.

Es obvio que el hecho de que un añejo tapiz cruce el canal para colgar de un museo no derribará por sí mismo ninguna barrera, pero el gesto tiene una alta carga simbólica, al sumarse a iniciativas más discretas que buscan revertir las trabas más absurdas del Brexit.

France, Normandy Region, Calvados Department, Bayeux, Tapisserie de Bayeux, Bayeux Tapestry, created in the 11th century, detail of man with camera

Igual que la flota normanda en 1066, el Tapiz se dispone a cruzar el Canal de la Mancha  

Walter Bibikow / Getty

En un plano más político, este intercambio cultural (en contraprestación, el Museo Británico cederá piezas a otras instituciones francesas) visualiza una cierta intención de rehabilitar el eje franco-británico, una entente que resulta esencial para apuntalar en la medida de lo posible la maltrecha arquitectura europea. Al menos, mientras ambos países estén libres de gobiernos de extrema derecha, porque ya conocemos el uso perverso que hacen los ultranacionalistas del arte. 

Conviene recordar que Hitler quiso hacerse con el Tapiz de Bayeux porque, a su entender, al ser los normandos descendientes en parte de pueblos germánicos, la pieza exaltaba el poderío bélico de los arios y debía ser exhibida en Berlín o en la nonata pinacoteca de Linz. Por suerte y por ahora, la exposición de Londres simboliza solo la voluntad de reconciliación.

Lee también

Pero hay otro motivo para celebrar que hoy se hable del Tapiz de Bayeux: el relato bordado de la batalla de Hastings puede considerarse como una de las primeras manifestaciones gráficas de reporterismo de guerra –con el precedente tal vez de la Estela de los Buitres sumeria–, tan amenazado por gobiernos a los que no tiembla el pulso a la hora de asesinar a periodistas para liquidar a testigos incómodos.

Los fragmentos de los preparativos de la batalla bordados en el siglo XI, vistos ahora, nos recuerdan a los movimientos de tropas israelíes previos a la invasión total de Gaza. Y la escena de la flota normanda surcando el canal, a los barcos que Donald Trump ha puesto rumbo a las costas de Venezuela. Mil años después, la miserable condición humana aún antepone los bombazos a las palabras. Y sigue haciendo falta que alguien esté ahí para contarlo.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...