Óscar Miguel Ares dice de sus celebradas piscinas en Castromonte (Valladolid) que son un edificio-muro, porque el cerramiento de piedra resume su intervención (junto a los pórticos de hormigón y las viguetas prefabricadas). Dice de su restaurante, también en Castromonte, que es un edificio-plaza, porque de manera muy fluida conecta la hermosa plaza principal con su pórtico sombreado y su interior. Y dice de su Ayuntamiento en Valverde del Camino que es un edificio-calle, porque reúne todos los servicios municipales, atravesado por una vía que conecta dos zonas del pueblo.
En estas tres obras, afortunado cruce de la abstracción conceptual con las necesidades rurales, Ares ha creado lugares de encuentro, trabajando con muy pocos materiales –sobre todo, la piedra calcárea recolectada en los campos cercanos, siguiendo la tradición local–, respetando el tono constructivo popular, introduciendo un lenguaje moderno y completando edificios multifuncionales, que satisfacen a la vez fines arquitectónicos y urbanos, y atienden de modo irreprochable sus programas.
Hablaremos hoy aquí –ya lo hicimos de las piscinas (La Vanguardia, 17/4/2022)- de su ayuntamiento de Valverde, inaugurado el año pasado. En este pueblo de la España vaciada, que reúne a unas decenas de habitantes censados, Ares ha levantado, gracias al “oro eólico” de las vecinas fuentes de energías renovables, una casa consistorial con todos los atributos: desde el salón de plenos hasta el balcón para que el alcalde se dirija a sus conciudadanos, pasando por el reloj en la fachada y la galería fotográfica de ediles en el interior. Lo ha hecho a partir de una propuesta propia, que lo caracteriza y vertebra: esa calle de nueva planta por donde se accede a sus dependencias (bar, consultorio médico, salón para pensionistas, etcétera), y que en su tramo central se ensancha con dos terrazas, una a cada lado, a cielo abierto.
La propiedad ha añadido unos cerramientos de vidrio que separan dichas terrazas y, por tanto, reducen las prestaciones. Pero el edificio es potente en su sencillez y se defiende bien, combinando piedra, prefabricados de hormigón y un concepto arquitectónico moderno y desinhibido. Todo ello sin desentonar, con discreción, retranqueando la fachada, convirtiendo el techo a dos aguas en uno a seis (cada uno con sus correspondientes tejas) para contener la altura del edificio, y abriendo en sus muros algunas cristaleras que lo relacionan con el exterior. Si existe la “justicia espacial”, una idea que estimula a Ares en su tarea, este edificio la expresa con intensidad.
