Arturo Pérez-Reverte: “Escribir Alatriste me reconcilia con España”

La 'rentrée' literaria

El escritor envía al veterano soldado de los tercios de Flandes a una descabellada misión en Francia 

Arturo Pérez-Reverte, en la presentación de su nuevo Alatriste

Arturo Pérez-Reverte, en la presentación de su nuevo Alatriste (Alfaguara), este martes en Madrid 

DANI DUCH

Catorce años después de la última entrega de sus aventuras, el capitán Alatriste vuelve a las librerías con una Misión en París que por su extraordinaria dificultad sus propios protagonistas califican de descabellada y con la que su autor, Arturo Pérez-Reverte, rescata a uno de los personajes más populares de la literatura española de los últimos años. 

Con el veterano soldado de los tercios de Flandes, al que sus compañeros llaman capitán por su bravura y osadía sin haber alcanzado nunca tal rango, acuden a la capital de Francia viejos conocidos del lector de la serie, que alcanza con este su octavo volumen: el joven Íñigo Balboa, una de las voces que narran la historia a modo de memorias, y el aguerrido Sebastián Copons, a los que se une un cuarto espadachín, Juan Tronera.

Hasta París viajan nada menos que con Francisco de Quevedo, al que Pérez-Reverte convierte en personaje de sus obras para que el gran poeta del Siglo de Oro reproduzca en la ficción los mordaces debates literarios y las intrigas palaciegas que protagonizó en vida, siguiendo las órdenes del conde duque de Olivares, que quiere aprovechar la cruzada del cardenal Richelieu contra los protestantes (hugonotes), arrinconados y sitiados en La Rochelle (La Rochela, en la novela) para que el rey Felipe IV de España cobre ventaja sobre Luis XIII de Francia. 

El capitán Alatriste y los suyos se encuentran en Francia con los mosqueteros

En su periplo, Alatriste y los suyos se toparán en varias ocasiones con los mosqueteros que Alexandre Dumas imaginó en el siglo XIX, con lo que la narración traza un triple juego de espejos entre 1628, año en el que se desarrolla la acción, la actualidad y aquella época romántica en la que el escritor francés inició el prolífico género de la novela de espadachines. ”Los tres mosqueteros fue un libro fundamental para mí”, ha confesado el novelista, que quería rendir un homenaje a aquellas lecturas de infancia huyendo del “pastiche”.

Los duelos entre Alatriste y Athos, por un lado, e Íñigo y D'Artagnan, por otro, están resueltos de manera que ni el orgullo de los españoles ni el de los franceses se viera menoscabado: unos están bregados en mil batallas y son más brutos, mientras que los otros son cortesanos y más finos en el uso de la espada, pero al final..., al final no se puede decir lo que pasa. 

En la presentación del libro, celebrada en un céntrico hotel de Madrid este martes, Pérez-Reverte (Cartagena, 1951), que ha vendido más de siete millones de libros de las aventuras de Alatriste y goza de un público fiel, sobre todo entre los jóvenes, ha destacado que lo que pretenden sus obras es recuperar la “grandeza de una época” que tuvo sus “luces y sombras” y que, precisamente por ello, los mayores críticos le han llegado de polos opuestos, de la extrema izquierda, que “ha relegado la palabra España”, según ha denunciado, y la extrema derecha. ”Escribiendo Alatriste me reconcilio con España”, ha concluido el autor, satisfecho por el interés que su obra ha despertado sobre la historia de un país “admirable”.

La edición, muy cuidada, recuerda -tanto por el color ocre de las tapas como por las ilustraciones en tinta china, obra de Joan Mundet- las míticas novelas de aventuras de Bruguera -Jules Verne, Robert Louis Stevenson, etcétera- con las que crecieron muchos jóvenes españoles antes de la llegada de los móviles y sus omnipresentes pantallas. Este septiembre del 2025, Alfaguara ha lanzado solo en España 180.000 ejemplares de Misión en París, lo que arroja una idea de la dimensión del fenómeno literario, que ha pasado de la imprenta al cine y de ahí a la cultura popular de gente que no ha leído las obras.

En Misión en París, Pérez-Reverte, que ha ironizado con la presión de sus lectores para que sacara una nueva entrega de las aventuras de Alatriste, construye una novela amena con una lengua en la que va trufando arcaísmos y léxico especializado de la indumentaria o la vida militar para dar más verosimilitud a los diálogos de sus personajes -”el aroma del siglo XVII”, en palabras del autor-, con la clara intención de rescatar el Siglo de Oro y sus glorias del olvido e incluso el desdén que la leyenda negra construida por los enemigos de España en aquella época (los Países Bajos, Inglaterra y Francia) ha arrojado sobre él.

“Alatriste también ha envejecido y tiene más remordimientos que en la aventura interior”, que se remonta en la ficción solo dos años atrás, ha explicado Pérez-Reverte, quien ha descrito al vetarano soldado de los tercios españoles como un “héroe oscuro”. “Le cortó la cara a una mujer cuando era joven en Nápoles”, ha recordado el creador de un personaje que aunque “mata por dinero” tiene otros valores, como “la grandeza, la lealtad y el honor”. Es un hombre descreído, pero sigue defendiendo a su rey a pesar de no confiar en él. “Ha hecho cosas de las que no está orgulloso, igual que yo”, ha confesado.

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