“Es este olor el que me transporta otra vez allí...”. El olor es de telares engrasados con aceite. También de algodón, quizá húmedo. Es un aroma de colonia textil del que se empaparon miles y miles de trabajadores durante más de cien años en Catalunya, y es una realidad que provoca que a Rafael Tarradas Bultó (Barcelona, 1977) le aletee la nariz y que le lleva a expresarse de esta manera. Los ecos lo atrapan: su familia, paterna y materna, se dedicó a la industria del tejido.
El escritor se encuentra en la colonia Vidal, en Puig-reig. Es donde presenta La protegida ( Espada), novela ambientada en la industria textil de finales del siglo XIX en la que, además de activar el olfato al lector, añade dosis de disputas, riñas soterradas, odios, sabotajes y asesinatos que ensangrientan a cubetazos el algodón de las colonias de la trama.
El autor juega con la naturaleza escondida de los personajes y con los contrastes: amor y odio, ricos y pobres
1880. Durante las protestas contra el amo de la fábrica, el padre de la protagonista, Sara Alcover, muere asesinado. La mirada se fija sobre Lourdes Bofarull, a quien se acusa de ordenar la carga policial contra los manifestantes. A partir de entonces, la hija se mueve por venganza. Busca una muerte en vida. Quizá causando su ruina.
El plan se esboza cuando, tras un encuentro casual con Carmen Bofarull, cuñada y socia de Lourdes al frente de la colonia, la convierte en su protegida. Sara se incorpora al taller diseño. Pero a partir de aquí sus motivaciones se irán modulando.
Hay intriga. Hay malvados, y de muchos tipos, algunos canónicos, otros inesperados. El máximo rival de la Lourdes, Lorenzo Coll, “caballero a la cara, villano a la espalda”, es el paradigma. “Quería escribir un libro de gente que esconde cosas y que no es lo que parece de entrada”, explica Tarradas Bultó. Sin embargo, entre tanta malicia, en La protegida el autor también le hace un sitio al amor. De hecho, es el elemento que sacude las previsiones.
La protegida es su quinta novela. Hasta ahora el autor ha conseguido unos 300.000 lectores con todas ellas. Esta sobrepasa las 600 páginas. No hay que alarmarse, porque es un libro “muy fácil de leer”, explica Tarradas Bultó. “Escribo como hablo, y hablo de manera llana”, añade.
Tarradas Bultó, en una aula de la colonia Vidal
Al autor le ayuda a usar este lenguaje que sea un profundo conocedor del marco donde se desarrolla la novela. Su abuelo paterno tenía una hilatura en Sant Feliu de Llobregat y la familia materna era propietaria de una fábrica de grandes dimensiones en Vilanova i la Geltrú.
Así que la mayoría de la información no procede tanto de documentación oficial. Tarradas Bultó bebe de fuentes más próximas. De “las cartas de la abuela Pilar”, por ejemplo, o de “las cuentas del tío Isidro...”. De hablar con antiguos trabajadores. También de algunos de sus amigos, hijos de aquellos amos de una industria textil que se expandió en la Catalunya rural, al lado del Llobregat y del Ter, desde la segunda mitad del siglo XIX. La gratuidad del uso de la energía hidráulica lo hizo posible. “¡Hasta 77 colonias textiles hubo, en Catalunya, mientras que en el resto de España había tres o cuatro!”, explica apasionadamente.
Esas colonias algodoneras eran miniciudades. Se nutrían sobre todo de antiguos trabajadores del campo que buscaban una vida mejor. Allí la encontraban: el amo les proporcionaba casa, trabajo, tiendas de donde aprovisionarse de comida. “Era como hoy la Apple”, dice Tarradas Bultó.
Tarradas Bultó bebe de fuentes domésticas: de “las cartas de la abuela Pilar, de las cuentas del tío Isidro...”, de amigos hijos de algunos propietarios textiles
Pero también eran lugares que evidenciaban las grandes diferencias entre ricos y pobres y la enorme distancia entre clases sociales, entre burguesía y clase obrera. La protegida dibuja todos estos contrastes y añade algunos más entre los personajes: Sara quiere venganza, pero Lucas, su mejor amigo, quiere justicia, y la madre de Sara no quiere ni venganza ni justicia, más bien que su hija haga su vida y se olvide de la muerte del padre. Diego Bofarull quiere ser algo más que amigo de Sara; ella se siente obligada a ser algo menos que su pareja. Y, narrativamente, la novela es toda ella un choque entre la venganza y el amor.
Tarradas Bultó se vale de todos los contrastes para hilar una historia con un olor a colonia que activa y juega con el olfato del lector. Para que olisquee el entorno que describe, pero también para que intente adelantarse a la trama y a las maquinaciones de los personajes. Malvados, algunos de ellos...

