Cambio y adaptación es el santo y seña de la nueva dirección del Mercat de Música Viva de Vic, dos coordenadas para sintonizar con proyectos como el de la cantaora Rocío Márquez, que este miércoles protagonizó la inauguración de la feria musical, 37.ª edición de un evento que prosigue su camino con 71 conciertos, 1.200 acreditados y nuevos espacios en la geografía urbana de la capital osonenca, que recibió con aplausos a los nuevos directores del evento, Joan Rial, Jordi Casadesús y Rubèn Pujol, al tiempo que recordaban con emoción al difunto Marc Lloret, director hasta el año pasado junto a Oriol Roca.
El flamenco contemporáneo de la onubense dejó alto el listón en la primera jornada del Mercat con una actuación intensa, de marcada escenografía, que sirvió para presentar el nuevo proyecto pergeñado por Márquez junto a la guitarra de Pedro Rojas. Himno vertical, así se llama este tránsito de la oscuridad a la luz entre el recuerdo al pasado y la elevación del cuerpo hacia el cielo. Recorrido a su vez por siete palos flamencos reinterpretados con el atrevimiento que ya demostró la cantaora en su anterior proyecto junto al productor Bronquio.
En un auditorio de la Atlàntida en completa oscuridad, y ante el silencio respetuoso del público que se mantuvo durante toda la actuación, la voz de Márquez surgió temblando de la oscuridad mientras un ténue foco iluminaba a Rojas, que combinó la guitarra española con la eléctrica en las partes más experimentales.
“Acaba penita, por qué no te marchas de una vez” cantaba Márquez en el fandango Apariencia descalza, sentada, la cabeza casi tocando el suelo mientras entregaba toda su voz en una actuación solemne con mucho argumento escénico. De espaldas al público, arrodillada, sonó Palabra acariciada por un largo arpegio ante un foco verde que viró al rubí con Arde. Márquez se desplazaba como un espectro en la soleá Sombra, su boca de iluminaba de rojo mientras repetía “todas las penas que antes me afligían serán elección” y, en otro momento del concierto, la guitarra eléctrica iluminaba el escenario a oscuras con un foco en la punta del mástil.
La cantaora, que lució voz en varias ocasiones como la malagueña Ausencia o Destino, nunca se excedió, ajustándose a lo que requería el instante, también cuando rompió la tensión con Vuelo, guajira para la que bailó y rió mientras el guitarra alzaba el instrumento al aire.

Ferran Palau
La oscuridad de Márquez impregnó otras actuaciones de la jornada como la de Ferran Palau, que presentó su próximo disco, Aniversari feliç, que saldrá en diciembre y que representa “un nuevo comienzo” en palabras del músico de Esparraguera. Con la guitarra a cuesta y en cuarteto (chelo, saxo y flauta y guitarra eléctrica), Palau oscureció la sala Joaquim Maideu para crear el ambiente ideal donde desarrollar la ensoñación de cadencia pausada que comenzó con la fugaz 21 y Ei, que tal? de veta nostálgica seguida por Tan feliç, declamativa, sustentada en la suave melodía de la guitarra.
El cantautor dibujó la intimidad de su universo en Em vas fer així, donde cantó “Em vas fer així, plantat a un balcó sota un cel petit”, mientras su voz acogedora, sustentada con chelo y flauta, interpreatba la triste Un dia el sol o Que no plogui con la muerte, “el pou” (el pozo), bien presente.
También era oscura La decoración barroca de la iglesia Dels Dolors, con la santa presidiendo la recargada imitación del retablo original de 1760, contextualizó con iluminación grave la electrónica experimental de Amanda Mur. Es la aportación de la nueva dirección del Mercat para honrar a la Ciutat dels sants, con sus 34 iglesias consagradas. Con la inicial Maithuna, la voz de soprano de la cántabra se adueñó del espacio acompasada por la batería electrónica a cargo de Adrian Foulkes. Fue la entrada al álbum Neu Om, que prosiguió con la cántabra al piano de cola en la ambiental Vapah donde los ritmos de gravedad agobiante dan paso a Canto a los migrantes, mezcla de latín, inglés y percusiones marcadas seguidas de Mutantes al piano que, junto con los gorgoritos vocales de Pandemic, fueron lo más diáfano en una actuación de complejidad neobarroca.

Maika Makovski
Para compensar tanta negrura, Maika Makovski revisitó el sonido rockero de Bunker Rococó en el concierto que abrió la jornada de buena mañana, a la hora del almuerzo, con su rodado espectáculo en torno al disco Bunker Rococo. Los dos violines, tuba y trombón que destacaban entre los siete músicos que la acompañan entregando un sonido muy rockero que la mallorquina, al piano, interpretó sin la peluca repujada de esta gira. Sí llevaban camisa abullonada y la misma actitud guerrera a que acostumbra, sacando punta a su voz mientras se revolvìa en la banqueta desde donde manejaba piano y teclados.
La parte festiva prosiguió con Lima Negra, dueto formado por Javier Sola y Carlos Ruiz, que inauguró a mediodía la carpa bajo un sol de justicia para acometer una actuación de rock garajero que comenzó con aires aflamencados en A volar, a lo que contribuyó una palmera como complemento del sexteto musical, que incluye guitarra flamenca. La pareja de riojanos, crecidos en la escena granadina, que trabajaron en Londres con Alan Mcgee (Creation records, sello primigenio de Oasis) ofrecieron una festiva variedad sonora, guitarras latinas en Día de muertos, el bolero Día del arrepentimiento, y apuntes reggae en Me dejó (por soleares), todo unido por los teclados prominentes de Ruiz y la voz tabernaria de Sola.

Lima Negra
Mazoni se encargó de proseguir la fiesta hasta la noche con la presentación de su último disco, Banderes per daltònics, en un concierto bien recibido por el público donde el cantautor de La Bisbal d'Empordà se acompañó de tres músicos y una intérprete de lengua de signos. Un petit racó de pau per cadascú inició la actuación, quinta del músico en el Mercat, seguida por la alegre La cuina està tancada, de donde sale el verso que da nombre al disco. También sonaron piezas de discos anteriores como Purgatori, para la que se colgó la guitarra acústica mientras el público hacía los coros. Mismo instrumento utilizó en Quant temps fa que no pilotes?, de nueva factura, antes de regresar a la eléctrica en una actuación donde también interpretó Natura morta, recibida con aplausos, o Fe dins la tristesa.