Francisco Serrano gana el premio Tusquets con la historia de una célula anticapitalista de los setenta

Novela

‘El corazón revolucionario del mundo' retrata a una mujer que en medio de la preparación de un atentado trata de hacerse con las riendas de su vida y recuperar la autoestima

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Francisco Serrano, ganador del Premio Tusquets de Novela con 'El corazón revolucionario del mundo' junto a Corina Oproae, ganadora del 2024 y miembro del jurado .

Miquel Gonzalez / Shooting / Colaboradores

El terrorismo en los convulsos años setenta del siglo XX y sus contradicciones fundamentales, con personajes como Carlos el Chacal o la banda armada Baader-Meinhof, han inspirado la novela ganadora del Premio Tusquets de Novela de este año, El corazón revolucionario del mundo, de Francisco Serrano (Guareña, Badajoz, 1982), el relato de una célula anticapitalista que prepara un atentado pero también la narración de un mundo cerrado, hermético, clandestino, con los particulares estados de autoengaño y radicalización que generan, líder carismático incluido. 

La historia, repleta de imaginación desbordante, de Valeria, huérfana de padres españoles exiliados, la del magnético líder Joel, obsesionado con mantener viva la llama de la insurrección en el mundo, y la de Carlos, un mercenario experto en armas y documentos falsos. Una historia de terroristas enamorados y del camino de Valeria para hacerse con las riendas de su vida y recuperar la autoestima.

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Serrano recibirá 18.000 euros como ganador de la XXI edición del Tusquets. El jurado, presidido por Antonio Orejudo y en el que también estaban Bárbara Blasco, Eva Cosculluela, Corina Oproae -ganadora del año pasado- y el editor Juan Cerezo,  ha asegurado que la obra, “hipnótica”, “revela a un narrador de prodigiosa inventiva, con una sorprendente capacidad de sugerencia y a la vez de precisión, que domina, como pocos autores, la acción, la angustia y la sucesión de los episodios, que parecen abrirse camino en la bruma del pasado, con una mirada de extraña luminosidad, que va más allá de la lógica de los acontecimientos. Serrano describe con inusual magnetismo la forma de situarse en el mundo de Valeria, a la vez que juega con maestría con las elipsis para contar en paralelo un proceso de recuperación de la autoestima, de enamoramiento y de liberación”.

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Francisco Serrano con la estatuilla del Premio Tusquets de Novela 

Miquel Gonzalez / Shooting / Colaboradores

Frente a la prensa, convocada en el fabuloso palacete barcelonés que perteneció a Julio Muñoz Ramonet y hoy es municipal, el ganador ha recordado que proviene de la novela de género -“soy autor de terror y de ciencia ficción, donde está mi corazón pero que se articula en mí con otras ambigüedades y formas”- y que en el trabajo solitario de escribir su nueva novela con su hibridación de géneros se preguntaba dónde estarían los lectores que querrían leerla. El premio, otorgado por un jurado entusiasta, le ha dado la respuesta.

Antonio Orejudo, que ja presidido el jurado, ha alabado su “poderosa inventiva”. “En las películas de sobremesa de hace años se decía: 'Esto es una obra de ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia'. Pero con el paso del tiempo lo que más se lleva hoy está basado en hechos reales. Y esa evolución marca la historia de la literatura de los últimos años en España. Hay momentos en los que los lectores quieren obras de ficción en las que cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia y ahora llevamos 20 años con historias basadas en hechos reales. Ahí, la aparición de escritores como Francisco me llenan de orgullo: un escritor con inventiva que escribe personajes de pura ficción, sin ningún parecido con la realidad. Habla del mundo, de la vida, de la realidad, con invención, con imaginación”.

“Me interesaba la idea del internacionalismo, el partido comunista japonés ponía bombas por todo el mundo por pura convicción política”

Para Bárbara Blasco, que ganó el mismo premio en 2020, la novela plantea “el amor como una forma de revolución” y la librera Eva Cosculluela apunta que El corazón revolucionario del mundo “retrata las contradicciones a las que se enfrenta alguien cegada por el magnetismo de un líder, en lo que se basan muchos populismos en boga, en gente capaz de suspender su juicio y creerse todo lo que le digan a pesar de las dudas y las brumas”.

El autor señala que en la base de la obra había un interés por explorar el espacio de la clandestinidad de una célula terrorista “como extrañamiento del mundo, la contradicción de queremos salvar al mundo y pasamos a la clandestinidad, delitos, asesinatos, y dejamos de pertenecer a ese mundo, lo veía como un terreno fértil”. Y admite que hay una vaga inspiración en las Baader-Meinhoff o Carlos el Chacal, pero como iconos que le dejen espacio para sus ficciones.

“La protagonista es hija de exiliados españoles de la guerra civil, hija de padres chóferes, camareros, que queda huérfana y es captada por una célula terrorista que funciona como una secta con detalles de culto al líder”, cuenta, en una trama situada en Europa por que le interesaba mucho “la idea del internacionalismo, toda esa gente de Europa obsesionada con el panarabismo y el socialismo en Oriente Medio, ideas que les hacían moverse por el mundo y tener un alcance muy amplio. El partido comunista japonés ponía bombas por todo el mundo por pura convicción política. Me interesaba mucho cómo estas ideas tenían vocación de ser globales y las contradicciones inherentes en una célula clandestina, los objetivos, las capacidades, por dónde se puede mover, por qué se acaba recurriendo a la violencia, cómo se percibe”.

Y reflexiona que su personaje está ”obsesionado por la búsqueda de una solución total que acabe con el capitalismo, la injusticia, el hambre en el mundo”, algo mucho más romántico y divertido, lanza, que la lucha diaria y la resistencia que uno tiene que hacer frente a la opresión.

Y habla de algunos referentes que quizá ha tenido en la cabeza al escribir su nueva novela, como Libra, de Don DeLillo, “una biografía ficcionada de Lee Harvey Oswald, por cómo habla de la época y la política de bloques” y también Thomas Pynchon, “por su ligero esperpento, exageración e hipérbole”. Pero también Clark Ashton Smith, un escritor de novelas pulp y de ciencia ficción que fue colaborador de Lovecraft. “Se trataba de crear un entramado literario que sustente todos mis intereses y mis dudas, más que intentar afrontar el tema como un mecanismo que puedo resolver o estudiar”, concluye.

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