Peregrinaje audaz por el arte europeo

A través del espejo

Peregrinaje audaz por el arte europeo
Historiador del arte

Sin rostro ninguna obra de arte tiene sentido, sugiere el acreditado historiador de la cultura José Enrique Ruiz-Domènec. El relato punzante que nos presenta el autor en un ensayo notable – Un viaje personal por el arte europeo – que responde a nuestra identidad cultural y nos sorprende por su claridad narrativa en un itinerario atrevido que no descuida detalle: historia, literatura, experiencia y anécdota consiguen una panorámica intelectual certera y ajustada a los objetivos de un trabajo de talante divulgador.

Un libro que acaso podría titularse sin error ni exageración “Ver es sentir”, en nítida evocación del imprescindible artista barcelonés, Albert Ràfols-Casamada, partidario confeso del relato artístico activo. De hecho, el historiador rehace con el lector un viaje nada improvisado que parte de Cortona, para cruzar París hasta alcanzar en ruta magnética Cracovia. Cierto, saber es sentir también si somos capaces de escuchar alertas los enigmas que nos plantean elegidas obras de la cultura de la imagen moderna, etapa a etapa, además, a través de diecisiete jornadas que recuperan una aventura personal en soledad atenta a las confidencias veladas de una secuencia cronológica. Belleza, verdad y leyenda coinciden en un proyecto abierto con el propósito de descubrir los desafíos formales que complementan la tradición forjada en el Renacimiento. A la manera de un cicerone fiable, el autor nos secunda en su búsqueda de las raíces recónditas del arte europeo, núcleo esencial en la tradición del arte que todavía compartimos. Visión, razón y sensibilidad, en suma.

Con sentido, el viaje se inicia indicando momentos de atención que despejan la ruta y hacen quizás más atractiva la aventura, como tiempo de rearme histórico acaso necesario: Cortona, Florencia y Verona nos sitúan en la deriva de Venecia, donde a través de la inescrutable Croacia nos dirigimos a Estocolmo, en el puntal geográfico perdido que quizás nos desorienta con el salto improvisado a Londres por La Haya, cruzando Baviera para volver a Milán, con Barcelona y Valencia como jornadas concluyentes, sin duda.

El propósito declarado del narrador es mostrarnos las consecuencias del canon de miradas cruzadas que nos preparan para ejercer una crítica serena o sencillamente nos adiestran en la percepción sensible que prepara y ajusta la experiencia gratificante. La secuencia sutil de intriga y descubrimiento que colorea los motivos del autor y estimula la lectura, que percibe en Piero della Francesca un instante cardinal del Renacimiento. Al igual que la ponderación ceñida de las consecuencias del arte nuevo en el universo de Rodolfo II, mágico tiempo, ya en la estirpe guerrera de Carlos V, en Viena y Praga, cuya pintura dirige la mirada hacia el arte complejo de la Europa central. Los dominios imperiales de fuerte beligerancia reformista. En el fragor del debate destaca la presencia familiar que con Carlos IV adquiere patente universal y recupera las vivencias en juego del brumoso pasado renacentista.

'Retrato de Michele Marullo Tarcaniota' pintado por Sandro Botticelli y propiedad de la familia Cambó

Marullo Tarcaniota por Botticelli

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El trabajo que comento es un modelo de agilidad imaginativa, sí, y no descuida destellos solventes para la caracterización precisa: las obras de arte elegidas para la trama son textuales y demuestran la convicción del autor por el perfil preciso. Los museos y colecciones visitadas responden a un proyecto bien formulado, cuya argumentación dará entrada a rectificaciones o marcará el inicio en el discurso historiográfico que integra la narración en el relato crítico. La consolidación de la modernidad artística. Quizás este libro sea el mejor ejemplo de una crítica personalizada del arte sobre el tiempo, de sus vibraciones contradictorias o enriquecedoras que hacen del ejercicio crítico un peldaño firme en la figuración histórica o formalizada del arte. Un libro, repito, ajeno a forzados saberes de manual o interpretaciones caprichosas de los momentos de expresión narrativa articulados. La función del crítico es transparente, arriesgada en el hallazgo, pero siempre centrada en el inescrutable horizonte de grandeza y placer visual que supone la lectura de todo buen ensayo artístico. La tradición, otra vez, del crítico de arte convierte su quehacer en una apreciación duradera, en un género artístico con predecesores memorables –Berenson o Longhi, por citar de memoria. Ruiz-Domènec rasga con criterio optimista el velo de la opinión y sitúa en obras señeras las raíces de la lectura artística en los albores de la modernidad que todavía sobreviven afortunadamente en nuestro tiempo.

La selección iconográfica es magistral, descubrimos la trayectoria del artesanado tardomedieval que se cuestiona a sí mismo y el despliegue desbordante y sorprendente que abre el Renacimiento. San Jorge y el dragón , de Paolo Uccello, y un insondable Retrato de Michele Marullo Tarcaniota de Sandro Botticelli, que custodia el Museo de Bellas Artes de Valencia, nos muestra un condottiero en el pincel del pintor florentino –en su calidad de adalid poético– que se transfigura por construcción y color en soberbio desafío para la interpretación plástica contemporánea. En el camino, Bronzino, Pisanello, Leonardo y Rembrandt, en una manera creativa de mirar el arte que ha definido nuestra cultura. La belleza del héroe que se deja retratar para no ser olvidado. La sabia búsqueda de la eternidad.

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