Que en la prehistoria se utilizó el color índigo en la pigmentación era un hecho conocido, pero localizado en una geografía y un contexto muy concreto: Perú, hace 6.000 años. Pero un hallazgo de los años 2000 y recientemente certificado —los tiempos del estudio de la Historia son lentos— ha rehecho ese paradigma. Unos guijarros hallados en unas cuevas de Georgia de 34.000 años de antigüedad demuestran que el Homo Sapiens ya conocía y usaba el índigo 28.000 años antes de lo que se creía.
El hallazgo pertenece al equipo de la arqueóloga Laura Longo, de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia (Italia). “Queríamos identificar granos de almidón que pudieran hallarse en estas piedras de moler, a raíz de un estudio previo considerado insuficientemente fundamentado”, explica la investigadora italiana a Le Monde. Esa búsqueda condujo a un descubrimiento inesperado. Observando los guijarros con un aumento 600 veces mayor, observó en ellos “residuos azules”.
Dimensiones y compsoición de los guijarros encontrados.
Lo primero que pensaron fue en la contaminación de los restos, quizá por algún tinte de los vaqueros que la mayoría de ellos llevaban cuando recolectaron el material. Descartada la contaminación, descubrieron que, al recrear las piedras con moldes de silicona, el adherente arrancó residuos incrustado en la piedra, descubriendo parte de su piel original. Un nuevo molde arrancó más restos adheridos con el paso del tiempo, y ahí surgió la novedad.
Las fibras azules halladas tenían una estructura similar a la cutícula vellosa que cubre hojas de la Isatis tinctoria, en español llamada pastel de tintoreros. Una espectroscopia reveló los resultados definitivos: se halló el espectro característico de la indigotina. Hubo que comprobar nuevamente que no fueran fibras contaminantes como, por ejemplo, algodón. Después quedaron pocas dudas de que la indigotina hallada es de origen orgánico.
Las fibras de índigo halladas en los guijarros.
Queda por saber —descubrir la Historia es un proceso lento— el uso que se daba a la Isatis tinctoria de la que se extrae la indigotina. No es comestible, pero podría usarse como colorante o por algún atributo medicinal. En busca de respuestas, el equipo de Longo viajó tecnológicamente 34.000 años atrás para recrear tratamientos de las hojas con guijarros de la zona de Georgia donde se hallaron. A base de cocciones, recipientes de piel y espesantes como la ceniza, lograron reproducir, hoy, un saber perdido.
Dominique Cardon, especialista en historia y arqueología del textil y de la tintura consultado por Le Monde, celebra el descubrimiento y apunta: “La alimentación, la medicina y la coloración fueron motores en la exploración de los recursos vegetales por parte de los primeros humanos. Debía de existir una dimensión de asombro ante el color”.

