La ‘grande bellezza’ de Peralada y Montserrat

Escenarios

El festival y la milenaria Abadia concluyen con éxito su misión de llevar el patrimonio musical catalán a Roma

Sara Blanch i Dani Espasa en San Pietro in Montorio, a Roma, amb el Festival de Peralada

Sara Blanch y Dani Espasa saludan al finalizar el concierto con Vespres d’Arnadí y Cantoría en San Pietro

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El Festival de Peralada deja hoy Roma habiendo cumplido con su misión “diplomático-musical” de darse a conocer como promotor del patrimonio musical catalán y de los excelentes intérpretes del país que lo sirven, recorriendo la Roma de La grande bellezza . El desembarco de Vespres d’Arnadí, el coro Cantoría, la soprano Sara Blanch y el contratenor Juan Manuel Morales interpretando obra desconocida de Domènec Terradellas, como el Laudate pueri o Dixit Dominus , supuso el jueves un auténtico “ja soc aquí” (un Tarradellas musical ) en San Pietro in Montorio, la embajada de España en Italia. El festival ha lucido músculo ante instituciones romanas de peso. “Bellísimo concierto, nos habéis hecho descubrir un grandísimo compositor que no conocíamos”, decían Mauro Bucarelli, director de la Santa Cecilia y el superintendente de la Opera di Roma, Francesco Giambrone.

Llegar a la Ciudad Eterna de la mano de la Abadia de Montserrat –que ayer protagonizó la jornada, con la exposición dedicada a su Mil·lenari y con el posterior concierto de la Escolania en Sant’Anselmo all’Aventino– sirvió para que el president de la Generalitat, Salvador Illa, aprovechara su visita al Papa para asistir a los conci­­­ertos programados en las embajadas de España ante la Santa Sede e Italia. Fue un curso acelerado de la excelencia musical de su país.

“Si Vespres d’Arnadí fueran de la época de Adriano, el emperador les habría invitado a su villa”, dijo la embajadora

La embajadora Isabel Celaá pidió para él “un aplauso por el esfuerzo” de haber llegado al Palazzo di Spagna. El cuarteto de saxos Kebyart había abierto boca en el patio –de excelente acústica– con un guiño a La grande bellezza de Sorrentino tocando incluso música de Nino Rota, pero también la de corte espiritual de Bernat Vivancos, Ay, luna que reluces , adaptación del Cancionero de Uppsala (1556) que conmovió a los monjes de Montserrat invitados al evento. Luego, Dani Espasa y sus Vespres d’Arnadí honrando a los grandes compositores del concerto grosso emocionando hasta a los políticos menos conocedores. Illa confesaba que conocía por primera vez a Vivancos –le dio su número de teléfono– y a Espasa.

El director artístico de Peralada, Oriol Aguilà, cuyo don de trato y palabra le abre puertas –Celaá insinuó que habría que repetir en el 2026–, dijo que, “si Vespres d’Arnadí fueran franceses, cenarían cada semana en el Eliseo, y si italianos, serían invitados en el Quirinal”. Y la embajadora le dio la razón: “El emperador Adriano les habría invitado a su Villa”.

También el embajador ante Italia, Miguel Ángel Fernández-Palacios, elevó el prestigio del evento musical en la iglesia de San Pietro in Montorio incluyendo a Illa en la soirée posterior, en el claustro de la Accademia di Spagna a Roma, junto al famoso Templete de Bramante donde crucificaron a San Pedro (y donde Stendhal tuvo uno de sus arrebatos de emoción).

Ayer, otra casa añeja, la de los Caballeros de la Orden de Malta, en el Palacio Magistral, que se asoma al Foro Romano, acogía a Cantoría con obra de Mateu Fletxa el Vell, como el Jubilate con el que se celebraba la victoria de Carlos V –que dio Malta a la Orden– sobre Francisco I de Francia. Pero antes se rezó un Padre Nuestro . La Escolania, por su parte, aportó luz y serenidad, tanto a mediodía, bajo los frescos de Vasari en la Cancelleria, como en Sant’Anselmo. Su concierto acabó enlazando el Maria Matrem del Llibre Vermell de Montserrat y el Salve Regina de Vivancos para cerrar con el Virolai para éxtasis del respetable.

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